Todo se mueve
En tiempos electorales la vida política se reactiva; aquí y allá aparecen formaciones más o menos nuevas, grupos efímeros de ciudadanos decididos a hacer algo más que votar, organizaciones civiles preocupadas por la situación general, intelectuales participativos, organizaciones campesinas y urbanas elevando la voz, sindicatos no comprometidos corporativamente con el pasado y, por supuesto, las otrora llamadas por la izquierda "personalidades democráticas" aprovechando la foto del presídium. Es tal la fuerza del momento que incluso la falta de interés se politiza mediante el abstencionismo, fantasma que ronda, junto al rechazo airado de todo lo que huela a partidos, la casa a veces vacía de la democracia de carne y hueso.
La aparición de tales agrupamientos en la vida pública al margen de los partidos es una forma lógica, natural digamos, de expresar intereses que éstos descuidan o desdeñan y la confirmación de una verdad elemental: que la política, incluida la electoral, es siempre una actividad social dispuesta a desbordar a los iniciados, pertenezcan o no a la "clase política" para la cual esa actividad es patrimonio propio. Por esa sola razón, la utilidad pública de estos últimos agrupamientos, llámense coaliciones, foros o frentes, dependerá de su capacidad de aumentar las exigencias a los partidos y el nivel general del debate político, que es notoriamente bajo. No se trata de negar junto con los partidos la política electoral, sino de dar a la sociedad organizada el peso que tiene y no siempre se reconoce.
Por fortuna, más allá de la inmediatez, hay esfuerzos consistentes que aspiran a influir en el sentido de los acontecimientos, fomentando ideas, posiciones, programas, aunque no compartan las fidelidades y militancias de los que saltan al ruedo a ganar el voto ciudadano. Es el caso de la coalición que de tiempo atrás viene impulsando la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) junto a otras organizaciones sociales. De ese encuentro plural se espera un saludable examen racional de los problemas de México, un principio aceptable de propuesta superior a la caricatura política que hoy nos asestan los partidos en campaña.
En ese contexto, los sindicatos participantes dejan en la puerta el discurso clasista o el pobrismo en otros tiempos, característico de algunos sectores populares, y adoptan el léxico de la "sociedad civil" en cuyo nombre se expresan ("La sociedad civil organizada quiere ser incluida en el proceso de cambio del país; reclama por derecho, ser escuchada y tomada en cuenta", afirma la convocatoria a crear la Coalición Ciudadana Nacional por la Transición Democrática con Justicia y Equidad). En ese discurso por la democracia participativa, los sujetos dejan de ser piezas de vanguardia en una hipotética guerra contra un enemigo reconocible, para convertirse en actores racionales, en ciudadanos cuyo interés particular coincide o se pliega ante la necesidad, según se lee en la convocatoria, de "construir un horizonte de progreso colectivo de nuevas expectativas y condiciones que muevan la energía de las comunidades y de las grandes urbes hacia la creación de un (sic) Proyecto al servicio del país, que sea sustentable, incluyente, plural, equitativo, no discriminatorio, laico, con equidad de género y de defensa de la soberanía en la globalización".
En rigor, se trata de ofrecer el resultado de una reflexión colectiva al debate nacional sobre el futuro de México, tal como se resume en los documentos que están circulando. Ahora hace falta cotejar las propuestas, someterlas a la criba de la crítica y poner en circulación los resultados.
Desde luego, un frente de este tipo no puede (o teóricamente no debería) negociar la determinación de las candidaturas, pues ésa no es su tarea, sino fijar los peldaños que eventualmente permitan construir una gran coalición de fuerzas lo suficientemente fuerte como para sostener otra política, otro gobierno que haga las reformas más urgentes y necesarias.
Pero, en rigor, una coalición como ésta al final tendrá que tomar decisiones. El pluralismo no tiene por qué llevar a la neutralidad, sobre todo si está nen en juego más que las aspiraciones de éste u otro precandidato. Así se mueran "apartidistas", los ciudadanos que concurren a estos esfuerzos, en su mayoría trabajadores asalariados, tendrán que "tomar partido" por uno u otro contendiente, justo por aquel que más se acerque a los objetivos que ellos han definido. Y eso será pronto.