Rápido viaje a Oriente/ III
Construida en 1300, la catedral (en italiano, il duomo) de Piacenza, en el norte de Italia, junto a Milán, tiene dos características asombrosas: una, sus enormes columnas circulares dentro de la nave central, extrañamente decoradas con pinturas al fresco; dos, la jaula de hierro colgada en lo alto de la torre del campanario, donde exponían a los herejes, condenándolos a morir a la intemperie, de hambre y de sed, o de frío en el invierno, ante los ojos de todos los habitantes del pueblo.
Desde que la izquierda ganó el gobierno de Piacenza, que es la capital de la región Emilia, hace cinco años, siempre a finales de agosto, en la Piazza del Duomo se celebra el festival ''Caravana, las ciudades invisibles", subtitulado como ''un encuentro con la literatura, la poesía, el cine y la música de los países del sur del mundo". Como la ''edición 2005" estaba dedicada a la lucha contra el sida en Africa y a los procesos políticos de América Latina -la debacle de Lula en Brasil, el adiós a la ley de punto final que exoneraba a los militares asesinos de Argentina, las cercanas elecciones que la izquierda ganará en Bolivia y la nueva iniciativa política del EZLN-, entre los invitados figuraban Miriam Makeba, el sacerdote brasileño Frei Betto, el poeta Juan Gelman, el activista boliviano Oscar Olivera y algunas incómodas personas más.
Aquella tarde Frei Betto hablaba ante un gentío en la Piazza del Duomo no como ex preso político de los militares de su país, no como ex director del programa Hambre Cero, que iba a ser y no fue la joya del presidente Lula da Silva; no como autor de seis novelas completamente desconocidas en el mundo de habla hispana, tampoco siquiera como sacerdote católico; no, aquella tarde hablaba como el erudito cristiano que es y disparaba reflexiones brillantes contra los enemigos de la teología de la liberación.
Esta, decía, ''no es una doctrina ideológica, es una sistematización de la fe de los pobres que buscan la liberación", afirmaba en español con marcado acento paulista, y Valeria, la intérprete, lo traducía rítmicamente al italiano. ''Pero el error de la Iglesia es creer que existe una sola teología, y nos dicen que no es necesaria otra más, pero no se ponen a ver que los evangelios de Marcos, de Lucas, de Juan y de Mateo son cuatro teologías distintas..." El público lo estaba aplaudiendo ahora con genuina emoción cuando se desencadenaron con furia todas las campanas del duomo. Frei Betto alzó la voz y agregó: ''Podemos rogar que se aplaque la ira de Dios, sin embargo, contra la Iglesia nada podemos".
Y aguardó tranquilamente a que el obispo local descargara su descontento con aquel delicioso concierto de carrillones medievales. A la mañana siguiente, La Cronaca, un repugnante pasquín de ultraderecha, vocero de los adeptos a Berlusconi, es decir a la mafia y al racismo, tituló así su reseña del acto en la plaza: ''Caravana, ahora guerra contra la Iglesia", y sin dar para nada cuenta de lo que había dicho Frei Betto, desplegó un artículo divertidísimo, escrito coléricamente por un cristiano nostálgico de los tiempos en que los curas oficiaban la misa de espaldas al público y en latín.
Ventaja de la cárcel
Confieso que excepto las entrevistas que le había concedido a Gianni Miná y su asidua participación a las reuniones de la Seattle People en Porto Alegre, nada sabía acerca de Frei Betto. Lo primero que me sorprendió de su persona fue el parecido físico de su rostro con el de Manuel Camacho: el pelo corto, lacio y gris; los anteojos de marcos gruesos, la nariz recta, las profundas líneas de expresión en forma de arco gótico alrededor de la boca. Pero a diferencia del ex comisionado para la paz en Chiapas, que tiene una voz muy débil y triste, el dominico brasileño habla con una fuerza y una alegría que despierta adhesiones encendidas.
Ahora que las campanas del duomo se habían adormecido en sus bronces, y no sé por qué, Frei Betto se refería a Lula. ''Cuando estaba preso en Brasil, durante la última dictadura militar, yo les decía a mis compañeros: la gran ventaja de la cárcel es que aquí uno puede hablar mal del gobierno sin temor de ir a la cárcel", dijo y esperó a que el público se riera de su ocurrencia dos veces: una, cuando algunos la entendieron en español y otra después que Valeria la tradujo. Entonces continuó: ''Lo que no me gustaba de estar en el gobierno de Lula era que ahí no podía hablar mal del gobierno de Lula". Esta vez, la risa en dos tiempos resulta más leve. ''Pero hoy, cuando hablo con gente que critica a Lula porque sus medidas parecen muy tibias, yo les recuerdo dos cosas", y abrió un compás de espera que alargó más aún la traducción.
''Les digo en primer lugar que Lula no ganó una revolución violenta, ganó una elección democrática, y después les digo que Lula no tomó el poder, él solamente asumió el gobierno, y desde el gobierno está tratando de tomar el poder, lo que es muy distinto". Ahora, antes y después de la traducción, los aplausos ratifican la admiración que los piacentinos de izquierda le profesan a este hombre pero también externan, golpeando sus manos con ese entusiasmo, la simpatía que en su momento sintieron por Luiz Inácio da Silva, hoy tan caído en desgracia.
Pero Frei Betto, que fue el primer director del programa lulista Hambre Cero -esa respuesta semántica a la tolerancia cero del ex alcalde de Nueva York-, y que renunció al cargo al poco tiempo en desacuerdo con la política económica de su amigo el presidente, ahora sale en defensa de éste. ''Las organizaciones sociales de Brasil, las grandes estructuras que resisten contra el neoliberalismo en Brasil, empezando por el Movimiento de los Sin Tierra, todas han críticado a Lula con fuerza, todas le han exigido que vaya más lejos y al fondo, todas han mostrado su decepción, pero ninguna de ellas ha roto con Lula porque saben que eso sería una catástrofe y le abriría las puertas del regreso a la derecha".
Una cerrada ovación corona este párrafo, pero Frei Betto aún tiene tinta en la pluma y ahora menciona que durante su gestión como responsable de Hambre Cero le tocó viajar con Lula a una cumbre de presidentes, no precisa dónde, en la que estaba también el de Francia, Jacques Chirac. ''El quería que se aprobara un plan para enviar comida al Africa. Lula se opuso. Tomó la palabra y le dijo: los países avanzados quieren donar alimentos únicamente para justificar sus subsidios agrícolas, pero eso no es lo peor; al donar alimentos impiden la creación de empleos en los países pobres, aumentan la dependencia de éstos y destruyen las culturas locales. Y Chirac no volvió a abrir la boca".
Un mago en el arte de charlar
Ha terminado el acto en la plaza y está a punto de comenzar lo mejor del festival de Piacenza: la cena. Allí, al margen de la deliciosa comida, que no justifica los subsidios agrícolas de Italia, pero tampoco disminuye la envidia que éstos provocan entre los comensales tercermundistas, el verdadero placer está en las conversaciones que van a producirse. Y Frei Betto es un verdadero mago en el arte de la charla.
Cuando surge la recurrente disputa entre los que ya no fuman y los que están apenas dejando de fumar, mientras los fumadores sacan sus cajetillas, se ofrecen cigarros, los prenden y los aspiran ahítos de placer, Frei Betto recuerda las palabras que Cristóbal Colón empleó para describir a los indígenas ''del color de la canario" que, en la isla de Cuba, ''tenían unos cilindros que por un lado echaban humo y por el otro lado echaban luz", síntesis naif que lo sumerge en un estado efímero de absoluta felicidad y lo lleva a recordar que, sólo 30 años después de que Europa leyera esa carta del descubridor del continente americano, llegaron a Cuba dos franceses que se encargarían de la popularización comercial del tabaco.
-Uno se llamaba Tabac y el otro Nicot -aseguró blandiendo el tenedor sobre los fideos. Y alzó la cabeza, los anteojos, la nariz para seguir especulando-. Si se hubieran invertido los papeles de estos hombres en la historia, hoy tal vez la gente fumaría una hierba conocida como nicote y contraería enfisema o cáncer de pulmón debido a la tabaquina.
En la primera página de su libro más reciente, Treze contos angelicos e um diabólico, una vez que hemos hablado de México, del subcomandante Marcos, de Vicente Fox, y de ''este alcalde del Distrito Federal que parece muy interesante, del que no sé prácticamente nada", Frei Betto me da su autógrafo que a la letra dice: ''Jaime, o diabo nao merece a nossa fe (el diablo no merece nuestra fe)". Por eso, mucho me llenará de estupor el que una semana después, entre tantos desperdicios, la basura del Internet arrastre a mi buzón el artículo que un delirante vendedor de pescado tituló con estas palabras: ''Ultimátum de Frei Betto al PRD y López Obrador". Apuesto, pensé, doble contra sencillo a que quien le achaca tal cosa miente con todos los dientes, y preferí quedarme con el recuerdo del singular intelectual brasileño, cuando decía a los que cenábamos con él: ''Río de Janeiro es la ciudad más linda del universo, Buenos Aires está hecha de nostalgia y París es una impostura. Un día fui a ver al director del Louvre y le dije: ¿cómo pusieron esa horrible pirámide de cristal? Pero él me hizo entender que todos los edificios de ese museo, cuando los inauguraron eran también horribles. Hoy son considerados el máximo de la belleza. Y lo mismo ocurre con la moda. No hay mujeres peor vestidas que las francesas, pero el mundo las imita, porque lo que pasa es que París todo lo vende, todo lo glamuriza".