Musicalidad en el Quijote
Todo en la obra de Miguel de Cervantes Saavedra se levanta sobre un ''lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme" (ver artículo de Fernando Vallejo en El País", 10 de septiembre) Lugar hechizado, afantasmado por una musicalidad original, llena de una honda sugestión indecible, pero nada atrae ni absorbe tan imperativamente y al mismo tiempo tan suavemente como sus contrastes y sus contradicciones. (Ver el artículo del rector Juan Ramón de la Fuente, en la revista de la UNAM, del mes de septiembre), lo imprevisto de sus magias, el secreto, sus encantos y la escueta y concentrada elegancia de lo incognoscible.
Peregrinar en la imaginación por la extraña fiebre de las tierras castellanas es penetrar en vastos sonidos musicales originales en los que una luz velada, que es sombra transparente y fluida que recoge gravemente al espíritu, y dispone al hondo y condensado goce espiritual de sentir y amar una belleza sugerida levemente.
La obra cervantina tiene un misterioso encanto. Un dejar en el cuerpo una huella, un trazo, un abrirse paso infinito, una escritura no fonética inolvidable. Trazos que al abrirse no tienen final. Letras que mudan su propio trazo, las abiertas se cierran y las cerradas se abren y vuelven a mudarse de sitio y se trasponen con disfraces, colores, visajes y gestos diferentes, y generan nuevas imágenes maravillosas, secretas y misteriosas, acerca de ''algo que se nos va".
Triangulación derridiana entre sujeto, luz y conocimiento que ya no podrán ser contenidas en un concepto. Experiencia subjetiva anunciada por Freud y consciente desde antes en el cervantismo que aporta a la experiencia signada por la intersubjetividad.
Enigma metafórico, que no maneja metáforas, si manejar metáforas es hacer alusión con lo conocido o lo desconocido. Sino insistencia en la inversión metafórica que la vuelve enigmática en el correlativo enigma de un punto de vista que se coloca del lado del sujeto como ''gesto" decisivo, culminación y moderno comienzo de un viaje, en el que el viajero (nosotros, yo) creerá elegir el camino mientras no nos demos cuenta de que somos, soy el efecto del viaje (como diría Rovati).