Se negaba a revelar sus fuentes sobre la filtración de la identidad de agente de la CIA
Recién excarcelada, Judith Miller rompe el silencio ante gran jurado
Aceptó declarar luego que su informante la liberó del deber de mantener la confidencialidad: NYT
El testimonio de la reportera despejaría la vía para cerrar investigación que puede afectar a Bush
Ampliar la imagen La reportera Judith Miller, de The New York Times, afuera del tribunal en Washington donde rindi�stimonio ante un gran jurado federal que investiga qui�filtr� identidad de una agente encubierta de la CIA FOTO Ap Foto: Ap
Washington, 30 de septiembre. Judith Miller, la reportera del diario The New York Times que fue encarcelada en julio de este año por negarse a revelar sus fuentes, declaró hoy ante el gran jurado federal que investiga quién filtró la identidad de una agente encubierta de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Estados Unidos.
El caso despertó gran interés en la opinión pública estadunidense, porque el encarcelamiento de Miller fue considerado el fin de la inmunidad de los periodistas.
Miller -excarcelada ayer después de 12 semanas en una prisión cerca de Washington- se negaba a revelar sus fuentes al fiscal Patrick Fitzgerald, quien investiga una filtración de información sobre la identidad de una agente de la CIA.
Es posible que la filtración, que podría provenir directamente de la Casa Blanca, constituya un delito penal en Estados Unidos, pues las leyes consideran un acto criminal revelar la identidad de un agente de la CIA.
El ex embajador estadunidense Joseph Wilson, quien criticó el manejo que hizo el gobierno del presidente George W. Bush sobre las armas de destrucción masiva iraquíes, acusó en el verano de 2003 a la Casa Blanca de revelar, en venganza, que su esposa, Valerie Plame, era agente secreta de la CIA.
Las filtraciones sobre la identidad de la agente parecen haber estado destinadas a desacreditar a Joseph Wilson.
Según The New York Times, Miller aceptó declarar ante el gran jurado luego de que su fuente la liberó del deber de mantener la confidencialidad de lo que él le dijo.
El origen de la información, funcionario del vicepresidente
La fuente en cuestión es Lewis Libby, director de gabinete del vicepresidente Dick Cheney. Libby recibió a Miller el 8 de julio de 2003 y tuvo varias conversaciones telefónicas con ella esa misma semana.
El abogado del funcionario, Joseph Tate, explicó que su cliente liberó de su promesa a Miller hace más de un año, pero que la periodista quería asegurarse de que no hacía eso por obligación y por eso habló con Libby por teléfono desde la cárcel. "Quería escucharlo directamente de Libby y asegurarse que era una opción voluntaria", indicó.
Fitzgerald, quien casi ha cerrado su investigación, pidió a Miller desde hace más de un año que revelara el tenor de sus conversaciones con Libby.
Sin embargo, se mantiene el misterio sobre las causas por las que eso llevó tanto tiempo, así como por qué no ocurrió antes del encarcelamiento de Miller a principios de julio.
Miller es una reportera especializada en temas de seguridad nacional y en Medio Oriente, muy controvertida por la cobertura que ha realizado sobre el tema de las armas de destrucción masiva en Irak.
En su momento, ella defendió la decisión de la Casa Blanca de invadir el país árabe, bajo el supuesto de que los arsenales de destrucción masiva existían.
Recibió el premio Pulitzer en 2002 por una serie de artículos sobre Osama Bin Laden, con un pequeño grupo de colegas del diario.
"Yo era una periodista; hacía mi trabajo, protegiendo a mi fuente hasta que mi fuente me dejó en libertad de cumplir con mi deber cívico de declarar", afirmó Miller a la salida del tribunal en Washington, cinco horas después de prestar su testimonio a puertas cerradas.
"Pasé 85 días en la cárcel por mi convicción sobre la importancia de preservar la relación confidencial que tienen los periodistas con sus fuentes. Créanme, no quería estar en prisión", agregó.
Abogados conocedores del caso dijeron que el testimonio de la periodista parece despejar el camino al fiscal Fitzgerald para cerrar su investigación -que ha durado dos años- sobre quién filtró la identidad de Valerie Plame dentro de la administración Bush, y si se quebrantó alguna ley.
Con el testimonio de Miller, añadieron, Fitzgerald podría acelerar la emisión de autos de procesamiento, o podría concluir que no se cometió ningún delito y poner término a la investigación, posiblemente con un informe final sobre sus averiguaciones.
El resultado podría afectar al gobierno de Bush, ya tambaleante por las críticas a su respuesta al huracán Katrina, el manejo de la guerra de Irak y por el procesamiento del líder republicano de la Cámara de Representantes, Tom DeLay.
La filtración alcanzó también al principal asesor político del mandatario republicano, Karl Rove. Fitzgerald ya había obtenido la cooperación de Matthew Cooper, periodista de la revista Time, que sí testificó tras recibir "consentimiento personal expreso" de su fuente para revelar su identidad.
Cooper afirmó ante el gran jurado que Rove fue la primera persona que le habló de Plame, aunque aclaró que no le dijo su nombre. Según el periodista, también habló con Libby sobre la agente de la CIA y su marido, el ex diplomático Wilson.
La Casa Blanca ha mantenido desde el principio que ni Libby ni Rove tuvieron nada que ver. Los cargos contra Rove y Libby refuerzan la impresión pública de que los republicanos que gobiernan en Washington están ahogados en corrupción.
La Casa Blanca ha rehusado comentar algo respecto de la investigación. Sin embargo, el presidente Bush "quiere llegar hasta el fondo" en el caso, informó a la prensa su vocero, Scott McClellan.
Tanto Miller como Cooper se negaron inicialmente a revelar el nombre de sus informantes. Alegando el derecho constitucional a la libertad de expresión, llevaron sus casos a la Corte Suprema de Justicia, pero el recurso les fue negado.
Miller fue enviada a prisión el 6 de julio a pesar de que nunca escribió un artículo sobre el caso Plame, pero otros medios publicaron informes similares en 2003.
El columnista Robert Novak fue el primero que reveló la identidad de la agente en una columna el 14 de julio de 2003, citando a dos responsables de la administración, poco después de que Wilson publicó un artículo acusando al gobierno de Bush de utilizar la información de los servicios de inteligencia para su provecho respecto a la guerra en Irak.
Por su parte, el máximo responsable de The New York Times elogió el comportamiento de Miller, que trabaja en ese rotativo desde 1977. "El compromiso de Judy de proteger la confidencialidad de sus fuentes ha sido inquebrantable", señaló Arthur Sulzberger. "Estamos muy satisfechos de que finalmente haya sido directa y voluntariamente autorizada a testificar".
Por su parte, los demócratas pidieron a Bush que despida a Rove, el arquitecto de sus dos victorias presidenciales y ahora su jefe de gabinete, o que bloquee su acceso a información clasificada.
La organización Reporteros sin Fronteras se mostró satisfecha por la liberación de Miller.