El MST ante la coyuntura brasileña
Ampliar la imagen Lula, rodeado por varios mandatarios latinoamericanos en el palacio presidencial de Brasilia FOTO Reuters Foto: Reuters
Queridos amigos y amigas del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST): Creemos importante que ustedes sepan realmente lo que pensamos. En la reunión de la Coordinación Nacional del movimiento, con más de 250 compañeros y compañeras de todos los estados y sectores, analizamos la coyuntura política y nuestro comportamiento frente a ella. Presentaremos, de forma sucinta las principales deliberaciones políticas de nuestro movimiento, las que orientarán nuestras acciones prácticas.
1. Sobre la corrupción
La corrupción es un método endémico al que recurren las clases privilegiadas para apoderarse de los recursos públicos en un Estado poco democrático. Observamos que existe una corrupción totalmente ilegal que, generalmente, beneficia intereses personales, y otra practicada con métodos legales -pero inmorales e ilegítimos- que esconden la apropiación de recursos públicos por un grupo económico, un sector específico de la clase dominante o por todos los ricos.
Las tasas de interés aplicadas en Brasil y las transferencias de recursos públicos hacia los bancos, superiores a 100 mil millones de reales por año, son un ejemplo inequívoco de esto.
Hay otra cuestión importante: de manera general, los medios de comunicación y las elites protegen a los corruptores y nos impiden identificar a los verdaderos culpables. ¿Quiénes son los propietarios de los millones de recursos desviados hacia las campañas electorales? ¿Qué intereses están detrás de las inversiones millonarias hechas en las campañas políticas?
Creemos que es imprescindible exigir la penalización de todos los casos de corrupción, además que, en particular, exigimos cambios profundos en el sistema de representación política y partidaria; es la única posibilidad de combatir la corrupción sistémica que reina en el país.
2. Sobre el gobierno de Lula
El pueblo brasileño eligió al gobierno de Lula para hacer cambios, al votar por el programa de compromisos de campaña, distribuido ampliamente en toda la población. El gobierno electo se comprometió también a promover los cambios, pese a mantener su entendimiento con los dueños del capital. Las articulaciones políticas del gobierno frustraron a todos y desfiguraron la voluntad manifiesta de por lo menos 55 millones de electores. Hubo una perversa componenda entre fuerzas políticas, incluyendo a los conservadores de derecha, que asumieron puestos destacados en el Banco Central y en los ministerios de Hacienda, Agricultura y Desarrollo, Industria y Comercio.
En julio pasado, en medio de una profunda crisis política, el gobierno promovió una reforma ministerial que reforzó aún más la alianza con los sectores conservadores. Por eso decimos que este gobierno está desfigurado. No contamos de ninguna manera con el gobierno que elegimos en 2002. No tenemos un gobierno de izquierda ni de centroizquierda: vivimos bajo un gobierno de centro, mientras la derecha controla la política económica. Digamos adiós al gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) y a sus compromisos históricos. Sufrimos las consecuencias de un régimen ambiguo, compuesto por fuerzas políticas de la sociedad que van desde la derecha hasta la izquierda, y que muy poco tienen para ofrecer. El gobierno perdió la oportunidad, a lo largo de su mandato, de consultar al pueblo sobre cuestiones estratégicas para nuestra sociedad, como deuda externa, tasas de interés, transgénicos, juegos de azar, autonomía del Banco Central, recanalización del río San Francisco, la ley Kandir sobre previsión social, etcétera. Y, seguramente, el pueblo hubiese optado por los cambios y le daría en ese sentido apoyo al gobierno, pero éste prefirió oír sólo a los políticos tradicionales.
3. Ejecutivo y reforma agraria
Creímos que la victoria electoral de Lula representaba una modificación en la correlación de fuerzas y favorecería la reforma agraria. Fue elaborado el Plan Nacional de Reforma Agraria que previó el asentamiento de 400 mil familias en un periodo de cuatro años, además de los cambios en el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra), la capacitación de los asentados y la unión de la reforma agraria con la agroindustria. Pasados dos años y medio, constatamos que la reforma agraria camina a paso de tortuga. El gobierno fue incapaz de implementar un plan propio, y le faltó coraje para enfrentar los estorbos a la reforma agraria que no funciona porque:
a) se mantiene un estado administrativamente organizado contra los pobres, para atender sólo a los ricos;
b) el gobierno creyó en la idea falsa de que el agronegocio sería la solución para la pobreza del campo, pero éste beneficia únicamente a los exportadores y a las trasnacionales agrícolas;
c) el gobierno no se percató que al mantener una política neoliberal impide la realización de todo programa de reforma agraria. La política neoliberal corta recursos de inversión, concentra renta, prioriza exportaciones y desemplea. La política que defendemos distribuye renta, genera empleos, desarrolla el mercado interno y fija al hombre en el medio rural; para ello, la reforma agraria es apenas un instrumento de esa política.
Descontentos, realizamos la Marcha Nacional. Durante 17 días reunimos a 12 mil caminantes en torno al mismo objetivo. Conseguimos que el gobierno renovara con nosotros siete compromisos con la finalidad de acelerar la reforma agraria. Poco se cumplió: del compromiso de asentar 115 mil familias este año, hasta ahora sólo se han concretado unas 20 mil. Otras 120 mil familias continúan viviendo en campamentos, esperando en condiciones subhumanas. La prometida normativa que modifica los índices de productividad para calcular los valores en las renuncias de apropiación, no fue publicada hasta ahora, aunque se trata de simples actos administrativo de dos ministros. Estamos cansados de oír a los gobernantes hablar acerca de la falta de recursos, mientras los bancos nadan en miles de millones de reales transferidos por el Estado.
¡El gobierno de Lula tiene un deuda inmensa con los sin tierra y con la sociedad brasileña en cuestión de reforma agraria!
4. Sobre el PT y las izquierdas
El MST mantendrá su línea política histórica: es autónomo, tanto en su relación con los partidos políticos como frente al gobierno y al Estado. Así nos comportaremos también en esta crisis.
Individualmente, como ciudadanos y militantes sociales, los integrantes del movimiento se suman a la perplejidad de los brasileños ante la revelación de los métodos que el PT utilizó para hacer política. Las campañas electorales mercantilizaron el voto: fueron pagadas a precio de oro y dirigidas por mercantilistas alquilados, transformándose en un fin en sí mismas. Actualmente, la corrupción denunciada es sólo el fruto del método utilizado. Lo que impresiona es cómo sectores de izquierda utilizaron los mismos métodos de la derecha y se equipararon con ella. Ese es el acabose de aquello que llamamos política.
Por eso defendemos los métodos de la izquierda de hacer política, centrados en el debate en torno a las ideas, en la formación de la militancia, en el trabajo de base y en la organización consciente del pueblo como única fuerza capaz de hacer cambios en nuestro país.
5. Sobre la naturaleza de la crisis
Consideramos que la crisis que estamos viviendo no está restringida a la denuncia de la corrupción: es mucho mas grave. Se trata de una crisis de modelo. Los empleos generados, muy por debajo de las promesas de campaña, son insuficientes para atender las nuevas demandas de los jóvenes que ingresan al mercado del trabajo. Enfrentamos una crisis social: los pobres apenas si pueden luchar por su sobrevivencia y, en varias áreas, son divisadas señales de barbarie social, como el agravamiento de la violencia. Estamos viviendo en medio de una crisis política: la población no se reconoce en este sistema de representación, no tiene el poder político y no puede ejercitar lo que la Constitución Federal dice, que todo poder emana del pueblo. Al pueblo le dan rabia los políticos, y los ve a todos como iguales. Ese "todos" nos lleva a una crisis ideológica, consecuencia de la falta de debate en la sociedad sobre un proyecto para el país. Tememos por la prolongación de esa apatía.
6. Quienes son los enemigos del pueblo
Comprendemos que los verdaderos enemigos son las clases dominantes, que se enriquecen cada vez más a costa del pueblo. Son los intereses del capital extranjero ejecutados mediante las acciones de las transnacionales, de sus bancos, de la deuda externa, de la transferencia de la riqueza al exterior. Son los grandes capitalistas brasileños que se subordinaron a aquellos intereses y le dieron la espalda al pueblo. Es el sistema financiero nacional, y son los latifundistas que continúan acumulando tierras y defendiéndolas de cualquier manera. Es la política de George W. Bush, que quiere consolidar en América Latina un mercado para las empresas estadunidenses, controlar nuestra biodiversidad y nuestras semillas.
El gobierno de Lula puede encontrar en el pueblo un aliado para combatir a los enemigos. Pero precisa enseñar de qué lado está: si con las clases dominantes o con los pobres. No soluciona nada con discursos, el camino se hace mediante cambios claros en la actual política económica y social.
7. Sobre las salidas a la crisis
Comprendemos que la salida de la crisis no depende sólo del gobierno, del presidente, de los partidos políticos o de las elecciones en 2006. Dependerá de un amplio aglutinamiento de todas las fuerzas sociales, organizadas para realizar una verdadera convocatoria para debatir y construir un nuevo proyecto para nuestro país.
Un proyecto de desarrollo para nuestro país que coloque en primer lugar la soberanía popular; que organice una política económica enfocada en la solución de las principales necesidades de la población, como trabajo, renta, tierra, vivienda, escuela y cultura. Un modelo que priorice la vida de las personas, la construcción de una sociedad con menos desigualdad e injusticias sociales. Requerimos una reforma constitucional que modifique el actual régimen político, que incorpore mecanismos de democracia directa. Necesitamos el derecho a convocar plebiscitos, a realizar consultas populares. Deseamos ver democratizado el sistema partidario y de representación política. Todo es un largo camino que se hace preciso empezar a recorrer inmediatamente. Hay que estimular el debate en la sociedad, en todos los espacios. Sólo así el pueblo tendrá en sus manos la convicción de que los cambios sociales serán consecuencia de su organización y lucha.
Continuaremos con la formación de militantes, de luchadores y del pueblo, elevando su nivel de conciencia y de cultura. Es necesario democratizar los medios de comunicación, construir medios alternativos, mediante radios comunitarias, televisoras comunitarias y públicas, para que el pueblo tenga acceso a información correcta.
8. Movilizaciones
Frente a esta evaluación de la crisis y de la coyuntura, convocamos a toda la militancia del MST, a la base de los movimientos de Vía Campesina y a los movimientos sociales urbanos, a que sumen esfuerzos para movilizarse y organizarse. A lo largo de septiembre y octubre, realizaremos asambleas estatales populares, para discutir un nuevo modelo económico, concluyendo con nuestra asamblea nacional popular y la convocatoria para un nuevo Brasil a realizarse a finales de octubre en Brasilia.
*Economista y especialista en economía agraria, y miembro de la dirección nacional del MST
Traducción: Rubén Montedónico