México y Canadá cierran los ojos ante el problema: ONG
Trabajadores temporales viven en pésimas condiciones
El consulado "no nos aliviana"
"Los hindús están pior"
Ampliar la imagen Imagen hist�a de braceros mexicanos trabajando en campos de Salinas, California, en 1956 FOTO Reuters Foto: Reuters
Las autoridades canadienses y mexicanas que ayer se congratularon por la buena marcha del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales, con motivo de la visita del presidente Vicente Fox a Vancouver, no conocen la casa donde viven el zacatecano Daniel García, el oaxaqueño Mauro Ignacio Sarmiento, el duranguense Isidro Rodríguez Ayala y 41 hombres más en Fraser Valley, Columbia Británica. Es una ruinosa construcción de dos plantas, piso de cemento y paredes de madera "pelona". Cada migrante paga 25 dólares de renta al mes. Se dedican a la pizca de moras.
Daniel García la describe en conversación telefónica: cuenta con dos baños y una plomería a punto del colapso, cocina, recámaras donde se hacinan cuatro o cinco hombres. Los inquilinos que no caben en la casa duermen en dos tráileres sin calefacción; 10 en cada uno. Cuando llegan de noche de los campos, sudados y agotados, el agua es insuficiente para que todos se bañen. La mayoría preparaba sus alimentos al aire libre, en parrillas, pero ya empezaron las lluvias y el invierno se anuncia. Dos estufas para la cena de 40 hambrientos son insuficientes.
El contrato que firmaron con el programa que administra en México la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) establece, entre otras cosas, que los patrones canadienses se comprometen a proporcionar, a cambio de rentas moderadas, vivienda con todos los servicios. Al menos para los empleados de la granja Purewal Blueberry Farm, esta cláusula no se cumple.
La que sí conoce la casa, las pésimas condiciones de hospedaje de estos mexicanos y la violación al contrato de trabajo es Mercedes Vázquez, representante del programa en el consulado de México en Vancouver. "Ella ha venido, ha visto todo, nos ha escuchado. Pero nomás dice que sí, no nos dice cuándo. No nos aliviana como debe ser", se quejan.
Otra cláusula violada es la que fijaba un mínimo de ocho horas de trabajo diarias con un pago de 8.30 dólares canadienses por hora, el verdadero imán que hace que decenas de miles de campesinos que llegan a leer los avisos del programa en los diarios locales, en sus pueblos, se enganchen como braceros en la millonaria agroindustria de Canadá. Según un estudio de Tanya Basok, publicado en la revista Migración Internacional, en los programas de braceros México-Canadá un campesino puede ganar en ocho meses lo que en México ganaría, si acaso, en cinco años.
Pero la temporada de la mora está terminando, las lluvias anuncian el invierno y, aunque el contrato vence hasta diciembre -es por cinco meses y 15 días-, los migrantes ahora son empleados cuatro horas al día, con la evidente merma de su cheque semanal. No saben qué les depara el día a día en la medida en que baje el termómetro.
"¿Los hindús?, esos sí están más pior"
Como dice Mauro. "Cuando vi el anuncio del programa en el periódico, allá en Tuxtepec, pensé que si venía podía asegurarme la vida. Pero viéndolo bien, aquí está pior". Aunque se lo piensa unos segundos. "Otros están más pior, los talibanes ésos, los hindús. A ellos les pagan mucho menos que a los mexicanos, les gritan y ellos nomás se agachan."
La organización Justicia para Trabajadores Migrantes (J4MW, por sus siglas en inglés), que con motivo de la gira de Fox reiteró su demanda de que se abra una mesa de negociación para discutir las pésimas condiciones laborales de quienes firman el contrato bilateral, señala "la aguda discriminación salarial entre trabajadores migrantes y no migrantes" entre uno de los puntos de "toda una letanía de problemas" que afectan a estos trabajadores.
Muchos, cuando llegan por primera vez, no conocen los términos de los contratos que amparan su trabajo. Fue el caso de Isidro Rodríguez Ayala, originario de El Salto, Durango. A los ocho días de llegar enfermó de varicela. Como no avisó al patrón dentro de las primeras 48 horas, perdió el salario de los días que estuvo incapacitado. Pese a que cada migrante paga 85 dólares de seguro médico, ellos tienen que pagar consulta, clínica y fármacos, y esperar el rembolso posterior.
En algunas granjas las condiciones son inhumanas, como las dedicadas al cultivo del arándano. Este fruto se recoge en plantaciones inundadas. Los trabajadores pasan hasta ocho horas con las piernas enfundadas en botas de pescador con el agua hasta medio muslo. A las pocas semanas empiezan los calambres y reumas. "Nos resentimos en las noches", dicen. Lo que los impulsa a volver a la plantación al día siguiente es pensar en el cheque que podrán enviar a algún pueblo de Hidalgo, Tlaxcala, Querétaro, al cumplirse la quincena.
Muchos prefieren reservar sus nombres al hacer sus denuncias. Los patrones suelen hacer listas negras con quejosos o inconformes y son vetados en próximas contrataciones. Hay, por ejemplo, granjas que han decidido no contratar gente de Veracruz, por antecedentes de protestas.
En las plantaciones de tabaco de Ontario estos problemas se agregan a que se incumplen los reglamentos sobre el uso de agroquímicos. Según un estudio del Instituto Canadiense Norte Sur de Desarrollo Internacional, una cuarta parte de los trabajadores mexicanos de la industria tabacalera canadiense debe manipular sustancias peligrosas. Menos de la mitad recibe capacitación previa. Una cifra similar no cuenta con máscaras ni otro equipo de protección. Una cifra indeterminada de trabajadores enfermaron. Sólo 70 por ciento notificaron al patrón y de éstos sólo 35 por ciento recibieron atención médica.
La queja más frecuente se refiere a los horarios de descanso que no se respetan. Eso ocurre en las empacadoras de legumbres de la región de Abboford. La noche en que La Jornada conversó telefónicamente con los trabajadores de esa empacadora se quejaban de que el patrón los había llevado a su casa a las 10 de la noche. Habían trabajado desde las 7 de la mañana bajo la lluvia en la línea de empaque de coliflor, sin descanso ni comida. Claro, cuentan con botas e impermeables que han tenido que comprar ellos mismos, por casi 100 dólares, aunque el contrato dice que la empresa dotará el equipo.
"Aquí el patrón presiona mucho y nos tiene prohibido hablar o reírnos." Además, ese día recibieron una mala noticia. Debido a que se adelantaron las lluvias el contrato terminará antes. En dos semanas los mandarán de regreso, cuando ellos habían calculado recibir sus quincenas hasta finales de octubre. "En nuestras casas contaban con ese dinero. Ahora no lo tendrán."
Pese a todo, si se les pregunta si volverían el año próximo responden: "La verdad sí. En mi pueblo no hay trabajo". Otro: "Al venir perdemos mucho. Lo familiar no se compensa con el dinero, que es a lo que venimos. Pero lamentablemente, se necesita".
¿Explotación disfrazada o alternativa redituable?
La STPS anuncia el programa como "alternativa de ocupación segura y redituable para trabajadores que se encuentren en periodos de desempleo temporal". Los requisitos son tener entre 22 y 45 años, ser casados y con hijos -para asegurar su deseo de regresar-, tener mínimo tercero de primaria y máximo tercero de secundaria.
Pero J4MW, que cuestiona los proyectos bilaterales de expandir el programa, considera que este plan bracero disfraza una situación de explotación y que las autoridades de México y Canadá cierran los ojos ante las "deplorables condiciones laborales" que se dan en el marco del programa.
Erika Fuchs, de J4MW, demanda que antes que nada, ambos gobiernos se aseguren de que los contratados sean manejados con respeto y dignidad. Denuncia que efectivamente los consulados mexicanos en Canadá no han respondido a las denuncias de los connacionales.