Editorial
Intolerancia religiosa
Poco a poco, el protestantismo está creciendo en México, sobre todo en zonas predominantemente indígenas, aunque también este fenómeno ocurre en zonas rurales mestizas y barrios urbanos pobres. La presencia de evangélicos y adventistas, entre otros, ha sido motivo de conflictos religiosos con sus vecinos católicos, quienes en algunos casos los han amenazado, agredido y en muchas ocasiones expulsado de sus comunidades, expresiones de intolerancia inadmisibles en un estado de derecho.
Por otra parte, en muchas de estas manifestaciones de odio por motivos religiosos subyacen problemas vinculados con los cacicazgos y la tenencia de las tierras, entre otros factores.
La intolerancia ha aumentado en años recientes. Ayer sábado, católicos de San Nicolás Ixmiquilpan, Hidalgo, lanzaron un ultimátum a una minoría de evangélicos: les dieron un plazo de 30 días para dejar el pueblo. La supuesta razón de esta amenaza fue que los evangélicos pretendían construir su propio templo. Pero este argumento, de por sí inaceptable, no es más que un pretexto que deja entrever otras motivaciones. "El terreno (donde se iba a edificar la iglesia) se les decomisará, porque los evangélicos no han hecho faenas (...) No se vale que unas familias no tengan nada y unas cuantas tengan entre 3 mil y 4 mil metros de tierras y no aporten nada a la comunidad", declaró el delegado del lugar, Pablo Beltrán Ibarra.
En muchos pueblos del país, las labores agrícolas y otras actividades se realizan comunitariamente y están vinculadas con prácticas religiosas: quienes hacen su parte tienen acceso a todos los derechos, quienes se niegan a participar dejan de ser miembros de la comunidad. El verdadero meollo de muchos conflictos consiste en la manera en que está organizado el trabajo agrícola y en el control de la tierra, no en las diferencias religiosas. Por ello, casos como el de San Nicolás Ixmiquilpan se repiten ahí donde hay minorías protestantes.
En agosto pasado, 70 familias de huicholes evangélicos de Agua Fría, municipio de Mezquitic, Jalisco, huyeron hacia Nayarit debido a que los caciques del lugar amenazaron con quemarlos vivos. En el origen de esta expulsión está, una vez más, la negativa de los protestantes a participar en tareas comunitarias y cooperar para algunas festividades católicas, lo que derivó en un conflicto por la tenencia de las tierras.
Las autoridades estatales negaron a los evangélicos el derecho constitucional a profesar públicamente su creencia religiosa e inclusive los responsabilizaron por este conflicto: "Crean lo que gusten, pero no lo expresen socialmente mediante conductas que contradigan los valores ancestrales y tradicionales; ustedes no tienen derecho a cambiar de creencias, y si las cambian asuman las consecuencias que su rebeldía les ocasione", dijo el secretario de Desarrollo Humano de la entidad, Rafael Ríos Martínez.
Uno de los estados que presenta más roces entre católicos y protestantes es Chiapas, principalmente en municipios de la zona de los Altos, donde el porcentaje de evangélicos se sitúa entre 20 y 50 por ciento de la población. En San Juan Chamula, gobernado desde hace más de 30 años por caciques tradicionalistas, las autoridades han amenazado, hostigado, asesinado y expulsado al menos a 35 mil evangélicos para mantener su control político y administrativo en la región.
Las diferencias religiosas han servido en algunos casos para hacer de los protestantes el chivo expiatorio de problemas que nada tienen que ver con la fe que cada quien profesa. Y es que la presencia de grupos protestantes ha puesto al descubierto irregularidades que han persistido protegidas por un presunto apego a otras prácticas. Mientras no se construya una cultura de respeto y tolerancia religiosa, y no se encuentren otras vías para resolver tales problemas, la religión seguirá siendo un peligroso catalizador de estos conflictos.