El enano de mayor estatura
Descrito de manera clínica, el PRI es para el país un cáncer crónico que ya sólo funciona con quimioterapias tan agresivas que ya resulta más dañina la cura que la enfermedad. La recuperación da miedo.
El PAN presenta una enfermedad terminal con un gobierno en estado vegetativo: mantiene los signos vitales, pero no hay actividad cerebral. Aguantará el sexenio, mas ya no decide ni piensa, por lo que los herederos pelean a muerte por lo que queda.
El PRD vive una esquizofrenia: confundido, busca su identidad pregonando que es de izquierda mientras su candidato dice que no lo es.
Otros como Jesús Ortega, Pablo Gómez y Armando Quintero se reagrupan para salvar la "dignidad de la izquierda" en el Distrito Federal, pero se quedan sin opción, dejando como testimonio encuestas que no se publican, no por vergüenza, sino para no afectar la capacidad de negociación posterior con los dueños verdaderos del partido. Bajo la disyuntiva del enano de mayor estatura, el PRD es un entusiasta suicida jugando a la ruleta rusa.
Dada esta perspectiva, el país está atrapado y sin salida: un puñado de salvadores de la patria con las vestiduras desgarradas corren en mangas de camisa llamando a la decencia, reivindicando la tradición o arengando en mítines con discursos repetidos, pretendidamente incendiarios, que se disuelven en las plazas al regresar a la realidad de las encuestas.
Para los defensores de esta democracia no faltan opciones de derecha, centro e izquierda: están los peores y los menos peores. Está el miedo a la restauración priísta, la desolación por la continuidad panista y una izquierda ocupada e inexistente en la política electoral.
Estos partidos son perfectos para las elecciones porque las opciones son cromáticas, personales; sin embargo, en las ideas y los compromisos de fondo la geometría política converge en un solo punto: a lo que antes era un PRI y un PAN complementarios, se ha sumado el PRD para ser parte de esta democracia globalizada que aspira a ser vista como opción por la vieja oligarquía.
El país no puede avanzar si se mantiene este esquema de partidos disfuncionales y sin compromiso. La existencia de partidos transgénicos, hechos a la medida del consumo político para que nada fundamental cambie, pero que sea "democrático", no sólo derrumba y retrasa las posibilidades de recuperación de la identidad del país, sino que lo envilece y pone en entredicho la necesidad de la política. Esto es grave, pues refleja el agotamiento de las instituciones y de la política como instrumento de cambio.
¿Qué es más saludable en estas circunstancias de gran vacío? ¿La descomposición gradual o la ruptura?
Hoy resulta que quienes han gobernado desde la clandestinidad y han hecho los mayores negocios con los subsidios, las crisis, los fraudes bancarios, la evasión fiscal, la fuga de capitales, las privatizaciones, los rumores, los miedos, los prejuicios; quienes han sido instigadores de la violencia y la represión contra las propuestas de cambio y justicia, los que han hundido al país una y otra vez por la "unidad nacional" o con su entreguismo, ahora son los que se ofrecen como opción frente al vacío que han dejado los partidos políticos.
La unidad empresarial ha dado un cambio estratégico y se ha organizado para enfrentar el vacío. Los empresarios han cambiado de práctica: antes daban dinero a los candidatos para proteger sus intereses, ahora se han organizado para financiar ordenadamente sus opciones. Esto no significa que ya no repartirán, pero sí que destinarán el grueso de sus recursos a quien será su apuesta.
Llama la atención y causa confusión que en el discurso de la unidad empresarial existan definiciones más claras y estructurales que el chorizo de los 50 puntos planteados por el candidato del PRD. La definición de que "está agotado el esquema neoliberal" significa que el capital oligárquico ya huele que la globalización va contra sus intereses, por lo que desea levantar una posición proteccionista frente a la actitud del gobierno actual, que debilitó en extremo la capacidad de negociar intereses con Estados Unidos.
Esta reacción "nacionalista" del empresariado en el Castillo de Chapultepec es un acto desesperado frente a su propia obra de combatir en su momento toda legitimidad del poder político y hacer del sistema de partidos su teatro de marionetas.
Celebremos México, el pacto de Chapultepec y la descomposición del sistema de partidos son parte de la misma crisis que se avecina y de un país que ha naufragado... ¿Habrá remedio?