Usted está aquí: jueves 6 de octubre de 2005 Economía ¿Acuerdo nacional?

Orlando Delgado Selley

¿Acuerdo nacional?

En el escenario político-electoral que se vive tiene relevancia plantear las metas que debieran reunir a todas las expresiones políticas y a los diferentes actores económicos y sociales. La concertación de propósitos puede desembocar en formular un plan de acción que le permita al país superar el decepcionante desempeño que muestra en todos los frentes. Es indispensable, además, cuando se propone cambiar el rumbo en el que estamos desde hace más de 20 años. Un nuevo rumbo en el que el funcionamiento del sistema económico esté plenamente subordinado a objetivos sociales que incorporen los valores globales, esto es, los valores que se han reconocido en esta etapa histórica.

Se trata de los derechos humanos, no sólo en su acepción política y civil, sino también en su contenido económico, social y cultural los que, junto con los derechos sociales y la equidad de género, constituyen una propuesta cada vez más compartida de que el propósito global tiene que ser la búsqueda del desarrollo humano, del desarrollo como libertad, del desarrollo integral. Este propósito demanda la concurrencia de los diferentes actores, superando lo que pueden hacer las instituciones políticas. Un factor decisivo es, por supuesto, el Estado. Para ello es indispensable abandonar la concepción de que mientras el Estado sea menor, resultará mejor.

En un texto fundamental escrito hace 60 años, Karl Polanyi planteaba que "la economía liberal impartió una dirección falsa a nuestros ideales... Se promovió la ilusión radical de que no hay en la sociedad humana nada que no derive de la volición de los individuos, de modo que no pueda ser eliminado también por ella... El poder del Estado no importaba, ya que el mecanismo del mercado operaría con mayor regularidad entre menor fuese tal poder." (La Gran Transformación, FCE, p.318) Nuevamente el reclamo resulta pertinente.

Para estar en posibilidad de avanzar en los objetivos sociales hace falta un Estado capaz, sólido, con recursos y con un proyecto derivado no sólo del mandato electoral, que puede ser laxo, sino de acuerdos específicos que comprometan a quien gobierne. Esta es la importancia de un acuerdo nacional. No parece que el Acuerdo de Chapultepec, promovido por los grandes empresarios del país tenga este carácter. Al contrario, es un documento que, desde una sola perspectiva, formula un catálogo de propósitos de diversa naturaleza en los que lo central es lo que no aparece.

Sin duda, requerimos crecimiento económico y empleo, más y mejor salud y educación. Para ello es útil "liberar la inversión productiva nacional de la capacidad de inversión del gobierno", "crear un clima favorable a la inversión privada y social". Pero evidentemente también es necesario establecer los beneficios que percibirían los trabajadores. Pueden crearse empleos que no se cubran, si la remuneración ofrecida es insuficiente para sufragar las necesidades básicas. Mucho puede decirse sobre la productividad y las ganancias, pero hay un hecho indudable: los salarios son vergonzosos.

La evolución de los salarios mínimos es ilustrativa. Una serie larga construida por el Banco de México permite conocer lo que se ha pagado en términos reales en 41 años. Desde 1964 el índice real de los salarios mínimos generales, en el que 1994 es igual a 100, ha tenido la siguiente evolución: en agosto de ese año fue de 169, cinco años después llegó a 210, en 1974 era de 240, en agosto de 1979 alcanzó 267, en 1984 se aprecia una importante reducción llegando a 181, en 1989 de nuevo se contrajo a 123, en 1994 fue de 99, cinco años más tarde fue de 76 y para agosto de 2005 llegó a 78. Esto muestra una remuneración que crece de 1964 hasta los años finales de los setenta, empieza a caer desde entonces de modo que en agosto de este año 2005 quienes reciben un salario mínimo ganan el 28 por ciento de lo que se ganaba en 1977.

Al mismo tiempo, los grandes empresarios mexicanos han incrementado su riqueza asombrosamente y compiten con relevancia en ligas mayores. Evidentemente, cualquier propuesta de acuerdo entre las partes que conforman nuestra nación tiene que hacerse cargo de esta impresionante situación. No puede formularse una propuesta de futuro si no se plantea mejorar los salarios. Empleo y salarios son un par indisoluble. Así que junto a la promoción de la inversión, es indispensable acordar mejores salarios. Los trabajadores se colocan en la informalidad debido a que se obtienen remuneraciones mínimas de 100-110 pesos, casi dos salarios mínimos y medio. Los migrantes ilustran la misma situación. Si se quiere acordar algo para el futuro del país hace falta actuar. Este es un posible terreno.

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