Terrorismo impune
Hoy se cumplen 29 años del estallido en vuelo sobre aguas de Barbados de un avión civil cubano ocupado por 73 personas. La nave de Cubana llevaba a bordo, entre otros, 11 jóvenes guyaneses que se dirigían a Cuba para estudiar; cinco ciudadanos de la R. P. D. de Corea; 22 integrantes del equipo juvenil de esgrima cubano -que regresaban del Campeonato Centroamericano y del Caribe con todas las medallas de oro-, y dos individuos con pasaporte venezolano que se bajaron en el aeropuerto de Seawell, Barbados. La primera explosión ocurrió cuando el avión tomaba altura desde Barbados rumbo a Jamaica, por lo que la tripulación hizo un esfuerzo desesperado para regresar a Seawell, pero segundos después hubo otra detonación en la cola que inutilizó los mandos e hizo desplomarse al mar el aparato en llamas ante los ojos aterrorizados de los bañistas en las playas cercanas.
Los dos individuos que se apearon en Barbados informaron del éxito de la "operación" a sus jefes en Caracas, los terroristas de origen cubano Orlando Bosh y Luis Posada Carriles. Luego, muertos de miedo, volaron a Trinidad y Tobago, donde fueron detenidos y confesaron el crimen con lujo de detalles a la policía. La CIA y la FBI, según documentos recientemente desclasificados, conocían con tres meses de antelación el plan y el nombre de sus autores, viejos agentes de ambos servicios. Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos no movió un dedo para impedir el sabotaje ni hizo nada para alertar a Cuba.
No debe extrañar, por eso, que Orlando Bosh circule libremente por las calles de Miami después de recibir el perdón presidencial de Bush padre y que Luis Posada Carriles esté a punto de correr con la misma o parecida suerte gracias a Bush hijo. Posada, que antes y después del atentado de Barbados ha intervenido en un sinnúmero de homicidios y sabotajes, ingresó ilegalmente a Estados Unidos en febrero de este año después de ser indultado en Panamá por un intento de asesinato de Fidel Castro. Las autoridades estadunidenses afirmaban no estar enteradas de su ingreso a Estados Unidos, o que podía ser "una fabricación de Castro", hasta que el asesino ofreció una embarazosa conferencia de prensa en Miami, que las obligó a arrestarlo. Eso sí, con consideraciones que no le dispensan usualmente a ningún detenido, mucho menos si es negro, árabe o musulmán. Días antes del arresto, Venezuela libró una solicitud a Estados Unidos para la detención de Posada con fines de extradición, ratificada el 13 de mayo de 2005, la cual ha recibido la callada por respuesta. Caracas se propone continuarle el proceso por homicidio de las personas que viajaban en el avión cubano, interrumpido cuando Posada escapó de la cárcel en Venezuela para incorporarse a la guerra sucia en Centroamérica a las órdenes de la CIA.
Estados Unidos está obligado por varios instrumentos internacionales a acceder a la demanda venezolana toda vez que existe un acuerdo de extradición entre los dos países, ambos son firmantes del Convenio Internacional sobre atentados con bombas a la aviación civil y los dos están sujetos a la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el terrorismo. Pero el terrorista sabe demasiado y la Casa Blanca tiene un gran interés en que burle la ley. De allí que eluda lo sustantivo, que es responder a la solicitud de Caracas, y lo haya encausado como inmigrante ilegal, una farsa judicial signada por la decisión del juez de que no debe ser deportado a Cuba o Venezuela, alegando que correría el riesgo de ser torturado. El sumun del cinismo: ¡el gobierno de Bush invocando el Convenio Internacional contra la Tortura! No aplicable, por cierto, en el caso de Posada, acusado en Venezuela de haber ordenado la tortura de numerosos luchadores sociales cuando enviado por la CIA fungió como comisario de la policía política de ese país. La decisión del juez, además, contradice un reciente dictamen del Departamento de Seguridad Interior (DSI) que en otro caso estableció que no existen pruebas de que en Venezuela se torture. Es curiosa la mención del juez a Cuba, que no ha solicitado la extradición de Posada. Se trata de un juicio "arreglado", donde la fiscalía (el DSI) se sumó descaradamente a la endeble defensa del terrorista. Nadie se asombre si éste, en unos meses, anda de nuevo libre, ya sea en otro país o en Miami. En esta última, se sumaría a la larga nómina de terroristas y torturadores allí abrigados por el líder mundial de la lucha contra el terrorismo.