Se offendendo
Alicia Martínez Alvarez se ha dedicado a un teatro de máscaras moderno desde sus inicios en su natal Xalapa. Su sólida preparación, que incluye cursos y seminarios con Jan Marie Binoche -a quien logró traer a México para que diera un taller que culminó con el montaje de la premiada Juan Volado- y la creación de un primer colectivo, Tablas y diablas en 1991, con el que escenificó ¿De qué te ríes? -el primer trabajo suyo que pudimos ver en el Museo de Antropología capitalino-, El cerco de Numancia, y la escenificación dirigida por Binoche. Tras algunos montajes, ya en el Distrito Federal, Alicia Martínez Alvarez emprende la aventura de un Laboratorio de las máscaras, cuyo primer trabajo, Se offendendo se presenta en un pasillo, tras el escenario del Convento del Carmen.
Se offendendo es una derivación del término latino se deffendendo, que quiere decir en defensa propia, que William Shakespeare utiliza en la escena de los clowns sepultureros de Hamlet en uno de esos equívocos en que desnuda la presunción grotesca de algunos personajes ignorantes, en este caso el Clown primero y que da lugar a una de esas enrevesadas y graciosas explicaciones acerca de si Ofelia resultó o no culpable de suicidio. La directora parte, como en sus anteriores escenificaciones, de improvisaciones de sus dos actrices (Carolina Politti e Isabel Ruiz), que después se recuperan para el espectáculo final, aunque defiere de lo hecho con su grupo veracruzano en que ya no otea el mundo prehispánico sino que se inspira en la obra shakespe-reana. También es diferente el uso de la máscara, pues en este Juego escénico, como lo llama, es el rostro de las actrices, con estilizadas narices, grotescas y rojas, de clown diseñadas por Sophie Leportier el que resulta una rígida máscara sostenida a lo largo de la representación. Inspirada en la antes mencionada escena de Hamlet que se va desestructurando, intercala, además de lo dicho por los sepultureros, algunos parlamentos de Hamlet y Horacio. Asimismo, en un inteligente juego en que pone de relieve la paráfrasis que Juan Tovar realiza de esta escena en Las adoraciones, toma parlamentos de la escena III del texto de Tovar a la que añade algunos de otras escenas, entre otras la VII en que se entrevera el diálogo de Pablo y Pedro con la salida del sepulturero 2 en busca de licor y las voces de mujeres que inician la escena XII, ahora voces de las dos actrices, casi también al principio de la obra.
Se mantiene la intención shakespereana -y también en menor medida la de Tovar- de formar un contraste entre las reflexiones acerca de la vida y de la muerte con el tono grotesco con que se imparten. Las repeticiones constantes, interrumpidas por juegos clownescos de expresión corporal, por la necesidad de beber de diferentes botellas con las que el uno chasquea al otro y por el sonsonete rítmico que en un momento dado los clowns extraen de diferentes instrumentos, ayudan a dar la impresión de nulidad de todo esfuerzo, del desconcierto ante los fenómenos de la vida y la muerte que son el sustrato de la escena impostada en esta clave de rústicos enterradores.
En el largo pasillo, las excelentes actrices corren, gritan, saltan, se agitan en el circense momento del principio con la reja del fondo, trepan a las blancas tarimas y dan lugar a este aparente caos existencial, perfectamente medido por la directora. Al principio, sin la nariz, han llevado a los espectadores al lugar de la escenificación y al final, sin distorsionadores maquillajes y con otras ropas que descubren parte de su cuerpo, se alejan con floridos ramos y lento caminar, en una demostración de que fueron antes máscaras corpóreas. Esta puesta en escena se apoya con la asesoría vocal de Carmen Mastache, el entrenamiento rítmico de Javier Cabrera, la lectura de Shakespeare de Agnes Merat, el espacio escénico de Patrick Pasquier y el vestuario y la iluminación de Edyta Rzewska.
Por último, me gustaría decir dos palabras acerca de Asfixia, espectáculo del grupo La Cuarta Teatro (L4T) dirigido por Marco Vieyra, que tuvo dos únicas funciones en el escenario del Teatro Helénico, con entrada libre porque el director es parte del equipo de Luis Mario Moncada y ambos tuvieron el pudor de no presentarlo con taquilla y por más tiempo. Espero que encuentren un espacio adecuado porque vale la pena el experimento, del que me ocuparé entonces.