Tribulaciones del gran solitario
Nuevamente aparece el gran solitario de palacio. Hace un año, el 7 de julio de 2004, El País se refirió a la renuncia de Arturo Durazo ocasionada por el protagonismo de Marta, y concluyó que el Presidente se había convertido en "el gran solitario de palacio": un hombre al margen del poder. La nota no sugería un palacio en decadencia, donde el Presidente vagara por salones abandonados escuchando el ruido de sus pasos y el roce de su capa de armiño. Por el contrario, revelaba la existencia de un palacio en plena ebullición, donde a espaldas del Presidente se hacía política, se tomaban decisiones y se manejaba el curso de los acontecimientos nacionales. Esa fue la percepción proyectada por la renuncia de Durazo, quien describía al Presidente en tono compasivo como un político "noble" y de espíritu "generoso", cuya falta de liderazgo y anuencia a compartir el poder lo alejaban de los valores, principios y compromisos que impulsaron la alternancia. El ex secretario particular hizo una predicción que resultaría histórica: la falta de decisión presidencial podría convertir la alternancia de 2000 "en un mero accidente de nuestra historia política".
En ese entonces el diario español no fue el único en comentar una renuncia provocada por la presidencia de facto de la señora Marta. The New York Times abordó también el tema en una nota titulada "La sombra sobre la sede del poder". En ella se acusaba a la esposa del mandatario de haber "saboteado el sexenio del marido". Pero las palabras salen sobrando cuando existe la proverbial imagen que vale por mil palabras. Y por eso El Fisgón resumió estupendamente bien en La Jornada las últimas renuncias del gabinetazo.
Con el título de "El gran solitario", el cartón muestra al Presidente, sorprendido y nostálgico, tras un enorme escritorio rodeado de sillas vacías. Los largos ventanales a sus espaldas muestran una desbandada de funcionarios que se disponen a abandonar la residencia oficial. Fox, abandonado a su suerte, comenta extrañado: "en realidad lo raro es que yo no haya renunciado". Lo cierto, no lo raro, es que desde la mitad del sexenio se comenzó a especular sobre la posibilidad de una renuncia presidencial. Se hablaba de un presidente desilusionado que había perdido el ánimo para gobernar, porque el ejercicio diario del poder carecía del glamur de las campañas electorales.
Con el PRI fuera de Los Pinos se acabaron las tepocatas y las víboras prietas, el amuleto de las botas vaqueras perdió su encanto, y el Presidente no volvió a experimentar la emoción que le producía encaramarse en tarimas improvisadas para despotricar sin temor a la crítica. En poco tiempo, sin embargo, la euforia electoral se disolvió en pleitos con el Congreso, la controvertida boda con la vocera presidencial, las aspiraciones políticas de Marta, las finanzas de Vamos México, los "arreglos" con las fuerzas más negras del priísmo y el monumental error histórico del desafuero. Nada parece salir bien: el apoyo incondicional a la candidatura de Santiago Creel, considerada por algunos como una cortina de humo para ocultar la candidatura de Marta, y por otros como vulgar imposición del dedazo presidencial, se está esfumando opacada por la candidatura de un verdadero panista, Felipe Calderón.
¿Cómo criticar entonces las recientes renuncias del gabinetazo? Resulta obvio que los secretarios "descubiertos" por head hunters internacionales, cual si fuesen funcionarios contratados para mercadear cocacolas, quieren alejarse del estrepitoso fracaso del sexenio para no estropear sus currículos. Finalmente, el "gran solitario de palacio" se ha convertido en solitario de veras. El hombre que despilfarró el mayor capital político de los últimos tiempos en temas coyunturales, reformas fallidas, viajes al exterior, escapismo ("¿... y yo por qué?"), declaraciones inopinadas, temas conyugales, venganzas políticas y otros asuntos sin trascendencia añora el rancho, mientras su esposa manifiesta claros deseos de continuar en la vida pública. Por eso muchos predicen que al final del sexenio el Presidente pudiese enfrentarse además a la "renuncia" de la mujer que en cierta medida contribuyó al fracaso del sexenio.
Y siguen cayendo miembros del gabinetazo como hojas en otoño, al tiempo que en el escenario nacional asoman la cabeza los fantasmas que irónicamente impulsaron el voto por Vicente Fox: el "PRI de siempre", hoy rencarnado en la figura de Roberto Madrazo; el regreso de Salinas, que continúa manipulando el sistema; la eterna incertidumbre de la sucesión presidencial; la debacle económica, consecuencia del déficit estadunidense para salvar el mandato de George Bush; el narcotráfico, los indocumentados y la pésima relación bilateral con Estados Unidos.
Las esperanzas populares sufren la amenaza de ser nuevamente defraudadas por la ausencia de la reforma política y el deterioro del IFE, la institución que irónicamente garantizó la alternancia en 2000. Después de un sexenio sin liderazgo político concluimos con la conseja popular: "estábamos mejor cuando estábamos peor..."