Adolescentes, anticonceptivos y "libertinaje sexual"
Una de las principales objeciones a la introducción de la anticoncepción de emergencia (AE) en el cuadro básico de medicamentos de las instituciones de salud es que esta decisión involucra no sólo a mujeres adultas, sino además a adolescentes. La preocupación de los opositores a la medida se basa en la creencia de que al poner al alcance de las jóvenes ese recurso para evitar los embarazos no deseados se les incita a tener "sexo sin responsabilidad", a la "búsqueda del placer por el placer" o, lo que es lo mismo, al "libertinaje sexual".
La vida sexual de las jóvenes entre 14 y 19 años es una realidad ante la que no cabe la hipocresía. La maternidad anticipada, la frecuencia de enfermedades de transmisión sexual, los abortos inducidos y las muertes derivadas de embarazos no deseados son hechos ante los que no podemos cerrar los ojos. Se trata de un tema de la mayor importancia en el mundo entero. En México, el Consejo Nacional de Población estima que en 2000 se produjeron 366 mil nacimientos en ese grupo, que constituye 17 por ciento del total nacional.
Además, de acuerdo con Siedlecky, en varios países la tasa de nacimientos en el grupo de 15 a 19 años crece, mientras en el de 20 a 29 años se reduce, principalmente por la escasa atención y disponibilidad de medios anticonceptivos para las adolescentes. Las primeras experiencias sexuales no siempre son voluntarias. Un estudio, realizado en 1998 por Joyce Abma y su grupo del Centro Nacional de Estadísticas para la Salud en Estados Unidos, muestra que la primera relación sexual en adolescentes no ocurre con su consentimiento en 24 por ciento de los casos, comparada con 10 por ciento en el grupo de 19 a 24 años, lo que revela que el abuso sexual es mayor en las más jóvenes y puede traducirse en un embarazo no deseado.
En México la frecuencia de embarazos no deseados entre las adolescentes es muy importante. En un estudio publicado este año por Rosa María Núñez Urquiza y sus colaboradores en la revista del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), realizado en un grupo de 220 mujeres gestantes de entre 13 y 19 años en los municipios de Yecapixtla y Tlaltizapán, en Morelos, 23 por ciento declararon que su embarazo no era deseado.
Un embarazo no deseado cambia radicalmente la vida de una adolescente. Además de que constituye un riesgo para su salud y la del recién nacido (más alto que en las mayores de 18 años, de acuerdo con numerosos estudios), en muchos casos se traduce en desintegración familiar, abandono de los estudios y de los planes originales de vida. Todos los grupos científicos serios que estudian la sexualidad en las adolescentes en el mundo llegan a la misma conclusión: es indispensable establecer políticas para dotar a las jóvenes de información sobre el empleo de métodos anticonceptivos y ponerlos a su alcance.
Pero si bien puede quedar claro que las adolescentes tienen vida sexual activa y altas tasas de fecundidad, está pendiente responder a la pregunta de si el empleo de anticonceptivos, en particular la AE, las empujaría, como afirman los representantes de la Iglesia católica y los grupos conservadores en nuestro país, hacia el "libertinaje sexual".
En enero de este año, Tina Rainer y su grupo de la Universidad de California en San Francisco informaron que la disponibilidad y uso de AE no aumenta la frecuencia de relaciones sexuales realizadas sin protección y no se producen cambios posteriores en el uso del condón o de anticonceptivos hormonales tradicionales con respecto a un grupo control. El estudio, que incluyó 2 mil 117 mujeres de entre 15 y 24 años, muestra que los embarazos o la adquisición de enfermedades de trasmisión sexual ocurren posteriormente con la misma frecuencia que las que no tuvieron acceso a la AE. Meses más tarde Cynthia Harper, del mismo equipo, examinó de manera particular a las menores de 16 años y encontró resultados semejantes. En conclusión, no se observan diferencias en la conducta sexual por la disponibilidad de estos anticonceptivos. A resultados similares habían llegado en 2004 otros científicos, como MA Gold en la Universidad de Pittsburgh. Para el caso de México Walker y sus colaboradores en el INSP mostraron que la información y el acceso a los AE no induce conductas sexuales de riesgo en las adolescentes.
Las objeciones al uso de la AE se basan en el pensamiento dogmático y en la acumulación de falsedades, como la afirmación de que el levonorgestrel, principio activo del fármaco incluido en el cuadro básico, produce el aborto, algo completamente falso de acuerdo con los resultados de la investigación científica, a lo que se añade, sin ningún sustento racional, que se propicia el "libertinaje sexual" en las adolescentes.
Lo que se persigue en realidad es mantener el control sobre la sexualidad humana, y en particular sobre la sexualidad femenina.