REPORTAJE / CINCO AÑOS DE UN RECINTO MONUMENTAL
El museo Txillida Leku, ''espacio vivo para el encuentro del arte''
Artistas de varios países rendirán homenaje al escultor vasco
Ampliar la imagen Una vista del espacio escult�o del museo Txillida Leku, que alberga m�de 40 obras del fallecido artista vasco FOTO Monica Mateos-Vega Foto: Monica Mateos-Vega
Ideado por el maestro Eduardo Txillida (1924-2002), en Hernani, el recinto no fue su último proyecto, pues el escultor propuso abrir las entrañas de la montaña Tindaya, ubicada en Fuerteventura, en las islas Canarias, para llenarla de sol, de luna y de mar, donde la utopía podía ser realidad
MONICA MATEOS-VEGA ENVIADA
San Sebastian, España. El próximo año se reunirán en esta ciudad artistas plásticos de diferentes lugares del mundo para rendir un homenaje al escultor vasco Eduardo Txillida (1924-2002), como rúbrica de los festejos por el quinto aniversario de la apertura del museo Txillida Leku, uno de los proyectos monumentales del creador.
Ubicado en Hernani, a las afueras de San Sebastián, ciudad natal del autor del emblema donostiarra, la escultura Peine del viento, el recinto ha sido visitado por poco más de 450 mil personas en un lustro, con un promedio ''estable" de entre 90 mil y 95 mil entradas al año.
El museo tiene tres áreas: una pradera de 12 hectáreas, poblada por árboles ancianos, como hayas, robles y magnolios, en el que se encuentran más de 40 esculturas; la zona de servicios, dotada con auditorio en el que se proyectan imágenes del artista trabajando, así como un área de descanso y una tienda; por último, como pieza central, se encuentra el caserío Zabalaga que alberga las obras de menor formato realizadas en acero, alabastro, granito, terracota, yeso, madera y papel.
Planteamiento medioambiental
Pese a la dificultad para el sostenimiento económico del lugar, la familia del escultor celebró el último fin de semana de septiembre que el Txillida Leku (que en euskera significa ''el lugar de Txillida"; en español la tx vasca se pronuncia como ch) sigue siendo ''el espacio vivo para el encuentro con el arte" que concibió el creador, en lugar del ''mausoleo" en el que suelen convertirse los museos.
La naturaleza es el elemento más importante del recinto, la cual permite que el escenario sobre el que descansan las esculturas tome aspectos diferentes en cada estación del año e inclusive en distintos momentos del día.
Por tal motivo, uno de los proyectos para el futuro es un programa anual de regeneración de la vegetación del Txillida Leku, "dentro de un planteamiento medioambiental coherente".
Luis Txillida, hijo del escultor, se encarga de dirigir el sitio que se inauguró el 27 de septiembre de 2000 (La Jornada, 10 de octubre de 2000).
El museo recibe ''alguna ayuda pública", pero trabaja anualmente con déficit que debe solventar la familia, pues la tienda del recinto es el principal soporte económico, asegura.
Como agradecimiento al público y por la celebración de su quinto aniversario la entrada al museo fue gratuita el pasado primero de octubre; además, los visitantes recibieron un pequeño regalo como recuerdo.
Campo de esculturas
Desde su inauguración, el museo Txillida Leku ha sido foro de diversas actividades: en sus jardines se han realizado festivales de jazz, aperturas de cursos, congresos y espectáculos escénicos que celebran cada solsticio de verano.
En el festejo de aniversario también se ofreció un recital del Orfeón Donostiarra, agrupación a la que se entregó, como agradecimiento por su colaboración, la serigrafía Homenaje a Bach, del escultor vasco.
''Hemos tratado de pasar de ser un parque familiar a un museo de renombre internacional", afirmó en ese acto Luis Txillida.
Entre los artistas que han confirmado su presencia en 2006, en San Sebastián, para el gran homenaje a Txillida, figuran el estadunidense Richard Serra y el británico Anthony Caro.
La exposición de la obra de creadores de varias nacionalidades es uno de los proyectos más ambiciosos del director del Txillida Leku, quien manifestó a la prensa de su país que la idea partió de una iniciativa privada y ''se llevará a cabo en colaboración con otro gran museo, porque no tenemos espacio ni infraestructura para acoger por completo una muestra con esas características".
Ese homenaje será una primera incursión de la obra de otros artistas en un lugar sólo consagrado al legado de Txillida, pero sin alterar el carácter del museo.
Luis Txillida explicó que no se imagina el caserío con otra obra que no sea la de su padre, ''pues además no está preparado para colgar cuadros u ofrecer exposiciones convencionales", pero propondrá a los creadores participantes colaborar con obras que se adapten al concepto del Txillida Leku: un hermoso ''campo" de esculturas ''con las raíces ancladas en su tierra y los brazos abiertos al mundo".
Entre los futuros proyectos está instituir la asociación de amigos del museo, ya en marcha, así como la apertura del recinto a nuevos artistas, lo cual requerirá la construcción de una nueva sala de exposiciones.
Tras la montaña Tindaya
El museo ubicado en Hernani, que el artista vasco vio concluido dos años antes de morir, no es su última gran obra.
Por iniciativa de Eduardo Txillida, algún día, a la montaña Tindaya, ubicada en Fuerteventura, en las islas Canarias, le abrirán las entrañas para llenarla de sol, de luna y de mar.
Así explicaba el creador su proyecto: ''Hace años tuve una intuición, que sinceramente creí utópica. Dentro de una montaña crear un espacio interior que pudiera ofrecerse a los hombres de todas las razas y colores, una gran escultura para la tolerancia. Un día surgió la posibilidad de realizar la escultura en Tindaya, en Fuerteventura, la montaña donde la utopía podía ser realidad. La escultura ayudaría a proteger la montaña sagrada. El gran espacio creado dentro de ella no sería visible desde fuera, pero los hombres que penetraran en su corazón verían la luz del Sol, de la Luna, dentro de una montaña volcada al mar y al horizonte, inalcanzable, necesario, inexistente".
Tindaya, la montaña mágica que Txillida pensó llenar de vacío, es una obra en homenaje al poeta español Jorge Guillén (1893-1984), inspirada en su verso ''lo profundo es el aire".
El espacio que se construirá, no se sabe cuándo, dentro del monte de piedra volcánica, será un cubo enorme, de 50 metros por lado. Por un orificio entrará la luz del día, la luna en las noches claras y el sonido de las olas. Hace mucho tiempo en allí los aborígenes guanches consultaban lo divino.
Desde mediados de los años 90 la idea de horadar Tindaya rondó la mente del escultor, pero de inmediato se opusieron grupos ambientalistas y asociaciones de mineros; después, el proyecto se vio envuelto en un escándalo de corrupción.
Monumento a la tolerancia
Txillida dejó pasar el tiempo para que las cosas se calmaran. Pero se mantuvo fiel a su propósito: ''que la piedra se extraiga de dentro y en su hueco yo ordeno el vacío, monumento a la concordia. Sólo quiero hacer algo para los hombres, un gran espacio donde nos sintamos más pequeños de lo que nos creemos y más iguales los unos a los otros, un lugar de tolerancia, maravilloso", decía.
Mientras los estudios de viabilidad siguen en Tindaya, sin fecha aún para el inicio de las obras, el museomuestra Txillida: proyectos públicos, que se centra en la relación que el artista vasco mantuvo con la obra pública mediante cuatro grandes proyectos, tres ya realizados (Elogio al horizonte, escultura ubicada en Gijón, España; Jaula de la libertad, en Trier, Alemania; y De música, en Dallas, Texas).
El maestro Eduardo Txillida decía que Bach y el mar eran sus maestros: ''nunca diferentes, pero nunca siempre iguales".
Así es su legado.