Usted está aquí: jueves 13 de octubre de 2005 Opinión Turquía en Europa

Miguel Marín Bosch*

Turquía en Europa

Este año no ha sido bueno para la Unión Europea (UE). En mayo los franceses y holandeses rechazaron la propuesta de constitución y la enterraron en su versión actual. La cumbre de mediados de junio no pudo aprobar el presupuesto para 2007-2013 debido a diferencias en torno a los subsidios agrícolas, sobre todo entre Londres y París. Los resultados de las recientes elecciones en Alemania ponen en entredicho el rumbo de la principal economía de la UE. Y hace diez días Austria se encargó de presentar un triste espectáculo en vísperas del inicio de las negociaciones para el eventual ingreso de Turquía a la UE.

En diciembre pasado la UE acordó empezar esas negociaciones el 3 de octubre de 2005. Sin embargo, días antes de esa fecha el gobierno austriaco anunció que no quería que Turquía ingresara a la UE como miembro de pleno derecho y pidió que fuera una especie de socio privilegiado, con un régimen de libre comercio de bienes y servicios, pero no de personas. Ni siquiera Chipre, cuyo gobierno Ankara no reconoce, se atrevió a presentar objeciones al ingreso de Turquía. Viena acabó plegándose a la posición de los otros 24 países de la UE. Austria lo hizo porque se le ofreció acelerar el ingreso de Croacia, su aliado y uno de los ocho posibles nuevos miembros de la UE. Aparte de Turquía, los otros son Bulgaria y Rumania (que ingresarán en 2007 o 2008) y los demás países de los Balcanes: Albania, Bosnia y Herzegovina, Macedonia y Serbia y Montenegro.

Desde luego que Austria no es el único gobierno que abriga serias dudas acerca de la conveniencia de incorporar a la UE un país predominantemente musulmán, cuya población muy pronto podría rebasar la de Alemania. Según una encuesta, sólo 35 por ciento de los habitantes de la UE apoya el ingreso de Turquía. En Austria es apenas 10 por ciento, mientras que el más alto es el 50 por ciento de Hungría.

Además de la cuestión religiosa, el caso de Turquía ha vuelto a plantear el perenne debate acerca de cuáles son los objetivos de la UE y cuáles deben ser sus límites geográficos. Con el ingreso de Turquía la UE tendría fronteras terrestres con Siria, Irak, Irán, Armenia y Georgia. Hay otras cuestiones que inquietan a los habitantes de la UE. Temen la invasión de mano de obra barata. Insisten en que Ankara reconozca su papel en el genocidio de hace 90 años contra los armenios y mejore su actuación en materia de los derechos humanos, sobre todo en cuanto a su población kurda. Turquía tendrá que trabajar mucho para convencer a los habitantes de la UE de las bondades de su eventual ingreso.

El caso de Turquía también dependerá de la evolución política en varios países de la UE. En Alemania, por ejemplo, la recién nombrada canciller federal, Angela Merkel, se opone al ingreso de Turquía, al igual que el francés Nicolas Sarkozy, el favorito para triunfar en las elecciones presidenciales de 2007.

La presidencia de la UE se rota cada semestre. Ahora la ejerce el Reino Unido, uno de los promotores más entusiastas de Turquía. Londres ha subrayado la enorme importancia estratégica que tiene Turquía para la UE y ha insistido en la necesidad de "anclar" ese país en Occidente y ofrecerlo como ejemplo de una nación musulmana y, a la vez, democrática y moderna. Curiosamente Austria ocupará la presidencia durante el primer semestre de 2006 y quizás trate de revivir la propuesta de "socio privilegiado", idea que tiene muchos seguidores dentro de la UE.

Pero hay turcos que también tienen sus dudas. Es cierto que 60 por ciento de la población favorece el ingreso de su país a la UE. Pero hay miedo de que la sociedad turca se "occidentalice" demasiado. Llama la atención que el primer ministro Recep Tayyip Erdogan, cuyo partido llegó al poder en 2002, haya optado por continuar el proceso para adecuar las leyes turcas a los parámetros de la UE. Su partido (el de justicia y desarrollo) es pro islámico y se opone al laicismo del Estado turco. Por ejemplo, las mujeres que trabajan en el gobierno tienen prohibido entrar a sus oficinas con la cabeza cubierta con un pañuelo. La esposa del propio Erdogan usa el velo y, por tanto, no asiste a los actos oficiales.

Desde que es primer ministro, Erdogan se ha presentado más como conservador que como pro islamista. Los dirigentes de los países de la UE así se lo han exigido. Pero hay miembros de su partido que no lo aceptan. Para llegar hasta la mesa de negociación, Ankara tuvo que dar pasos que parecían imposibles. Abolió la pena de muerte y permitió que en las escuelas se enseñara en kurdo. Ahora tendrá que empezar a adoptar unas 80 mil páginas de leyes europeas.

El camino para el ingreso de Turquía a la UE será largo y complicado. Jacques Chirac dijo que antes tendría que darse una enorme revolución cultural en ese país. El ex presidente Valery Giscard d'Estaing, el padre de la rechazada constitución, se manifestó en contra de iniciar las negociaciones con Ankara. Dijo que los holandeses y franceses ya habían dicho lo mismo en los referendos de mayo.

A la postre serán los propios habitantes de la UE quienes decidirán si Turquía puede o no ingresar a su club. Habrá sendos referendos en los 25 países. Pero antes habrán de transcurrir entre 10 y 20 años para negociar las modalidades y condiciones de su ingreso.

* Director del Instituto Matías Romero y ex subsecretario de Relaciones Exteriores

 
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