Usted está aquí: jueves 13 de octubre de 2005 Espectáculos En lluviosa noche Diego El Cigala se entregó como gitano en el Auditorio

Regocijó con temas de Lágrimas negras y de su reciente disco Picasso en mis ojos

En lluviosa noche Diego El Cigala se entregó como gitano en el Auditorio

Puso cante, rumba y flamenco a las célebres Inolvidable, Amar y vivir y La paloma

ARTURO CRUZ BARCENAS

Ampliar la imagen Diego El Cigala dijo sentirse feliz por el recibimiento que le dieron los mexicanos en su reciente visita FOTO Jos�orge Carre� Foto: Jos�orge Carre�

Diego El Cigala convirtió con su canto flamenco, rumbero, bolerístico, de fusión, la noche gélida y lluviosa del pasado martes en una noche gitana. Cantó 20 temas de sus dos recientes discos: Lágrimas negras y Picasso en mis ojos. A las 20:50 horas aparecieron sus músicos, todos virtuosos en su instrumento, quienes luego de una introducción para calentar los dedos acompañaron al intérprete pasional con Inolvidable, de la autoría de Julio Gutiérrez. Así, imposible de borrar de la memoria, fue el concierto de Diego.

Gente de la producción comentó que El Cigala estaba de buen humor minutos antes de comenzar su concierto. "Es gitano y cambia mucho de ánimo. Pero inclusive firmó unos discos que le llevamos", dijo Adriana Calero, encargada de prensa del Auditorio Nacional, recinto que al comenzar el recital apenas estaba ocupado en un tercio por el público.

Apertura Inolvidable

Llegó El Cigala con traje gris y camisa color naranja, de moda en estos días en varias partes del mundo. Sus seguidores son nice, refinados y elegantes, aunque, como la mayoría, también son transformers con unos alcoholes en la sangre.

Afuera la clase media espera con café y donas, o whisky o cerveza. Para mitigar el hambre, un hot dog. "Tercera llamada, ¡tercera!" A correr. Varias personas dejan una estela de agua. Van empapados por la lluvia.

"... He besado otras bocas buscando nuevas ansiedades..." A secos y mojados los recibe esa tonada, Inolvidable. Al piano, Jumitus (Jaime Calabuch Asensio), quien cumple con creces su trabajo y sin desmerecer en calidad respecto de Bebo y Chucho Valdés, anteriores acompañantes de Diego.

"Buenas noches a mi México lindo y querido. Estoy contento y feliz de cómo me recibió con los brazos abiertos. Deseo que Dios los bendiga", expresó El Cigala en esa noche de gala flamenca y bolero. Ahora se me olvidó que te olvidé, ironía y despecho hechos canción por Lolita de la Colina: "... se me olvidó que te olvidé/ a mí que nada se me olvida".

Ante tales cantos varios se revuelven de regocijo en sus asientos. Diego le pone tono de cante a ese bolero y se pasa toda la noche pandereando con las manos. Levanta su copa y grita "¡a vuestra salud!" Se me olvidó que te olvidé deja un consejo: el olvido es la mejor medicina ante el fracaso amoroso. Algunas parejas se toman de las manos. No es su caso... todavía.

El recital está en grande y por los aires rebota Corazón loco, de Richard Dannemberg, explicación sentida de la esquizofrenia racional de quien ama a dos mujeres. ¡Sí se puede! (aunque se sufre). "...cómo se puede querer/ dos mujeres a la vez/ y no estar loco". Para El Cigala sí se puede tener corazón de condominio. "¡Olé!", grita para rematar un fraseo de Jumitus.

Repite Diego que está feliz y anuncia: "qué le voy a hacer, si me gusta mucho", Lágrimas negras, de Miguel Matamoros. Lo que sale del piano de Jumitus es ritmo puro.

Es el sabor tropical, el ámbito climático de Cuba, del Caribe, a la manera del pianista español, un maestro que digita y danza sobre las teclas. "Tú me quieres dejar/ yo no quiero sufrir/ contigo me voy gitana -Diego sobrepone flamenca-/ Aunque me cueste vivir."

Todo pasa por bulerías, rumbas, tangos y el bolero universal. Pantaleón, en el contrabajo, puntea, puntea, y punto; Piraña (Israel Porriña), en el cajón, son dos pulpos a los quienes no se les ven las manos.

Hay canciones que duelen

Sobreviene la dolorosa Vete de mí, de los Expósito. La reflexión, el tú y el yo. El mejor vete y olvídame. Diego frunce el entrecejo. Hace sentir que esa canción duele. Aprieta las manos. En su guitarra, Padilla, un dechado de talento. El Cigala anuncia que tocará algo de Picasso en mi ojos, de su disco homenaje "al pintor malagueño, quien tenía mucho arte; era un flamenco".

A las 21:30 Diego El Cigala canta en el Distrito Federal su nuevo disco Picasso en mis ojos, donde vuelve a poner el acento en lo suyo, en el flamenco, en su ser gitano. Se escucha La paloma, con letra de Rafael Alberti, más bulerías, baile, hasta la genial Guernica, que al público español le hizo sentir una historia y una patria.

"Cambiemos de tercio", expresa Diego para añadir que de nuevo estará en el terreno de Lágrimas negras. "Que Dios me guarde a Bebo Valdés", implora en el escenario.

No de ese disco, sino porque siempre le ha gustado, canta Amar y vivir, que oía "de chico". Con los años, precisó, supo que era de la mexicana Consuelito Velázquez. Dos gardenias. Cierra El Cigala. Un encore. No se puede ir sin cantar La bien pagá y Niebla del riachuelo. Diego zapatea y da un brinco de gitano en plena fiesta. Aplausos.

Al final, el Auditorio estaba casi lleno. El público llegó a pesar de la intensa lluvia y su compañero, el pesado tránsito.

 
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