En tribunal federal, decisión definitiva en el caso del 68
Clave, testimonio de activista en el destino de Echeverría
Como secretario de Gobernación, continuó la persecución iniciada por Díaz Ordaz, declaró César Valdemar Tirado
Ampliar la imagen Operativo de granaderos para detener a los l�res del movimiento estudiantil de 1968 FOTO Archivo de la UNAM Foto: Archivo de la UNAM
"El ex presidente Gustavo Díaz Ordaz y el Ejército Mexicano fueron los responsables de los sucesos del 2 de octubre de 1968", aseguró hace casi 36 años el ex líder estudiantil César Valdemar Tirado Villegas, frente al entonces secretario de la Defensa Nacional, general Marcelino García Barragán, quien había ordenado el secuestro del activista porque supuestamente el entonces alumno del Instituto Politécnico Nacional (IPN) planeaba asesinar al jerarca militar.
En la declaración de hechos que rindió el 12 de abril de 2002 ante la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), sobre el presunto plagio del también ex estudiante del IPN Héctor Jaramillo Chávez, Tirado Villegas detalló lo que, en su criterio, fue una "política represiva continuada" en contra de los ex líderes estudiantiles del movimiento de 1968.
La acción represiva, dijo, fue planeada por Gustavo Díaz Ordaz y después continuada por el ex presidente Luis Echeverría Alvarez, con la complicidad de altos mandos del Ejército.
Ese día, el denunciante recordó que el 23 de enero de 1969 -en medio de un juicio sumario que militares efectuaron en contra de él y de los también ex estudiantes del IPN Juan Valenzuela Cárdenas, El Chapo o El Guerrillero, y Héctor Jaramillo Chávez, en el Campo Militar Número Uno-, los tres plagiados escucharon del general José Hernández Toledo la razón por la cual se perpetró la matanza de Tlatelolco.
Según Tirado, ese día Hernández dijo a los tres detenidos que "siguiendo las indicaciones del general García Barragán, la participación del Ejército (en la plaza de las Tres Culturas) se debió a que fuerzas 'fascistas' querían apoderarse del país; inclusive, esas fuerzas montaron una celada con francotiradores, mismos que me dispararon cuando yo llegaba a Tlatelolco".
Asimismo, el militar "hizo un recorrido mental de las operaciones en que había participado, entre ellas una en la que alguien disparó a un estudiante cuando tomó la Universidad Nicolaita; una más cuando hizo mención de 'una gran mentira', porque la puerta del edificio de San Ildefonso no fue derribada con un disparo de bazuka, más bien con dinamita".
Ese mismo día escucharon también el relato del general Crisóforo Mazón Pineda, quien supuestamente "dijo que tan pronto cayó herido el general Hernández Toledo, en Tlatelolco, (Mazón Pineda) fue quien se hizo cargo de la situación, y puesto que en principio, conforme a indicaciones del secretario de la Defensa, la tropa a su mando no llevaba más que balas de salva, pidió instrucciones al general Marcelino García Barragán para disparar municiones de fuego real y afrontar a los francotiradores, que abundaban en la plaza de las Tres Culturas".
Tirado indicó en su declaración que "fui uno de los dos representantes del IPN que dialogué (a finales de 1968) con los representantes del gobierno: Jorge de la Vega Domínguez y Andrés Caso Lombardo, y uno de los dirigentes del movimiento que se opuso con más fuerza al levantamiento de la huelga, por la simple y sencilla razón de que consideraba que el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz había cometido genocidio.
"Entonces dijimos que era culpable de la masacre del 2 de octubre perpetrada en contra de los estudiantes y del pueblo mexicanos, en Tlatelolco. Por esa y otras causas fui considerado como uno de los dirigentes más radicales del movimiento", puntualizó Tirado Villegas.
Su testimonio será pieza fundamental para que el segundo tribunal unitario del Distrito Federal determine si libra o niega en definitiva las órdenes de aprehensión contra Echeverría Alvarez y los ex titulares de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) Luis de la Barreda Moreno y Miguel Nazar Haro, como presuntos autores intelectuales del secuestro y desaparición forzada del Héctor Jaramillo.
En la misma declaración de hechos, de la que tiene copia La Jornada, Tirado refirió que mientras estuvo privado de su libertad (del 13 al 23 de enero de 1969) fue sometido a torturas e interrogado por Nazar Haro, por el ex secretario de Gobernación Fernando Gutiérrez Barrios y por el coronel Edmundo Arriaga, quien se desempeñó como jefe de la Policía Judicial durante el sexenio de Echeverría.
No obstante, el delito que el tribunal federal debe estudiar en específico es el de privación ilegal de la libertad, en su modalidad de plagio o secuestro, presuntamente cometido en perjuicio de Jaramillo. Ese delito, según resolvió la Suprema Corte de Justicia de la Nación hace dos años, es continuado y su periodo de prescripción sólo comienza a correr hasta que la víctima aparece viva o muerta.
Sobre Jaramillo, Tirado Villegas refirió que "al quinto día después de mi secuestro (el 18 de enero) trajeron al Campo Militar a Jaramillo, compañero con quien ni siquiera tenía amistad alguna, porque era estudiante de una escuela distinta a la mía, y por su ingreso reciente a ésta".
Agregó que después del "juicio sumario" que el general García Barragán y otros militares efectuaron contra los tres estudiantes plagiados, el 23 de enero de 1969, el secretario de la Defensa ordenó ponerlos en libertad, luego de que "no se había salido con la suya de que nos declaráramos culpables de haber conspirado en su contra".
Relató que antes de que fueran soltados, la noche del 23 de enero, los llevaron a sus celdas. "Héctor estaba en una celda contigua a la mía; le pregunté: ¿te pegaron muy fuerte?, me dijo que sólo el primer día. Se veía completo, yo, en cambio, estaba muy lastimado, abatido.
"Por la noche nos llevaron al salón de interrogatorios, donde horas antes el general Marcelino García Barragán nos había liberado. Yo entré primero, y por largo rato un capitán me dio a conocer el ofrecimiento del secretario de la Defensa de darme estudios en el extranjero y apoyo, el que yo requiriera para salir adelante en mi vida. Le dije que no.
"Luego pasaron Juan y Héctor, volvió a hacer a los tres el ofrecimiento del secretario de la Defensa. Ellos guardaron silencio. Inmediatamente nos ordenó ponernos una funda negra en la cabeza para salir del Campo Militar, tal cual entramos. Antes de que yo bajara de un vehículo hicieron dos paradas. A mí me dejaron en las Lomas de Chapultepec. Nunca volví a ver a Héctor Jaramillo Chávez. Días después vino su padre y se entrevistó con el general García Barragán. Su padre regresó convencido de que Héctor se encontraba en San Luis Río Colorado, Sonora. Pero quedó la duda para todos. Es más, por muchas semanas, en la revista Por qué fue denunciada su desaparición", finalizó el denunciante.