Usted está aquí: viernes 14 de octubre de 2005 Espectáculos El filme El jardinero fiel revela los crímenes de las farmacéuticas

La cinta, basada en un libro de John Le Carré, se estrena hoy en la ciudad de México

El filme El jardinero fiel revela los crímenes de las farmacéuticas

La película pone de relieve las relaciones entre las firmas trasnacionales y los gobiernos "cómplices"

En comparación con la realidad mi cuento es dócil, asegura el autor

DAVID BROOKS CORRESPONSAL

Nueva York, 13 de octubre. "Las farmacéuticas están ahí mismo, junto con los traficantes de armas", afirma el personaje de una nueva película que está incomodando a una de las industrias más prosperas y poderosas del mundo.

El jardinero fiel será estrenada en México este 14, la película está basada en la novela de John Le Carré, el gran autor inglés reconocido por sus novelas de espionaje y sus exploraciones del enfrentamiento mundial durante la guerra fría. Estos talentos son empleados ahora en otro tipo de enfrentamiento, donde el eje del mal es más bien las íntimas relaciones entre las empresas trasnacionales y los gobiernos cómplices, tanto del mundo desarrollado como los del tercer mundo, y las consecuencias de este "nuevo orden" mundial.

El jardinero fiel, tanto la novela como la película, es una feroz condena a lo que los materiales de promoción del filme llaman "una vasta conspiración, a la vez fatal y de lugar común, una que ha costado vidas inocentes". La conspiración: cómo las grandes empresas farmacéuticas utilizan a africanos pobres para probar sus nuevas drogas que desean lanzar en los mercados del mundo desarrollado para generar miles de millones de dólares, y la tragedia es que los intereses de las grandes empresas son lo que determina las relaciones internacionales hoy día.

La cinta, dirigida por el brasileño Fernando Meirelles (Ciudad de Dios), con Ralph Fiennes y Rachel Weisz en los papeles estelares, es un thriller, y contiene los ingredientes clásicos de suspenso, romance e intriga política. Pero ahora los protagonistas no son agentes secretos, sino diplomáticos del gobierno británico ligados con empresas trasnacionales y los gobiernos subordinados de Africa como el enemigo, y como héroes un médico africano, una joven británica apasionada de la justicia social, y, de manera renuente pero al final quien logra revelar la verdad, un diplomático inglés obligado a dejar su cómoda y limitada vida para enfrentar las fuerzas que destruyeron su corazón.

Es así una historia de amor y de conciencia que surge en el contexto del enfrentamiento de los poderes políticos y económicos que hoy día obran en nombre de la humanidad.

Saqueo del tercer mundo

Le Carré escribió en 2001, en un artículo publicado en The Nation, que "los tiempos han cambiado desde la guerra fría, pero no tanto como nos gustaría imaginar. La guerra fría ofreció el pretexto perfecto para que los gobiernos occidentales saquearan y explotaran al tercer mundo en nombre de la libertad, de armar elecciones fraudulentas, sobornar a sus políticos, nombrar a sus tiranos y, por todo medio sofisticado de persuasión e interferencia, limitar el surgimiento de democracias jóvenes en el nombre de la democracia".

Esto mientras operaban los intereses comerciales, se justificaba con la idea que todo estaba motivado por intereses éticos y benéficos, argumentó. Con ellos se lleva a cabo la devastación ecológica, la destrucción de la agricultura nativa, la represión de disidentes y más. "Al empezar a buscar un cuento para ilustrar este argumento en mi novela más reciente, me pareció, ante todos estos crímenes del capitalismo sin freno, que la industria farmacéutica me ofrecía el ejemplo más elocuente".

A nombre de la salud, esta industria genera miles de millones en ganancias mediante prácticas poco saludables, sostiene Le Carré incluyendo sobornos, encubrimientos de pruebas con resultados negativos, manipulación del mundo político y científico, y "empresas que perciben la explotación de los enfermos y moribundos del mundo como un deber sagrado para sus accionistas".

Esta es la esencia de la novela y ahora de la película, contada mediante el despertar de un diplomático de carrera cuya gran pasión son sus plantas (el jardinero del título), cuando inicia un largo viaje para encontrar a los responsables de la muerte de su esposa, quien es su opuesto, ya que es una disidente política que, al inicio de la película conoce a su futuro marido al enfrentarlo en un foro con una severa crítica a la guerra contra Irak, se suma a una red internacional que investiga los crímenes de las empresas farmacéuticas.

La película fue filmada en Nairobi, Londres y Berlín, donde el viudo busca la verdad sobre los responsables de la muerte de su esposa, y descubre la "vasta conspiración", que no es nada menos que las prácticas normales de las empresas trasnacionales en el mercado mundial. Al descubrir esta conspiración particular, el héroe decide que tiene que acabar lo que empezó su esposa y desenmascarar al grupo de diplomáticos y empresarios, junto con sus ejércitos personales; ellos, a su vez, buscan acabar con él, como lo hicieron con su esposa.

Los panoramas de Kenya, los espacios asfixiantes de Londres, el clima controlado de Berlín, todo filmado por el gran camarógrafo uruguayo César Charlone, y el extraordinario elenco logran convertir, bajo la dirección de Meirelles, lo que podría haber sido un ejercicio didáctico o una pieza de propaganda, en una película de conciencia, compromiso, y finalmente de celebración del ser humano ante una realidad aplastante y criminal. Con ello, triunfan en su esfuerzo de convertir esta novela en cine.

Crímenes reales

Pero lo peor es que esta ficción es difícil de separar de la realidad, ya que los crímenes de la industria farmacéutica han sido ampliamente documentados durante años, y están en el centro de conflictos y disputas como la de las drogas para tratar el sida en Brasil y Sudáfrica, en de-masiados casos recientes del encubrimiento de resultados clínicos sobre efectos negativos de diversas drogas (recientemente, los antidepresivos, por ejemplo), a los casos de uso de poblacio-nes del tercer mundo como laboratorios.

Casi lo último que ve el espectador al acabar la película son las mismas palabras de Le Carré en su "nota de autor" en la novela: "Nada en esta historia, y ninguna entidad o empresa, gracias a Dios, está basado sobre una persona o entidad actual en el mundo real. Pero les puedo decir esto; al progresar por mi viaje a través de la selva farmacéutica, me empecé a dar cuenta de que, en comparación con la realidad, mi cuento es tan dócil como una tarjeta postal".

 
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