El G-20, la Unión Europea y las emigraciones
De la próxima reunión de los 148 países miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC), a mediados de diciembre, en Hong Kong, se deducirá lo que vaya a suceder con las peticiones de los que integran el G-20 nada menos que en materia de liberalización del comercio mundial y la pobreza. A este grupo lo encabezan China, Brasil e India, y exigieron a Estados Unidos y a la Unión Europea en la ronda de Doha, que corresponde al nuevo ciclo de reuniones que se inició en 2001, que rebajen entre 49 y 80 por ciento los aranceles que son impuestos por los países desarrollados a las importaciones agrícolas provenientes de por lo menos 22 naciones de economías emergentes, algunas de ellas de las más grandes del mundo, como las que encabezaron en esta ocasión a los demandantes.
A México debió interesarle mucho esta moción, puesto que también se refirieron a los subsidios que los países desarrollados conceden a sus propios sectores agrícolas para posicionarlos más fuertemente en el comercio internacional, con sus productos agrícolas de exportación, lo que pone en desventaja a las economías emergentes por muchas razones -ya desde el origen por causas como la geografía y el clima, la organización política y la estructura social-, pues es bien sabido que la agricultura no es sólo una actividad económica, sino una forma de vida integral.
Nosotros no podemos competir en el mercado internacional del maíz, por ejemplo, porque tendríamos que hacerlo con los productores del grano del Corn Belt de Estados Unidos, que recibe humedad de los deshielos de las montañas Rocallosas y no necesita riego artificial ni fumigantes, porque las nevadas de cada año hacen sus veces en las tierra de cultivo y finalmente, como son grandes planicies, se les puede dar alto grado de mecanización, lo que aquí sólo se puede hacer a la tierra en contados lugares, como el noroeste y el Bajío, pero que es imposible aplicar en las laderas empobrecidas de la Mixteca, así como en muchas partes de territorio nacional sabemos que desafortunadamente tenemos muchas tierras de temporal, en las que se produce el maíz como cultivo de subsistencia que no puede concurrir a mercado alguno, porque apenas alcanza para la comida diaria de la familia.
Y luego la familia aumenta, los hijos crecen y van a la escuela, y buscan una fuente de trabajo que les permita vivir más de acuerdo con lo que aprendieron allí o vieron en la televisión, y que con todo derecho y razón quieren para ellos, pero no lo encuentran en el campo, donde su padre cultiva una parcela que no crece y que no produce más. Por el contrario, la cosecha vale cada vez menos porque ahora hay que comerciarla en mercados que están fuera de su alcance, entonces tienen que recurrir a intermediarios, que son los que ganan dinero con sus pobres cosechas.
Así es como empieza a hacerse presente la idea obsesiva de buscar nuevas fuentes de ingreso y de trabajo que ya no encuentran en las ciudades ni en la misma capital, ni del estado ni del país, y surge entonces el espejismo del gran vecino del norte; así es como tiene origen el fenómeno de dimensiones verdaderamente asombrosas de la emigración por cientos y miles, y cientos de miles, y llegamos adonde estamos ahora, con millones de compatriotas del otro lado de la frontera, quienes a veces tienen éxito y se consolidan allá a base de trabajos y de esfuerzos inimaginables, pero otros, como es el caso de quienes habitaban en las zonas de Nueva Orleáns y de Mississippi, tan castigadas por la naturaleza, donde los que se quedan, no sólo como "indocumentados" sino literalmente en la calle, ven todos sus sueños arrastrados también por los torrentes de agua que se llevaron casas y hasta a hombres, mujeres y niños que encontraron a su paso.
Pero el fenómeno de las emigraciones masivas no sólo es privativo de nuestro país por la frontera norte; lo tenemos en el sur, de Centroamérica hacia acá, y en realidad puede decirse que en todas partes del mundo donde existe una frontera que marque no únicamente la división política entre dos países, sino los límites del de-sarrollo y la riqueza con la pobreza y el subdesarrollo; allí donde se señalan los parteaguas de la abundancia en la vida diaria frente a la escasez de todo; allí se crea de inmediato una corriente migratoria que va en busca de trabajo y de un porvenir que no tiene a la vista en su propia patria.
Lo mismo está pasando en Europa. Los migrantes que van de las regiones subsaharianas a Marruecos y a España por Ceuta y Melilla son abatidos a tiros por las fuerzas marroquíes, según informa El País, y los expulsan hacia el desierto. El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, convoca a los países de Africa y la Unión Europea a frenar el caos migratorio. En Madrid se señala la necesidad de la cooperación entre todos los países involucrados para resolver el problema. Mientras tanto, se levantan barreras de metal para proteger las fronteras de Ceuta y Melilla, que nos recuerdan los inicios del levantamiento "nacionalista" que un poco más tarde habría de acaudillar Francisco Franco en una sangrienta lucha fratricida que duró varios años, en la que perdieron la vida miles de españoles, y la patria muchos otros que habrían de compartir el coraje y el territorio con nosotros, gracias al presidente Lázaro Cárdenas, quien unió para siempre a mexicanos y españoles.
Ya no queremos más muros que traten inútilmente de separar lo que ya de suyo está separado: la pobreza de unos y la abundancia de otros. No sólo separado, sino enfrentado, y por eso los migrantes mueren a los lados de las bardas y de las cercas tratando sin éxito -la mayoría de las veces- de lograr lo que en sus patrias no han podido conseguir.
Bien haríamos, pues, en escuchar las voces que esta vez levantaron en nuestro nombre, quizás sin saberlo, Brasil, China e India en defensa de la producción agrícola de los países representados en Doha, en la reunión de la OMC, y en recordar que habrán de reunirse en diciembre en Hong Kong. México también es miembro de esta organización multilateral. Y no hay que olvidar que estamos del mismo lado de las barreras que los grandes países que sin saberlo nos representaron allá.