Usted está aquí: domingo 16 de octubre de 2005 Opinión Votar o no votar, that isn't the question

Guillermo Almeyra

Votar o no votar, that isn't the question

Para los unilingüistas del recordado canciller Jorge Castañeda, y parafraseando al dubitativo Hamlet, la cuestión no es votar o no votar. Es, por el contrario, antes, durante y después de las elecciones, organizarse con independencia del Estado y de sus instrumentos, llámense éstos Iglesia o partidos. Para afirmar una dirección política independiente y alternativa, construida en las luchas por las clases subalternas, si es posible antes de las elecciones para tener un candidato anticapitalista, o si no para después de las elecciones, para resistir la aplicación de los programas de los tres candidatos principales. O para no dar el voto como quien da un cheque en blanco y poder, en cambio, "cobrar" las promesas gracias a la organización independiente.

Sin duda, ahí están las elecciones, nos guste o no. Debemos, por tanto, dar la lucha también en el terreno electoral, por enfangado y resbaladizo que éste sea. Pero eso no significa que debamos escoger un mal menor, salvo que lleguemos a estar como el tipo cuya casa se quema y debe optar por saltar de la ventana desde el tercer piso, o sea, en situaciones extremas como la opción en Francia entre el fascista Jean Marie Le Pen y el ladrón y conservador Jacques Chirac, o en Italia entre Silvio Berlusconi y su bloque clerical fascista y un centro izquierda light, light, muy light que se le opone (los lectores dirán "otra vez la lengua imperialista", pero recuerdo que es también la de Shakespeare y la de los obreros ingleses y estadunidenses, sin hablar de los mixtecos emigrados).

Yo no propongo votar. Insisto en cambio en que hay que tener en cuenta a los que quieren votar y esperan con el voto cambiar la situación social del país. Porque no es posible meter en un mismo saco al candidato perredista y su entorno salinista, a la dirección del Partido de la Revolución Democrática (PRD), a los cuadros de ese partido, a sus militantes, a sus simpatizantes, a los posibles votantes no por el PRD, sino por el candidato de éste, a pesar de su creciente moderación, para decirlo de modo suave. Porque los que posiblemente voten en blanco, insatisfechos por los candidatos, no serán muchos y el carácter demostrativo de un voto político -con alguna frase programática que expresa la voluntad del votante pero anule el voto- no será muy importante si no es masivo.

Por tanto, en el tiempo que queda hasta el registro de las candidaturas, a mi juicio habría que construir apoyo para un programa anticapitalista y de izquierda y, si es posible, una candidatura independiente y de izquierda simbólica, con un fin didáctico y organizativo. No para dentro de 10 o 15 años, como plantea la otra campaña, que no tiene en cuenta las elecciones, sino para inmediatamente después del eventual aunque nada seguro triunfo electoral de quien, cuando mucho, quiere revivir el dependentismo y el nacionalismo echeverrista, pero en la época de la mundialización y, sin ser ni fascista ni el espejo de Salinas, lo que busca es perpetuar el sistema actual de explotación, dándole algunos toques cosméticos.

Por eso insisto en una discusión programática y, ya que el mismo está ahí, hablo del Programa de Querétaro, porque hasta ahora es el más avanzado y no puede ser ignorado, pero no porque sea el único ni mucho menos la condición sine qua non de un frente social. Y hablo de la aplicación de algunos puntos relevantes de ese programa u otro similar (lucha por la preservación del carácter estatal de los hidrocarburos y la energía eléctrica, por el agua, por un aumento masivo de salarios, por la defensa de la sanidad pública y de las jubilaciones, por los derechos de los indígenas y la autonomía) mediante luchas que saquen a los ciudadanos del terreno sólo electoral y de la opción votar o no votar, y los lleven, como productores y consumidores que son también ciudadanos, a "votar" en las calles con sus luchas. Un paso importante en este terreno es la declaración del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que llama a movilizarse junto a los trabajadores de la seguridad social.

Si después votan también en las urnas será cuestión de ellos, pero ahora hay que unir, a mi juicio, a las dos mejores partes de las clases subalternas mexicanas, que están enfrentadas: el EZLN y los partidarios de la otra campaña, y la izquierda social (indígenas, obreros, trabajadores, campesinos, pobres) que trata de usar como instrumento al PRD sin casarse con la dirección de éste y ni siquiera con su candidato. Dicho sea de paso, hay que confiar en el proceso, en la experiencia colectiva.

Personalmente, creo que López Obrador no tendrá suficiente apoyo electoral fuera del centro del país y del DF, y que muy probablemente, si las cosas siguen como hasta ahora, podría ganar el Partido Revolucionario Institucional, con Roberto Madrazo como candidato. O sea, un neoliberalismo totalitario y represivo. Por consiguiente, tanto si por azar ganase López Obrador con un programa desarrollista anacrónico y una política muy moderada que, sin embargo, levantaría contra su gobierno a las fuerzas de derecha, como si ganase Madrazo, lo importante es prepararse para después de las elecciones organizándose antes de ellas. Para que la fuerza, no de los votantes, sino de las clases subalternas organizadas, pueda impedir las medidas antipopulares que se volcarían desde Los Pinos.

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