Los escaladores de las cumbres iberoamericanas
Pareciera ser que estamos en presencia de un gran reto. Enfrente, una montaña cuya cima nunca ha sido escalada. Cada año se hace el intento de alcanzarla. Pertrechados para vencer las adversidades sus armas son los discursos oficiales, los parabienes, los grandilocuentes saludos, las fotos de familia, los acuerdos bi, tri, y multilaterales. En ocasiones saltan sorpresas, intentar hacerlo con ventisca y en plena tormenta. Lo más difícil todavía. Siempre con la mejor voluntad posible. No hay que desfallecer, es necesario seguir adelante. Si se escaló el Aconcagua ellos son el germen de una futura mil Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y gobierno cuyo tema central seguirá siendo, con toda probabilidad, la pobreza. Ello marcará una continuidad en la propuesta. Así podemos estar seguro que todo seguirá igual. Desde sus orígenes, las cumbres, más allá de la parafernalia, encuentra -salvo la excepción de Cuba y ahora Venezuela- a representantes de países cuyos gobiernos, en la mayoría de los casos, siguen políticas económicas y sociales donde el objetivo prioritario ha sido disminuir el gasto público, privatizar, vender el sector estatal a empresas trasnacionales y recortar los derechos laborales y sindicales de los trabajadores y las clases populares. Los cambios en Brasil, Uruguay y Argentina suponen algunas variantes dentro de una misma dimensión estratégica. Aun así, es necesario reconocer matices. Pero si tomamos el caso de Chile, por ejemplo, gobernado por un socialista, los datos son aleccionadores: es el país con mayor desigualdad en la región. Sin comentarios. Ni qué decir de apoyar programas sociales contra el hambre y demás políticas para pobres en una lógica donde las empresas privadas obtienen beneficios de 300 o 400 por ciento al año. Así, los empresarios y terratenientes brasileños están satisfechos con Lula, que no modifica las políticas económicas.
En esta Cumbre de Salamanca se mantiene la agenda de todas las anteriores: hambre, pobreza, integración. Con más o menos interés, se suceden visitas a sitios históricos, se acompañan a las primeras damas o los maridos consortes y se sigue el itinerario previsto. Algunos no vienen. En fin, el plan de siempre. Aunque se busca una mayor entidad y se crea una Secretaría General, en manos de Enrique Iglesias, recordemos, economista del BID y asesor en su día de la Trilateral. Pero aún incorporan un detalle simbólico. Se decide criticar el bloqueo a Cuba, cuestión que es para congratularse después de haber pasado 15 cumbres. Aunque no olvidemos, como siempre, que lo hacen con retraso, tras haberse votado en Naciones Unidas una resolución en ese sentido. Esta actitud tan solidaria con Cuba por los asistentes a la cumbre encubre una gran dosis de cinismo, cuando no una paradoja. Alguien puede explicar por qué se oponen hoy al bloqueo y al mismo tiempo guardan silencio sobre la exclusión de la isla de la OEA y no solicitan su reingreso con la misma vehemencia que lo hacen en Salamanca.
Anotemos otra farsa de la escalada a las cumbres iberoamericanas. Mientras España durante 48 o 72 horas declama la necesidad de acuerdos con los países de América Latina en el contexto de una relación de cordialidad y de mutuo apoyo, el resto del año asume una postura bien diferente. Sus gobiernos, socialdemócratas o de derechas, presionan a los estados latinoamericanos para el pago de cánones en favor de sus empresas trasnacionales de capital privado, hidroeléctricas, financieras, bancarias, petroleras o de aviación que actúan en la región. Es el caso del Santander Central Hispano, Telefónica, Repsol o Gas Natural, entre otras.
Tampoco podemos obviar el interés de la monarquía en mantener un proyecto de origen franquista, revivido durante la transición con motivo de los 500 años del descubrimiento para los conquistadores. Una parte de la historia está en juego. Redefinir la identidad nacional y proyectar una influencia hacia el continente en términos de la denominada comunidad iberoamericana de naciones. Acuñada durante los años de la dictadura y retomada por quienes diseñaron la monarquía borbónica es la base para establecer una alianza con los países latinoamericanos sobre un discurso paternalista tendente a defender en Europa los supuestos intereses que América Latina comparte con España. Por ejemplo, la ley de extranjería, emigrantes, explotación de recursos naturales, libre mercado, etcétera. Una reconquista tardía. Sin embargo, se encubre bajo el concepto de una historia común, una cultura y un proyecto de futuro e integración. Así le correspondería a España ser el interlocutor en Europa de la comunidad iberoamericana. El desembarco de América Latina. Las cumbres serían el marco para dicho esfuerzo. No por otro motivo se propone una comisión específica para el dialogo Unión Europea-Comunidad Iberoamericana de Naciones desde Salamanca. España necesita recrear continuamente las cumbres y ello es una forma de mantener viva su identidad. Por este motivo tiene que poner todos los esfuerzos y dedicación posibles en que no desaparezcan. Proponer organismos ad hoc. Apoyar y dar fondos, crear comisiones, entre más mejor. Se debe dar la sensación de movimiento. Por ello no escatima gastos, aunque sean estériles. La idea de una secretaría radicada en España cubre los objetivos. Manda expertos, realiza conferencias y pide informes específicos que luego irán directamente a la basura. Luz verde a reuniones sin sentidos. Cualquier tipo de iniciativa es bienvenida en el contexto de una propuesta que tenga el logotipo Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y gobierno. En esta ocasión se propone una sobre emigración y otra sobre pobreza. Sin comentarios.
Entre cumbre y cumbre se realizan foros con invitaciones restringidas. En esta lógica hay cómplices, quienes obtienen beneficios, las migajas a una fidelidad perruna. Son los académicos y demás fauna ibérica que tienen la labor de producir desde centros universitarios y medios de comunicación el discurso adecuado para hacer creíble la escalada a la cumbre. Asisten a Salamanca en calidad de consultores. Escriben discursos sobre libre comercio, pobreza, desigualdad, corrupción, inversión extranjera, deuda externa, cooperación, inmigración, las nuevas tecnologías, democracia, gobernabilidad, las libertades, los derechos de los pueblos indígenas y los problemas del medio ambiente. Ellos son los encargados de proporcionar las estadísticas y hacer creíble el espejismo. Ganan dinero, viajan y desde luego son felices con las cumbres. Están interesadísimos en mantenerlas. Por otro lado, los presidentes, los ministros y las delegaciones se irán a sus países; eso sí, algunos acudirán a la tribuna de autoridades, tras la clausura, al derby Real Madrid-Atlético de Madrid. La próxima es en Montevideo.