Acostumbrados a vivir con lo mínimo, los habitantes intentan retomar sus destinos

En la sierra chiapaneca la demanda de damnificados es humilde: arroz y frijol

A diferencia de la costa, donde la ayuda humanitaria se partidiza, en esta zona se unen esfuerzos

RODOLFO VILLALBA Y ANGELES MARISCAL CORRESPONSALES

Motozintla, Chis., 15 de octubre. Sus demandas son humildes: arroz y frijol; a lo más, algunos molinos de mano para moler el maíz. Sumida siempre en la miseria, la gente de la sierra está habituada a vivir con lo mínimo.

Esta vez los damnificados intentan retomar sus destinos y, afanosamente, se congregan alrededor de los helicópteros que bajan a esta ciudad, de donde descienden funcionarios de gobierno a quienes informan de los avances del censo de daños provocados por el huracán Stan, que los campesinos e indígenas elaboran de manera autónoma y que permitirá se decrete esta región como zona de desastre.

Con actitudes protagónicas, políticos y dirigentes de sectores sociales y empresariales han exigido que se declare ya zona de desastre, por lo menos la región más afectada: Tapachula. Hacer la declaración ahora, cuando no se tiene el censo total, significa dejar fuera de los beneficios económicos que la proclama implica a quienes no sean considerados como afectados.

Más enterados del mecanismo a seguir, miles de indígenas y campesinos de la sierra iniciaron desde hace más de cinco días un informe pormenorizado de los daños que dejo el huracán.

Extremadamente humildes, estas personas llevan cuenta del número de viviendas destruidas y de los enseres perdidos, las cosechas siniestradas, los animales arrastrados por las aguas y otros detalles que anotan minuciosamente en hojas blancas que llevan celosamente guardadas en carpetas de papel y una bolsa de plástico.

A la llegada de la secretaria de Desarrollo Social, Josefina Vázquez Mota, corren hacia la aeronave y con la calma que da vivir en la sierra muestran sus avances: el reporte de los poblados que aún no han sido atendidos, y peticiones tan sencillas y esenciales como la vida que llevan.

A diferencia de la zona costa, donde la ayuda humanitaria y la desgracia tienden a partidizarse, los pobladores y autoridades de la zona boscosa y serrana han unido esfuerzos. Habitantes de Chicomuselo y Bella Vista -una gobernada por el PRI y la otra por una alianza perredista- establecieron un centro común de operaciones en Piedra Labrada, y desde ahí coordinan los esfuerzos de atención a sus municipios.

Las banderas partidistas quedan atrás en estos momentos, coinciden los ediles. Por doquier se ve gente con palas, escobas y todo aquello que pueda servir para levantar el lodo que quedó después del paso destructor del río Grijalva, mientras las mujeres se coordinan para atender las cocinas comunitarias que se instalaron bajo la supervisión del Ejército.

La única vía de acceso a esta zona sigue siendo la aérea. Desde arriba se aprecia la belleza serrana. Pero los grandes claros de tierra erosionada que se distinguen por Motozintla, Amatenango de la Frontera, El Porvenir y Chicomuselo dan una idea del porqué de los deslaves ocasionados por la lluvia.

El ganadero Jorge Velásquez Calderón, de 70 años, reconoce que la tala se ha vuelto común. Narra cómo vio perder sus 30 cabezas de ganado al ser arrastradas por el río Xelajú, mientras saca su hacha para hacer leña de los árboles que quedaron regados en el lecho del río, secos ya por el sol.

Se consuela de que al menos no tendrá que cortar más árboles durante algún tiempo y eso servirá para que la tala inmoderada en la Sierra Madre de Chiapas tenga un respiro.

Es en esta zona donde Vázquez Mota califica de un crimen la inmoderada tala de bosques y critica "la desmedida ambición de algunos líderes sociales y partidistas que crearon asentamientos humanos en zonas de alto riesgo".

Anuncia estudios de factibilidad para evitar "con toda la fuerza de la ley el asentamiento de viviendas en zonas de alto riesgo".