EJE CENTRAL
Los hijos del circo
A pesar de que el espectáculo circense está muy arraigado entre nosotros, en México no existe una estadística de los circos. En ellos predomina la tradición familiar: la destreza y la disciplina se hereda de padres a hijos. Desde muy pequeños se ejercitan haciendo contorsiones, pulsadas y trapecio, pero no todos reciben educación básica regular.
Según Maribel Bernal, asistente administrativa en el circo Hermanos Vázquez, sólo 34 circos disponen de servicios educativos adecuados a la trashumancia. ¿Quién imparte las clases en los salones rodantes? Maestros como Hermila González.
Hermila nació el 16 de abril de 1986 en Villa del Carbón. Su familia radica en una de sus comunidades: La Esperanza. La mayoría de sus habitantes sale cada mañana para trabajar en el Distrito Federal; los demás siguen dedicados a la agricultura y la ganadería.
Don José y doña Cesárea, los padres de Hermila, son campesinos. Les heredaron a sus ocho hijos el amor por la tierra y el arte de sembrar. En su terreno de tres hectáreas cultivan frijol, maíz, habas: todo para el consumo doméstico.
Una carpa azul
En La Esperanza no hay muchas diversiones y rara vez llegan los circos. Hermila asistió por primera vez a una función cuando cumplió seis años: "Era una carpa muy pequeña de color azul. La entrada nos costó cinco pesos. Había payasos, malabaristas y también animales: caballos, cebras y avestruces. Lo que más me fascinó fue el reflector que alumbraba la pista. En la tele había visto cómo se filman las películas, con luces muy fuertes, y quizá por eso en aquel momento sentí que estaba dentro de una película''.
Hermila es muy aficionada al cine. Siempre le han gustado las cintas de ciencia-ficción y terror, en especial aquellas donde aparecen vampiros y monstruos. Atribuye sus preferencias a que su abuela acostumbraba contarles, a ella y a sus hermanos, una historia pavorosa: "Según el relato de mi abuelita, por nuestra comarca andaba una bruja espantosa. Nos la describía muy bien, con muchos detalles, y acabábamos creyéndole. Hoy pienso que quizá todo haya sido un invento suyo para impedir que nos saliéramos de la casa en la noche; sin embargo, muchas veces sueño con una bruja que me persigue pero jamás logra atraparme".
Examen de admisión
Hermila se ruboriza y al sonreír muestra sus dientes blancos y parejos como granos de maíz. Brillan contra su piel morena, fresca y natural. Me cuenta que cursó la primaria en La Esperanza, la secundaria en la cabecera municipal y en Llano de Zacapexco -la primera comunidad habitada en Villa del Carbón- el bachillerato técnico bivalente: "Es como prepa, sólo que se nos agrega una materia para que salgas con una carrera técnica. Yo elegí administración de empresas. Nunca imaginé que terminaría dando clases a los hijos de las personas que trabajan en los circos".
Las circunstancias que condujeron a Hermila a convertirse en maestra son muy similares a las que enfrentan miles de jóvenes en México: ''No pasé el examen de admisión para entrar en la universidad. Saqué mi ficha 10 días antes del examen -no pude hacerlo antes porque nos dejaban mucha tarea en bachillerato- y sólo dediqué tres a repasar las guías de estudio; además, había muchos jóvenes que aspiraban, como yo, a estudiar derecho''.
A Hermila se le despertó esa vocación gracias a la influencia de su maestra Sagrario: "Ella explicaba de una manera muy clara lo que es el derecho. Su sueño era que alguno de nosotros se interesara por seguir esa carrera. Pensé en ser yo quien colmara su anhelo. No pude porque no pasé el examen. Eso no me quitó las ganas de estudiar, pero no sabía qué''.
En aquel momento llegaron a visitar la preparatoria personas del Consejo Nacional de Fomento Educativo: ''En su charla nos explicaron que si alguno de nosotros deseaba seguir estudiando pero no tenía recursos, podía ingresar al Conafe y beneficiarse con su programa de apoyo. Nos entregarían una beca por tres años a cambio de que diéramos uno de servicio a la comunidad. Entré en el programa y decidí dar un año de clases en la Centinela''.
Hermila vuelve a sonrojarse cuando recuerda que pasó un año dando clases, en una misma aula, a niños de prescolar, primero y segundo: ''Todos eran hijos de campesinos y hablaban sólo español. Considero que fui buena maestra, porque cuando terminaron el curso todos los niños de primero y segundo -que llegaron a mis clases con muy bajo nivel- habían aprendido a leer y a escribir".
La eterna viajera
La vida y los proyectos de Hermila cambiaron el 22 de julio de 2005: ''Fui al municipio de Xilotepec para entregar calificaciones y boletas. Allí una amiga me dijo que habían llegado de Toluca los promotores del programa educativo para circos. Recordé que los circos van de un lado a otro; como siempre me ha gustado viajar, consideré que el trabajo era ideal para mí. Fui con mi coordinadora, le comuniqué mi interés y aceptó cambiarme de sede".
El primero de agosto Hermila vino al Distrito Federal y volvió a reunirse con su coordinadora, quien le presentó a la titular del programa de circos: "Esa maestra se llama Aurea. Me citó para el día siguiente en Toluca. Regresé a mi casa y les hablé a mis papás de mi nuevo trabajo. Protestaron, entre otras cosas, porque ya no viviría con ellos: Villa del Carbón queda a cuatro horas de Toluca".
La perspectiva del cambio le recordó a Hermila sus viajes anteriores: "Cuando estaba estudiando fui con mi escuela a Puebla, Veracruz y Chiapas, el estado que más me gustó por el tiempo brumoso, las ruinas y el esplendor de la naturaleza".
A la mañana siguiente, Hermila supo que viajaría mucho más allá de Toluca: "A Nelly y a mí nos asignaron la plaza de Monterrey. A mi amiga la mandaron a dar clases en el circo Do Portugal y a mí al Fantastic Circus. Los empresarios, dueños de los dos negocios, vinieron por nosotras en una camioneta. El viaje fue largo".
Hermila se sorprende al pensar que cuando de niña asistió por primera vez al circo, jamás imaginó que terminaría dándole clases a hijos de malabaristas, domadores, payasos, acróbatas y trapecistas: "A mi primer grupo asistieron nueve alumnos. Unos cursaban prescolar y otros primaria. Eran buenos alumnos, pero no llegué a encariñarme con ellos porque dos semanas después quebró el circo".
Por fortuna para Hermila, de inmediato fue asignada a otra plaza: "Mi coordinadora me mandó a trabajar en el circo Hermanos Vázquez, en la ciudad de México. Llegué el 19 de septiembre y el 20 conocí a los alumnos con los que aún sigo trabajando''.
Al grupo asisten estudiantes de prescolar, y de primero, segundo y tercero de primaria. Hermila los atiende en diferentes horarios y según el programa oficial de estudios. No todos sus alumnos son mexicanos: por el momento hay argentinos, chilenos y guatemaltecos, pero podrían ser de otras nacionalidades, ya que el circo es un espectáculo que congrega artistas de todo el mundo.
Mantener la tradición
Hermila se convirtió en maestra de circo atraída por la posibilidad de viajar más allá de nuestras fronteras. Por el momento no puede cumplir con ese objetivo, porque el circo Hermanos Vázquez se limita a recorrer el territorio nacional; sin embargo, ella se siente muy satisfecha y orgullosa de su trabajo: "Vivo en un cámper donde tengo todo lo necesario, hasta un pequeño refrigerador. Imparto las clases en otro. Mi salón es amarillo por fuera y azul por dentro, como la carpa del primer circo que vi. Caben 10 pupitres y dos estantes. Tenemos nuestra biblioteca de aula y en las paredes hay mapas, planisferios, esquemas del cuerpo humano. Creo que este tipo de aulas rodantes en ocasiones están mejor equipados que las otras".
El horario de Hermila abarca de las ocho de la mañana a las cinco de la tarde. Al concluir sus clases regresa a su cámper a preparar las materias del día siguiente, mientras sus alumnos mayores se ejercitan en la pista: "Hacen pulsadas, contorsiones y trapecio para familiarizarse más con el trabajo de sus padres. Esta disciplina es importante, porque garantiza que siempre haya nuevas generaciones de artistas dispuestas a mantener vivo el circo".
Cuando termine el curso, en diciembre, Hermila tendrá qué decidir entre continuar como maestra de circo o inscribirse en la universidad. Por lo pronto, ya no está segura de querer estudiar derecho: "La experiencia con los hijos de los cirqueros me ha despertado un amor muy grande por la enseñanza. Tal vez aprenda pedagogía y siga dando clases en un salón que va de un lado a otro, por todos los caminos, y siempre bajo la luz mágica del circo".