Usted está aquí: lunes 17 de octubre de 2005 Opinión Irak: optimismo sin fundamento

Editorial

Irak: optimismo sin fundamento

Tras el referendo constitucional efectuado anteayer en Irak, y a la vista de una participación de más de 60 por ciento del padrón electoral y de las pocas acciones violentas que tuvieron lugar en esa jornada, los gobernantes estadunidenses echaron las campañas al vuelo. El presidente George W. Bush calificó el suceso de "victoria de los enemigos del terrorismo", y su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, la consideró un "avance de la democracia" en el país ocupado. El embajador de Washington en Bagdad, Zalmay Khalilzad, a quien se tiene como el hombre que realmente manda en el país, se sumó a las notas exultantes. Pocas horas después de esas felices declaraciones, la Zona Verde de Bagdad, la fortaleza en la que se asienta el centro de mando de las potencias ocupantes y las oficinas de sus aliados locales, fue estremecida por varios proyectiles de mortero, y cinco efectivos estadunidenses fallecieron en acciones de la resistencia realizadas en diversos puntos del territorio iraquí.

Resulta casi asombrosa la incapacidad de los agresores para calcular el curso de los acontecimientos en el infortunado país árabe, y para percibir la falta de soluciones a la infernal circunstancia generada por la invasión y el arrasamiento de Irak por la coalición encabezada por Bush y Tony Blair. Una vez más, como hicieron en las elecciones de enero pasado, los gobernantes estadunidenses pasaron por alto el hecho de que no hay en ese país las condiciones mínimas requeridas para un ejercicio democrático, que las llamadas "autoridades" iraquíes carecen de representatividad ­salvo en su carácter de representantes del poder extranjero­ y que, por muchos "parlamentos" y "gobiernos" que fabriquen, y por muchas constituciones que aprueben, la guerra en curso no va a resolverse, porque su razón primordial y central sigue siendo la presencia militar extranjera.

Por más que los aliados locales de Washington promulguen el nuevo texto constitucional, éste carece de territorio en el cual sentar su validez, más allá de las oficinas "gubernamentales" situadas, por regla general, dentro de las áreas fortificadas implantadas por las tropas estadunidenses y británicas. Con todo y las supuestas concesiones elaboradas a última hora en el texto constitucional a algunos políticos de extracción sunita, la mayoría de los miembros de esta secta no aceptará el establecimiento de lo que vienen a ser tres estados dentro de ningún Estado, es decir, una confederación de regiones ­kurda, sunita y chiíta­ con una autonomía tan dilatada, en especial en lo que se refiere al manejo de sus respectivos recursos petroleros, que se vuelve casi indistinguible de un terceto de países independientes.

Cabe recordar, a este respecto, la observación formulada por el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, en el sentido de que la agresión angloestadunidense contra Irak dividió a la comunidad internacional y, en particular, a la ONU y a su Consejo de Seguridad, el cual, reveló el funcionario, rechazó mayoritariamente la aventura. Pero el saldo más nefasto de la incursión y la ocupación ha sido la creciente división que experimenta la propia sociedad iraquí y el desarrollo de una guerra civil que no va a detenerse en tanto los responsables de haberla desencadenado no abandonen Irak, y tal vez ni entonces: para desactivar la confrontación que tiene lugar en la nación ocupada será necesario organizar un proceso de paz inevitablemente lento y difícil. La elección del sábado no es un paso en esta dirección sino, simplemente, un paso a ningún lado.

 
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