El noble y alegre Arlequín salva una tarde no por bien intencionada menos tediosa
En la novillada de triunfadores, Fermín Rivera obtiene oreja y premio
Deslucido encierro de Garfias
Destacan faenas de Silis y José Maruicio
La mejor entrada
Ampliar la imagen Ferm�Rivera ante Arlequ�en la mejor serie de ver�as de la temporada FOTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza
Los maestros Fermín Rivera y su hijo Curro seguramente admiraron emocionados la actuación de su nieto y sobrino Fermín, heredero dignísimo de una recia y rotunda dinastía torera, capaz de hacerle fiestas al diablo... o de bordar una faena por nota a un angel con cuernos.
En efecto, a excepción del noble y alegre Arlequín, corrido en cuarto lugar, el resto cumplió en varas y hasta se dejó hacer cosas con la muleta, pero en términos generales acabó soseando de más, pasando y pasando sin que a la postre pasara nada, pues en esto de la lidia si no hay bravura, no hay transmisión ni emoción, sino tedio. Concepto posmoderno de la casta que lo único que ha conseguido es alejar al drama y al público de las plazas.
Después del paseíllo algún sector del público sacó al tercio al novillero español El Palentino, que tan memorable debut tuviera el pasado 25 de septiembre, al cortar dos orejas a su lote de San Francisco de Asís. Sencillo y solidario, el muchacho invitó a sus compañeros a compartir la ovación. Sería la primera de dos.
Ante unos 10 mil espectadores, en la mejor entrada de todo el serial, abrió plaza Cantaclaro, con 445 kilos, negro bragado, discreto de cuerna, tocado del pitón derecho y huidizo, al que Juan Luis Silis logró torear muy bien en un par de verónicas. Luego de un multipuyazo en la querencia, Silis quitó por gaoneras ceñidas y quietas, rematadas con bella revolera.
Luego vendría una faena de altos vuelos, no tanto por su continuidad como por su dificultad ante un burel agarrado al piso y rajado, al que había que obligar mucho para que acudiera a la muleta y entonces mandarlo más para que repitiera. De pronto entre derechazos y naturales templados surgió, luminosa, una arrucina, como rúbrica a tan torera labor, coronada con una estocada casi entera apenas desprendida.
La plaza entera, no sólo el villamelonaje, pedía la oreja, pero el juez Balderas, tan generoso en otras ocasiones, se puso rigorista. Empero la vuelta al ruedo de Silis fue acompañada por una ovación unánime, corroborando que el muchacho está listo para mayores desafíos.
Rumoroso, con 420 kilos, mulato listón cornivuelto, tras tomar una vara permitió a Paul Cortés realizar ceñidas tafalleras y manguerazo de Villalta fallido. Sosote, con la cara arriba, no inspiró a Cortés para arrebatarse y suplir con entrega la que le faltó al de Garfias. Dejó una entera contraria y salió al tercio.
José Mauricio, con un estilo sobrio y elegante, un pundonor fuera de época y un sello de enorme porvenir, enfrentó a Morante, negro listón paliabierto y bizco de pitón izquierdo, con 437 kilos, que tumbó y luego recargó en una vara. Fue otra faena de fuste y entrega, con naturales de muleta adelantada a otro agarrado al piso, para luego someterlo con muletazos de pitón a pitón. Dejó una entera en buen sitio que bastó pero el público, exigente con los que tienen la onza, ni siquiera lo sacó al tercio. Qué bueno, prueba de que en José Mauricio hay una figura en cierne.
Y salió Arlequín, con 390 kilos, con una alegría y una calidad en su embestida que bastaron para salvar el honor de la divisa de Marco Garfias, pues ya se sabe la fórmula de los tres hermanos: mandar un ejemplar excepcionalmente bueno y cinco del montón.
Fermín Rivera veroniqueó con temple y largueza. Tras la vara se echó el capote a la espalda y ejecutó una gaonera estatuaria; el resto sobre pies. Lo grande vino en los medios, con la muleta. Sólido trasteo por ambos lados, en una faena riveriana en todos sentidos, con la hondura de un mestizaje logrado, sabroso y sobrio, sin más exquisitez que el sentimiento. Y cuando algunos ya pedían el indulto, un kikirikí para un cuadro, muletazos genuflexos, una estocada contraria algo trasera, tres golpes de descabello, oreja, arrastre lento al novillo y media vuelta con el triunfalista ganadero.
Infumable fue Cascabel, con 452 kilos y el más pesado del fallido encierro, que en mala suerte tocó al fino Rodrigo Muñoz Gitanillo de Tlalpan, que pasó inédito. Quijote correspondió a Juan Chávez, que permitió al joven dos orticinas dibujadas, brindar a sus alternantes y realizar una faena con ligazón pero sin temple. Cerró plaza Girasol, al que El Palentino recibió con tres gaoneras en los medios para luego instrumentar una estática faena de las suyas al enésimo soso y deslucido. Lo dicho ayer, con otros toros la que se hubiera armado.