Usted está aquí: martes 18 de octubre de 2005 Política Salinas

Marco Rascón

Salinas

Su éxito sólo es posible porque el país fracasa. Se agranda cuando el país se achica; él es del tamaño de lo que ve y no de su estatura, como diría Fernando Pessoa. Pero Carlos Salinas de Gortari no entrará de frente, sino como "mediador", no polarizando sino aprovechando las ruinas en que quedó todo el sistema político mexicano surgido de la revolución y que él contribuyó a destruir para abrir paso a este proceso de integración dirigido por las leyes del mercado. El enemigo central de Salinas es Zedillo, su sucesor shakespeareano.

Carlos Salinas es artífice central de la negociación con Estados Unidos y Cánada que nos integró a América del Norte y nos separó de Latinoamérica. El futuro de nuestra riqueza y nuestra pobreza fue unido al norte brutal que nos desprecia y de ahí el país perdió destino y la capacidad para resolver sus grandes y pequeños problemas.

La negociación del Tratado de Libre Comercio (TLC) fue conducida erróneamente por Carlos Salinas y su grupo. Su punto de partida no buscó acordar reglas justas para nuestro país, sino para "que nos aceptaran" como integrantes del bloque comercial. Al final William Clinton impuso una condición: mantener el peso sobrevaluado, pues la nueva dependencia así lo requería.

El gobierno encabezado por Salinas aceptó las condiciones de Estados Unidos a cambio de que nos aceptaran como fuera, con las consecuencias que ello tuviera. El sector oligárquico, agrupado entonces en el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, aceptó la estrategia y la entrega del país, pensando no en la nación, sino en sus intereses, que les aseguraron que estarían a salvo.

Este noviembre se cumplirán 12 años de aceptado y firmado el TLC. Las asimetrías entre nuestra economía y la de Estados Unidos fue tratada con reglas que profundizaron las diferencias y desventajas para México. Para Estados Unidos significó la apertura a las exportaciones de granos hacia acá, el auge de su sector agrícola y la destrucción de la producción mexicana no sólo para la exportación, sino para el mercado interno.

En ese acuerdo, Salinas no negoció fondos de compensación para resolver las asimetrías y diferencias; no negoció nada sobre derechos laborales de los trabajadores mexicanos, pese a que el resultado a 12 años fue que la exportación de mano de obra barata fue la consecuencia para México.

Ver hacia ese momento es hoy fundamental, cuando Salinas hace presencia en las ruinas de la política; se levanta orgulloso y ufano, cuando todos se acusan mutuamente de ser sus marionetas, mientras él, como el Cid Campeador, gana batallas sin siquiera estar presente.

Carlos Salinas, como parte del esquema neoliberal, luchó contra la pobreza extrema. En ese entonces se decía que había 17 millones de pobres. ¿Cuál era la diferencia entre la posición del neoliberalismo y de la izquierda frente a la pobreza? Mientras los neoliberales y sus imitadores decían y dicen que la resolverán, sin miedo la izquierda convocaba a los pobres a luchar contra su condición. Mientras unos repartían a través del Pronasol prebendas y despensas para ganar su favor, la izquierda llamaba a luchar contra las estructuras injustas que producían pobres.

Hoy, gracias a esas estructuras, no hay 17, sino más de 65 millones de mexicanos en pobreza. La polarización y las diferencias aumentaron gracias a lo que sembró Salinas.

Hoy, gracias a Carlos Slim -el número 9 de los millonarios del mundo, surgido de ese proceso de privatización, cuya venta era para resolver el problema de los pobres y que carga con el estigma de representar la fortuna de Carlos Salinas-, se levantan como grandes protagonistas políticos con el Pacto de Chapultepec para decidir quién será el próximo presidente de México. Este protagonismo empresarial sólo se explica en función de que el país ya no se sostiene ni por la estructura ni la credibilidad de los actuales partidos y candidatos y, por tanto, ese sector oligárquico, igual que en 1982 tras la nacionalización de la banca, busca hoy representarse políticamente y tomar el control directo del Estado y el gobierno de la República.

El conflicto ya no es entre partidos, sino entre bloques de intereses a través de un titiritero. ¿Cuántas horas duraron la credibilidad y la M de Montiel bajo la consignación de Televisa? Luego vino el zedillista Chuayffet rompiendo lanzas contra el salinista Francisco Gil, quien ya se había lanzado contra el zedillista Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, que criticó el gasto de los excedentes petroleros.

La campaña previa de regreso de Carlos Salinas vino desde uno de los refugios del zedillismo: desde el PRD. Desde ahí invocaron una y otra vez al innombrable.

Carlos Salinas de Gortari deja de ser innombrable cuando todos son impensables y por eso llegó como gran triunfador a Bellas Artes, a las fiestas de Celebremos México, con Televisa, su actual partido.

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