Usted está aquí: martes 18 de octubre de 2005 Economía La alianza de Asia con Medio Oriente amenaza a EU

La alianza de Asia con Medio Oriente amenaza a EU

China no es todavía una alternativa estratégica viable a Estados Unidos en Medio Oriente. Pero eso cambiará

En Medio Oriente, la capacidad estadunidense de recompensar y sancionar será socavada por los países de la región que se vuelven a oriente para todo

Economist Intelligence Unit /The Economist

Ampliar la imagen Atardecer en un parque de Pek� En Asia, una tendencia hacia una pol�ca exterior m�independiente se ver�eforzada por un sentimiento cada vez mayor de que los intereses asi�cos y estadunidenses en Medio Oriente no necesariamente coinciden FOTO Reuters Foto: Reuters

Un nuevo alineamiento global está en ascenso, el cual tendrá implicaciones profundas en la configuración del sistema internacional. Con frecuencia Asia y Medio Oriente se consideran los principales teatros donde se representan los temas claves de las políticas del mundo contemporáneo. Pero reiteradamente se pasa por alto la red de lazos cada vez mayores entre estas dos regiones, los cuales tienen como motivación común la resistencia a la hegemonía política, económica, militar e incluso cultural de EU.

El elemento más prominente de esta afiliación es la energía. Aunque Asia ha dependido mucho tiempo de Medio Oriente para satisfacer sus necesidades de petróleo y gas, la naturaleza de esa relación está cambiando. Asia se ha convertido en un consumidor aún más voraz de crudo y gas, mientras los lazos de Oriente Medio con EU, su tradicional socio energético, se han distendido cada vez más. Hoy las empresas energéticas chinas, indias, malasias y japonesas están ganando contratos de exploración y de coproducción en la región. Sin duda hay sensatas razones económicas para ello, pero resulta conveniente que estas compañías estén libres del bagaje político -temas de derechos humanos o proliferación de armas nucleares, por ejemplo- que inhibe a sus contrapartes estadunidenses.

Un segundo elemento de la relación entre Medio Oriente y Asia ocupa el primer lugar: una estratégica afinidad política, cada vez mayor. Véanse las inversiones energéticas de China en Irán y Sudán. No tienen la intención de ser una basura en el ojo de Washington. A las empresas petroleras chinas les va mejor en esos países porque las sanciones de Estados Unidos ocasionan una menor competencia de actores estadunidenses. Pero, dada la importancia de la seguridad energética para la política exterior china, el imperativo económico pronto se convierte en político. Además, China se ha opuesto a las sanciones petroleras a Sudán y ha resistido los esfuerzos por llevar el tema del armamento nuclear iraní al Consejo de Seguridad de Estados Unidos.

El atractivo de China no se limita, sin embargo, a los indeseables de Medio Oriente. La relación sino-saudita se ha desarrollado de manera dramática desde que, a mediados de la década de 1980, Pekín apuntó en secreto sus misiles de medio alcance a Riad. De manera más reciente una empresa china se convirtió en una de las primeras compañías extranjeras en obtener los derechos de exploración de gas en el reino. El único postor estadunidense se retiró de la licitación por ostensibles razones económicas.

Desde luego, China no es todavía una alternativa estratégica viable a EU en Medio Oriente. Pero eso cambiará. China ya tiene la capacidad de abastecer a países como Irán con armas de diseño militar estadunidense. También está muy conciente de la vulnerabilidad de sus largos litorales de comunicación hacia Medio Oriente. En la medida en que desarrolle su poderío naval -ayudó a Pakistán a construir un puerto profundo en su costa occidental- aumentará la posibilidad de que se suscite una competencia estratégica sino-estadunidense en Medio Oriente.

Religión e ideología son otros filos importantes de la relación. Washington tiende a mirar el interés cada vez mayor de Asia islámica en el fundamentalismo islámico, exportado por países como Arabia Saudita, a través del prisma de la guerra contra el terrorismo. Es un enfoque simplista. El interés en el extremismo no es el único factor que mueve este complejo fenómeno: también resulta una respuesta parcial a lo que los asiáticos musulmanes ven como la penetración de sus sociedades por una decadente y muy comercializada cultura estadunidense.

Esto es sólo un ejemplo de los esfuerzos en Asia y Medio Oriente por encontrar alternativas a los globalizantes y extendidos temas estadunidenses. Hay otros. Malasia ha estado promoviendo una reforma del mundo islámico y pronto será sede del Foro Internacional del Mundo Islámico: un ''Davos para musulmanes''. Entretanto, los regímenes de Medio Oriente hablan del ''modelo chino'' de economía abierta y sistema político cerrado.

Por supuesto, sería erróneo ver estos ejemplos de una emergente afinidad entre Asia y Medio Oriente como una alianza formal antiestadunidense. Pero en muchos sentidos eso no importa. Al margen de si la red de alianzas se institucionaliza o permanece desigual, si se forma mediante organismos gubernamentales y no gubernamentales, el resultado será la gradual erosión del poder duro y blando de EU en Medio y Lejano Oriente.

En Medio Oriente, la capacidad estadunidense de recompensar y sancionar será socavada por los países de la región que se vuelven al oriente para todo, desde apoyo político en el Consejo de Seguridad hasta mercados alternativos. En Asia, una tendencia hacia una política exterior más independiente se verá reforzada por un sentimiento cada vez mayor de que los intereses de Asia y EU en Medio Oriente no necesariamente coinciden. Y desde el punto de vista global, podría ser un conflicto en el estrecho de Ormuz, más que en el estrecho de Taiwán, la chispa que encienda la muy anticipada rivalidad entre EU y China, hecho que cuestionaría la unipolaridad que ha definido la política internacional durante los pasados 15 años.

FUENTE: EIU

Traducción de textos: Jorge Anaya

 
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