Editorial
España, una transición incompleta
En estos días, en España, se dieron hechos que revelan que la transición hacia la democracia, empezada tras la muerte del dictador Francisco Franco, en 1975, es una tarea ina-cabada y que los odios ideológicos, la intolerancia y las actitudes radicales permanecen en la actualidad y afloran periódicamente.
Un ejemplo se dio durante la 25 entrega de los premios Príncipe de Asturias, realizada ayer viernes, los cuales fueron creados supuestamente para destacar los valores más dignos del ser humano. Es por esta razón que no se explica que se concediera el premio de la Concordia a la orden religiosa católica de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Esta orden tiene un largo historial de violaciones a los derechos humanos, pues desde el siglo XIX sus integrantes fungieron como carceleras de presos políticos y de conciencia, labor que llevaron a cabo con "avaricia, frialdad, egoísmo, insensibilidad hacia el dolor ajeno", de acuerdo con testimonios de presas víctimas de la dictadura de Franco, quienes no dudan en calificar a las monjas de "torturadoras sicológicas". Las religiosas, dejando de lado las enseñanzas básicas de la doctrina cristiana, dirigieron con mano de hierro cárceles como la de Les Corts, en Barcelona, entre otras, infiernos que han sido descritos por investigadores e historiadores.
Las expresiones del franquismo incluso siguen persiguiendo a Santiago Carrillo, uno de los principales artífices de la reconciliación, a pesar de que han transcurrido 30 años de la muerte de Franco. Carrillo, ex secretario general del Partido Comunista Español, señaló desde 1956 la necesidad de cerrar las heridas de la guerra civil. El jueves 20, un grupo de ultraderechistas, convocados en páginas de Internet y mediante el programa radial de Federico Jiménez Losantos, transmitido por la Cadena Cope propiedad de la Conferencia Episcopal Española, trataron de sabotear la ceremonia en la Universidad Autónoma de Madrid, en la cual se le otorgó a Carrillo el doctorado honoris causa. Ante esta agresión, el político lamentó: "no comprendo cómo muchachos de hoy pueden hacer suyos los odios de hace 60 años".
Pero estas no son muestras aisladas de la permanencia del franquismo en la España de hoy. En marzo pasado, el retiro en Madrid de una estatua ecuestre del dictador provocó airadas reacciones de organizaciones como la Asociación de Militares Españoles (AME) y de la Fundación Nacional Francisco Franco. Fue "un regalo" a Santiago Carrillo, se quejó el presidente de la AME, coronel José Conde. "Ahí está la historia cuyo testimonio no se puede secuestrar en un oscuro almacén, como ahora hacen con la estatua de uno de sus grandes", manifestó la fundación, sin mencionar que el régimen de facto del llamado "generalísimo" fue responsable de 300 mil asesinatos, cientos de miles de encarcelamientos por motivos políticos, innumerables casos de tortura y el exilio de millones de ciudadanos.
Tales atrocidades no se olvidan y persisten en la memoria colectiva, por lo que se impone emprender una seria labor de análisis y estudio de los años de la dictadura para superar con eficacia las divisiones que ésta provocó. En ese contexto, la transición no ha terminado, pues todavía hay voces que siguen estancadas en una retórica de odio, y hay autoridades que premian crímenes que no deben tener cabida en una democracia y en un estado de derecho. Mientras sobrevivan estas expresiones de intransigencia ideológica, de nada servirá que también se galardone con un premio Príncipe de Asturias a personas como Simone Veil, una sobreviviente de los campos de concentración nazis que dedicó su vida a defender los derechos humanos.