Llama a sus seguidores a admitir la derrota y a apoyar a Calderón Hinojosa
En la hora del hundimiento, Creel exculpa a su equipo por el fracaso
A las 19:04 horas "tiró la toalla": no más. Con la suerte echada y la derrota a cuestas apareció Santiago Creel Miranda para anunciar su derrota ante un puñado de sus todavía leales seguidores: "La mayoría de la militancia de nuestro partido ha decidido que Felipe Calderón sea nuestro candidato..."
Ni un solo voto había sido computado oficialmente para entonces. El programa panista de resultados electorales preliminares no se había echado a andar cuando ya el ex secretario de Gobernación, vestido de negro y con el rostro descompuesto, se dirigió en su casa de campaña a los panistas que aún lo aguardaban, entre quienes se encontraba gran parte de sus familiares.
Su madre, Dolores Creel, no digería la derrota y aún deploraba las trampas que los "viejos panistas" le tendieron a su hijo para derrotarlo "a la mala". Se desconocía entonces la abrumadora derrota en la tercera etapa.
Una hora antes, Creel había llegado a su casa de campaña. Se dirigió directo a su oficina y ahí solicitó el saldo de la jornada a su coordinador de campaña, Adrián Fernández, y a sus colaboradores más cercanos, Armando Salinas Torre y Luis Correa, entre otros. Nada bueno vaticinaban a esas horas los números. Ni necesidad hubo de "hacer números. Felipe ganó la tercera etapa y listo, nada que hacer", comentó un colaborador de Creel.
Las cifras en su casilla, ubicada en Polanco, en el Distrito Federal, anticipaban ya el naufragio: Felipe Calderón, 583 votos; Santiago Creel, 225, y Alberto Cárdenas, 28.
Ahí mismo, por la mañana, tras emitir su voto, Creel hablaba aún -sin demasiada vehemencia- de su confianza en la tercera etapa; de su satisfacción por los ajustes realizados en la estrategia y en el reforzamiento de su equipo de campaña. Al caer la tarde las primeras versiones extraoficiales anticipaban una derrota mayúscula en la entidad donde tenía centrada la esperanza de su resurrección en la contienda.
Con las cifras sobre la mesa, Creel pidió a sus colaboradores estar solo unos momentos, un espacio para meditar sobre el desplome estruendoso de su campaña. Sí, había llegado el final. Lejos quedaron aquellas encuestas que lo ubicaban casi obligadamente como el candidato blanquiazul; aquella millonaria campaña mediática incapaz de revertir el impacto demoledor que resultaría de los sospechosos permisos para juegos y sorteos que entregó a Televisa apenas unos días antes de concluir su gestión como secretario de Gobernación. Error letal que mostraría sus efectos al paso del tiempo.
Casi al anochecer, Creel lanzaba la arenga postrera a sus seguidores: "Hago propia esa decisión de la mayoría de la militancia en mi partido. Le pido a todos los integrantes de mi equipo que igualmente se sumen con decisión a ella. Convoco a todos los panistas que en las 32 entidades votaron por mí, a esos miles y miles de panistas, que también apoyen a Felipe de manera decidida y que entre todos logremos que sea el próximo presidente de México".
Exculpó a sus colaboradores del desastroso rumbo de su campaña: "Para mi equipo no tengo palabras más que de agradecimiento por su lealtad. Los resultados de estas tres elecciones son de mi entera responsabilidad y de nadie más, y asumo plenamente esa responsabilidad".
No hubo conferencia de prensa, ningún espacio para conocer más allá su sentir. Algunos abrazos, algunas palmadas en la espalda y Creel tomó rumbo a su camioneta sin admitir pregunta alguna. El vehículo arrancó de inmediato.
Quien hasta ayer fuera aspirante presidencial ya no vería la llegada de su padre, René Creel, quien se presentó casi a las 19:30 horas. Su esposa le diría al oído el desenlance final de la contienda.