Adivinación
La anticipación de eventos futuros ha ocupado la atención de los seres humanos en todos los tiempos. Saber qué va a pasar, antes de que ocurra, forma parte de todas las formas del conocimiento en nuestra especie. Desde los aurispices que anticipaban el futuro al examinar las entrañas de los animales y podían predecir los desastres, hasta la ciencia moderna que, como los antiguos, ha encontrado la forma de adivinar el comportamiento de los astros, los huracanes o las epidemias.
En todos los casos, se trata de ver algo que aún no ha ocurrido. Es decir, se piensa y se da vida a algo que no es objetivo, pues simplemente no existe en el momento del pronóstico. Parecería un contrasentido con la racionalidad y objetividad de la ciencia; no obstante, la predicción es uno de sus componentes principales. Por ejemplo, en nuestros tiempos el calentamiento global lleva a nuestros científicos a predecir el derretimiento de los hielos, el aumento del nivel de los océanos, la modificación o extinción de especies y cambios en el clima que incluyen las tormentas. En el caso de los huracanes, pueden anticiparse su trayectoria e inclusive sus efectos destructivos.
Tomemos otro ejemplo, las epidemias. Hasta ahora no se ha documentado la trasmisión de humano a humano del virus de la influenza aviar; sin embargo, para muchos expertos puede ser la primera pandemia del siglo y acabar con la vida de millones de seres humanos. Esta predicción ha llevado a los sistemas de salud de todo el mundo a declararse en alerta. México ya cuenta, mediante la Secretaría de Salud, con un plan que es totalmente confiable. Todo esto surge de la anticipación de un hecho que por lo pronto no es verificable, pero que ya puso en movimiento a las sociedades y a sus gobiernos.
La ciencia no niega sus orígenes. Surge de la magia, la alquimia y la astrología renacentistas. La adivinación, es decir, la anticipación de un hecho que no ha ocurrido, fue un elemento de gran importancia entre los precursores de la ciencia moderna, como Cornelio Agrippa o Tycho Brahe, en el caso de la medicina y la astronomía; también entre los protoquímicos, como Paracelso, o más adelante en los físicos, como el mismo Newton, quien, de acuerdo con algunos autores, creía en la influencia de los astros sobre lo que habría de pasar.
Pero a pesar de que se dirige a los mismos propósitos, es decir, anticipar escenarios futuros, la predicción científica es diferente. Se basa en la observación de un fenómeno y en el estudio de su comportamiento, no a partir de creencias, sino de sus bases objetivas. Pero conserva algo de su pasado, pues a partir de estos datos verificables se hace una predicción, se anticipan hechos que no han ocurrido. Por ejemplo, el pronóstico médico. A partir del diagnóstico de una enfermedad y de su curso en una persona (hechos totalmente tangibles y verificables), se hace una predicción de su desenlace. En astronomía, como otro ejemplo, pudo conocerse la existencia de planetas en nuestro sistema solar antes de que pudiéramos haberlos visto. También podemos saber con mucha precisión cuándo ocurrirá un eclipse, o el momento en el que aparecerá un cometa.
Conocer el futuro es una necesidad humana que se conserva desde tiempos muy remotos. En la actualidad, la vida en el planeta se encuentra amenazada por distintas calamidades, algunas surgidas de la propia naturaleza, otras originadas por nuestra especie, por su crecimiento, sus formas de organización, y en ocasiones por su comportamiento irresponsable. La predicción científica adquiere importancia vital en nuestro tiempo. Tiene además una fuerza notable, pues es capaz de determinar cambios en las conductas de grandes grupos humanos.
Conservamos mucho de nuestros orígenes, y así como en el pasado primitivo la adivinación la realizaban los brujos o en el Renacimiento era tarea de los magos, hoy los modernos aurispices de la ciencia, removiendo las entrañas de los datos disponibles y los modelos matemáticos, anticipan un futuro nada prometedor.