Usted está aquí: jueves 27 de octubre de 2005 Sociedad y Justicia ''¡Agua, agua!'', clamor de vecinos de las colonias más pobres de Cancún

La de los pozos, contaminada; el botellón lo cobran hasta 60 pesos, denuncian

''¡Agua, agua!'', clamor de vecinos de las colonias más pobres de Cancún

En medio de la desgracia algunos han hallado empleo en las labores de reconstrucción

VICTOR BALLINAS ENVIADO

Ampliar la imagen Viaje compartido en el ejido Alfredo V. Bonfil, cercano a Canc�TO Jos�ntonio L� Foto: Jos�ntonio L�

Cancún, QR, 26 de octubre. ''¡Agua, agua!'', es el clamor de los vecinos de las colonias populares en la zona ejidal Alfredo V. Bonfil. ''Tenemos ya dos días sin agua. Los niños tienen sed; como quiera nosotros somos grandes, pero ellos... y el agua de los pozos, que hay muchos, no sirve porque es de color amarillo'', aseguran Martha Hernández, Josefina Zapata y Pedro Cruz. Narran que ayer en la plaza pedían 60 pesos por botellón. ''No nos lo quisieron vender porque nosotros tenemos envase de cristal y nos querían dar a fuerza el de plástico. Les dijimos: véndanos nada más el líquido y lo vaciamos, pero no quisieron.''

Al fondo del ejido medio centenar de familias tienen que cruzar una laguna que se formó a raíz del ciclón. Tiene unos 700 metros de largo y 90 centímetros de profundidad. Es agua pestilente, putrefacta, y la mayoría de hombres, mujeres y niños la cruzan a pie. ''Hace dos días medía 1.40 metros de profundidad. Mire, hasta acá nos llegaba'', señala una mujer poniéndose las manos a la altura del tórax.

Unas 50 viviendas construidas con materiales precarios -palos y láminas de cartón- fueron devastadas por Wilma. Las pocas pertenencias de estas familias se perdieron. Ahí están inservibles los refrigeradores, colchones mojados, roperos, bases de cama y ropa.

Huracán y saqueadores

Son familias procedentes de Chiapas y Tabasco; tienen viviendo en esta zona ejidal entre tres y diez años. ''Nos venimos hace 10 años de Huimanguillo, Tabasco, en busca de una mejor oportunidad. Esto ya era de nosotros y ahora todo se perdió'', lamenta Evarista Jiménez, quien tiene 15 años de vivir en Cancún y 10 en la zona ejidal. En su casa los fuertes vientos de Wilma derribaron el techo. Todo se le mojó: camas, ropa, documentos. ''Estamos albergadas en la escuela Octavio Paz. Ahí hay mucha gente; la mayoría teníamos palapas y todas están destruidas'', abunda Jiménez.

Esmeralda Salaya, vecina de Evarista, también es oriunda de Tabasco y dice: ''Yo todo lo perdí, el viento se llevó mi ropa, los colchones ya no sirven, mi radio se lo robaron, mi estéreo también; aparte del huracán vinieron los saqueadores''.

Parada sobre lo que fue su palapa, hoy sólo unos montones de palos y pedazos de cartón mojado, comenta que ella y sus vecinos esperan que haga mejor tiempo para que lo que quedó se seque. ''Yo hasta lloré el viernes, tenía mucho miedo por mis hijas. Nos dijeron que nos fuéramos al refugio; nos imaginamos, sólo por oír el ruido que hacía el viento, que no iba a quedar nada. Pegó duro el huracán y hoy estamos tratando de sacar algunas cosas, lo que podamos salvar.''

Ambas mujeres dicen que sus maridos son albañiles y algunas veces tienen empleo y otras no. ''Ahorita, desde el lunes los llamaron de Cancún; ahora sí van a tener empleo en la reconstrucción.''

Las familias que se encuentran incomunicadas, y a las que este día les entregaron despensas, demandan que el gobierno las ayude entregándoles atados de láminas de cartón. ''Pero uno no nos sirve, ¿para qué nos alcanza? Queremos que de veras nos echen la mano, que de una vez nos den las láminas que necesitamos, porque palos hay en el monte, hay muchas varas, pero no tenemos dinero para comprar las láminas.''

El ejido está ubicado en la salida de Cancún hacia la autopista de Mérida, a unos 30 kilómetros del centro. También resultaron afectadas las familias que viven en la entrada del ejido y a la mitad del mismo; las primeras son construcciones de material y ésas sólo se anegaron; las otras sufrieron severos daños; unas se desplomaron y algunas otras quedaron sin techos; sólo quedaron en pie una o dos paredes.

Janet Sánchez, María de la Cruz López Palma, Josefina Zapata, piden ayuda para las familias pobres de la zona ejidal: ''Que nos regalen láminas y colchones, aunque sean usados, porque no tenemos nada y dónde van a dormir nuestros hijos''.

Al fondo, donde se ubican unas 50 familias de mayor pobreza, la situación es aún más difícil. La mayoría se encuentran en albergues en las escuelas, porque sus palapas cayeron. ''Wilma se llevó todo, pero nosotros nos vamos a levantar. Aquí nos iba bien, mejor que en Tabasco y Chiapas; ya estos terrenos son de nosotros, aunque los estamos pagando; teníamos ya unas cositas -refrigerador, radio y algunos estéreos-, pero ahora vamos a empezar, pero necesitamos ayuda; lo bueno es que gracias a Dios estamos vivos, no nos pasó nada.''

Allá, donde las palapas se encuentran en el suelo, las familias pobres hacen labores de limpieza; la ropa ha sido puesta a secar, recuperan lo que pueden y sus hijos, de muy cortas edades, ayudan cargando el poco mobiliario que se salvó. ''Venimos para llevarnos algunas cosas, vamos a rentar un cuartito, pero no queremos que se roben lo poquito que nos dejó el huracán, por eso hoy estamos aquí, pero al rato tenemos que regresar al albergue.''

Algunas familias afectadas se refugiaron con vecinos en cuartos de cuatro por cuatro, pero hechos con block y techo de cemento, por eso resistieron el embate de Wilma. ''Mis cuñadas, mi suegra y una vecina nos encerramos aquí, en este cuarto; nos pasamos tres días y teníamos miedo porque se oía muy feo afuera; había fuertes vientos y mucha lluvia. Los niños se espantaron, pedían que se prendiera la luz, les contamos cuentos, pero estaban intranquilos; nosotros estábamos preocupados y temerosos, nunca habíamos visto algo así.''

Afuera -agregan las migrantes de Tabasco y Chiapas- el viento pasaba con tal fuerza que todo cimbraba. ''Entonces pensamos: ¿por qué no hicimos caso y nos fuimos al refugio? Dos días antes vinieron a decirnos que aquí no era seguro, que el huracán venía con mucha fuerza, pero nos confiamos ya que antes había pasado el Emily, y no causó daños, pero éste vino con mucha fuerza.''

Ahora, estas familias conviven con vecinos, familiares o amigos cuyas casas quedaron en pie; pero ahí se encuentran hacinados, ''y aquí estaremos, porque está cabrón pagar renta; nuestros esposos no tienen trabajo y cuando lo tienen les pagan poco'', asegura María del Rosario Cruz.

Por otro lado, en la parte media del ejido, las familias que recibían despensas reclamaban molestas: ''¿Por qué vienen hasta ahorita con la ayuda? Nos tienen abandonados, ayer nos dijeron que iban a entregarnos alimentos y ahí estuvimos horas y horas en la plaza, pero ustedes no llegaron, nos cansamos y nos engañaron, y ahorita vienen y no nos traen agua. ¡Agua, agua, eso es lo que queremos, eso es lo que hace falta!''

El chofer del camión les reviraba: ''Pero hoy aquí están las despensas, eso es lo que nos dieron. Esto es lo que estaba en el DIF; no se desesperen porque va a haber más ayuda; tengan calma y cuando haya láminas se las vamos a traer''. Las mujeres y algunos hombres insistían en su reclamo: ''A ver. Ojalá que despensas como éstas sean las que les van a entregar a los ejidatarios, porque estamos seguros que a ellos les van a dar otras mejores, con más productos, porque las nuestras no traen latas, no tienen atún, y lo más importante: ¡no tienen agua!''

Isabel Ramírez dice: ''Ni modo. Perdí mi plancha, mi equipo modular, mi estufa, pero gracias a Dios no me pasó nada. Yo sé que nos vamos a recuperar poco a poco, pero nos va a ir bien porque aquí la estábamos pasando''.

 
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