Perdieron bienes y casas, pero no los doblan autoridades ni huracanes
La recuperación será lenta y difícil, sostienen pescadores de El Arenal
El gobierno chiapaneco les impide trabajar en la laguna Panzacola, y aún resisten
Ampliar la imagen El desbordamiento de los r� Coat�y Huixtla arras�entos de casas en Chiapas, y dej�n equipo de trabajo a cientos de transportistas FOTO Alfredo Dominguez Foto: Alfredo Dominguez
Municipio Autónomo Tierra y Libertad, Chis., 26 de octubre. Aún sin contabilizar la totalidad de los daños provocados por el huracán Stan, sin trabajo y con sus viviendas y pertenencias bajo el lodo, los pescadores de El Arenal, bases de apoyo zapatistas, pronostican una recuperación lenta y difícil.
Son momentos de hambre y enfermedades en este poblado costeño de mayoría no autónoma. A tres semanas del paso del huracán, agradecen estar vivos, que no es poco.
Los zapatistas de El Arenal que perdieron sus casas y bienes son pescadores, a pesar de que las autoridades federales y los sucesivos gobiernos chiapanecos, de Patrocinio González Garrido a Pablo Salazar Mendiguchía, les han negado el derecho de trabajar en la laguna Panzacola, dentro del manglar Zaragoza, donde han trabajado durante dos generaciones. Sufrieron represión policiaca en repetidas ocasiones, y aún resisten. No los doblan los gobiernos ni el huracán.
"Aunque perdimos algunas, fueron las canoas las que nos salvaron", refiere Simón en el patio de lo que le quedó de casa en la comunidad costera, donde los pobladores no zapatistas se dedican al comercio o la agricultura. Es una zona de tabaco, palma de aceite y fruticultura. La inundación causada por Stan a principios de octubre cubrió la totalidad de éste y todos los pueblos vecinos, cuando los desbordados ríos Vado Ancho, Cintalapa y Chino se unieron al mar en la barra de San Juan durante varios días. No sólo se dañaron buena parte de las viviendas, sino que los medios de subsistencia económica también fueron arrasados.
Hay casas en El Arenal que a simple vista no se ven afectadas, pero adentro en lugar de piso tienen una enorme fosa por la que se fueron muebles, trastes y ropa. Las familias de pescadores zapatistas intentaron resistir antes de abandonarlas, hasta que las paredes empezaron a crujir por la fuerza de la corriente que empezaba a entrar por las ventanas ubicadas a un metro de altura.
Carlos, otro de los pescadores autónomos, y su esposa, arrojan cal alrededor de su terreno y en los bordes de las paredes que quedan. "Para que no reviente el zancudo", explica.
Un olor a marisma mala penetra la calurosa atmósfera. Al retirarse la inundación dejó grandes agujeros en los patios y casas, se llevó pisos de cemento y algunas calles las convirtió en lechos secos y pedregosos. Hoy abundan grandes pozas estancadas y en putrefacción que ya sólo esperan a los mosquitos del paludismo.
Aumentan las enfermedades
Al parecer ya se presentó un primer caso de dengue. Se han generalizado las infecciones respiratorias en los niños, y de tanto estar en el lodo "se nos hicieron heridas en las plantas de los pies", comenta Simón.
El incremento de las enfermedades provoca que al distinguir a cualquier persona extraña al poblado, los habitantes salgan de sus casas y le pregunten si es médico o pertenece a alguna brigada sanitaria. La respuesta negativa desilusiona, especialmente a las mujeres.
En las ciudades de Escuintla, Acapetahua y Villa Comatitlán, menos afectadas pero todavía batidas de lodo, la población retorna a sus actividades lentamente.
En El Arenal, todas las familias se concentran en limpiar y rescatar sus viviendas. De las familias zapatistas, al menos 15 sufrieron daños y cuatro perdieron sus casas. Además, la cooperativa de pescadores que conforman perdió 16 cayucos, que son su herramienta de trabajo. No hay vida normal para nadie.
Los poblados y campos de esta gran planicie costera representan un foco rojo sanitario. No hay agua potable, las lagunas y manglares se encuentran contaminadas y la destrucción de criaderos marinos parece muy grave. No obstante, las familias de pescadores no pierden su alegría costeña, y no se dan por vencidas. Siempre han convivido con el agua.
Al venir el diluvio, las familias subieron a sus canoas y las ataron a las copas de los árboles. Encaramaron pollos, cerdos, pericos y borregos en los troncos altos, y esperaron tres días a que bajaran las aguas, alimentándose con la fruta de las ramas altas.
Por otra parte, se pudo confirmar que las familias zapatistas dispersas en el municipio oficial de Villa Comatitlán, también en la costa, no sufrieron daños mayores en sus viviendas, aunque de cualquier forma sufren las secuelas del siniestro, al igual que las bases de apoyo localizadas en Islamapa y Puerto Madero, todas pertenecientes al municipio autónomo Tierra y Libertad.
Aquí no hay lomas. Los campos son bajos. El lodazal y los detritus empiezan a secarse y se agrietan. La humedad tropical adquiere un inusual aspecto desértico. Abundan zopilotes y gavilanes hambrientos. Lo bueno es que oficialmente no es una zona de desastre. Es sólo gente a la que le cayó su agüita, parafraseando lo que dijo Porfirio Díaz hace cien años.