Políticos en el limbo
Mientras el país vive la mayor tragedia humanitaria de su historia y sobre un fondo de dolor e incertidumbre, en el centro de la escena política se representa el penúltimo acto de la opereta interminable que nos ofrece la clase política: Calderón, el jovial, se cita en privado con la maestra que viene de las calendas priístas y trata de reciclarse vestida de entre azul y buenas noches. Lamentable primera fotografía de un candidato que ganó la postulación de su partido apelando a los principios doctrinarios por encima del realismo oportunista del foxismo. Y, sin embargo, ilustra muy bien los extremos de la alianza que ambos quisieran en el futuro: la gran coalición de centro derecha dispuesta a llevar a término las reformas pendientes y, en definitiva, el programa diseñado durante los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, con expreso apoyo parlamentario del PAN.
Ese es el sueño truncado por la ineficacia del gobierno actual: ésa es la aspiración que, en última instancia, definirá los polos de la contienda por la Presidencia de la República. Sin embargo, ante la provocación de la ex secretaria general, el partido de las seguridades pétreas, el PRI de Madrazo, prefiere guardar silencio, esperando a conocer la postura que al final adoptará el nuevo gran elector: la televisión, que todo lo puede con la ayuda discreta del gobierno y algunos poderes fácticos que prefieren el anonimato y las sombras.
Pero hay inquietud en el PRI. Son varios los "militantes distinguidos" que se han mostrado azorados ante la inflexibilidad de Madrazo (la ley es la ley) para recomponer la competencia luego de la súbita salida de Montiel, cuya defunción política se produjo, una vez más, gracias al martillazo propinado por la divulgación de las cuentas familiares de tan ilustre, revolucionario e institucional caballero. Los ex amigos del ex gobernador se sienten defraudados porque la presidencia del PRI se niega a abrir la convocatoria para permitir el registro de un nuevo precandidato que los represente en la contienda interna, lo cual restauraría los equilibrios internos y daría cierta legitimidad democrática a un proceso que hoy parece simple agandalle madracista.
Pero eso no ocurrirá. Los mandos del PRI piensan que lo "pasado pisado", pues confían en que las quejas se quedarán en eso: en un intento de "posicionarse", y si acaso al final alguno se va del partido eso no significará tampoco la desbandada tan anunciada como deseada por sus críticos. Y es que, más allá de disputas puntuales, los políticos priístas saben que dependen del partido-Madrazo para reciclarse en la escena pública. Quien controla el partido tiene la llave de las candidaturas, el acceso a las prerrogativas y, en definitiva, la fuerza necesaria para competir en unas elecciones ya de por sí difíciles.
El problema para el PRI está ahora en la política. Está claro que sus contrincantes tienen que ofrecer un conjunto de ideas más o menos coherentes sobre el camino a seguir. Podrá no gustarles López Obrador a sus críticos, pero al satanizarlo ellos mismos se han encargado de dar color y textura a sus planteamientos, el máximo de visibilidad, y han despertado en la ciudadanía del país la atención a sus palabras, como se demuestra en las reuniones y mítines celebrados en todo el país. Es el hombre a vencer. Y frente a eso, ni el PAN ni el PRI ofrecen opciones que no sean repetición de viejas ofertas no cumplidas, o la promesa tácita del bipartidismo como fórmula para sacar al país del atasco. Confían demasiado en la fuerza del dinero y la capacidad de los medios para influir en la ciudadanía, en la descalificación como recurso corriente, pero olvidan lo principal: la irritación es real; también el desencanto que nubla la problemática nacional. Naturalmente, los adversarios de López Obrador, los mismos que urdieron el desafuero, no se tocarán el corazón ni los bolsillos para frenarlo, pero están ciegos: el elitismo panista no les deja ver el bosque de miseria y desigualdad, la crudeza de una realidad que se niega a verse reducida al simplismo reaccionario o a la ligereza intelectual de la "elección racional".
La brutalidad burocrática del PRI ahoga todo proyecto renovador que no sea buscando el entendimiento con los grandes grupos de poder. El país decidirá.