Revolución sexual en China
Entre las nuevas generaciones chinas se está gestando una revolución sexual de hecho, aunque menos ruidosa que la de los sesentas en Occidente: simplemente sus prácticas son una prueba de desobediencia civil a la política de población de esa distante y cada vez más poderosa república.
Para profundizar en el tema abordado en mi artículo anterior ("Género y sexualidad en China", La Jornada, 14/10/05) constato que mi percepcion coincide con la que diversos estudios documentan: los programas oficiales van mucho más atrás de la sexualidad que practican sus jóvenes, particularmente de quienes viven en zonas urbanas. El actual modelo educativo ha superado el monotema de la anticoncepción y empieza a abrirse a la opción de tener un segundo hijo o hija, espaciado(a) y dentro de muy estrictas circunstancias; incorpora la prevencion del VIH/sida, incursiona en la sicología del hombre y la mujer (recuperando ortodoxa y freudianamente la bisexualidad como proceso identitario) y también contempla los aspectos éticos y morales. Con respecto a este último tema, el gobierno impone sin escrúpulos lo que debe y no debe hacerse para mantener una orientación sexual saludable, a la vez que prohíbe estricta y explícitamente las relaciones sexuales antes del matrimonio.
Estas políticas educativas fueron cruciales para detener el crecimiento poblacional y alcanzar rápidamente la tasa de remplazo en lo que fue la población más numerosa del mundo, al mismo tiempo que ha gestado una nueva generación de hijos únicos, mayoritariamente varones, con un desequilibrio que muy pronto llegará a ser de tres a cuatro hombres por mujer, situación que no saben bien a bien cómo enfrentar. Sin embargo, la transición se valora internamente como un éxito, sobre todo porque se acompañó de una sustantiva inversión en la creciente población de jóvenes en edad laboral, lo cual explica, en parte, el impresionante crecimiento económico de esa nación.
El proceso muestra un perfil único que impide hacer simples contrastes: China sólo puede compararse consigo misma. La verticalidad de la vida política y privada ha sido una constante en estos territorios donde el sexo nunca dejó de estar bajo control de las elites y al servicio de los varones, desde el exacerbado erotismo y culto al sexo de esposas, concubinas y trabajadoras sexuales de la China ancestral y de las principales dinastías hasta el paso por el patriarcado agrícola y el periodo comunista. Es la China industrial la que está provocando el punto de ruptura, en especial en la reacción de las nuevas generaciones frente a las regulación del cuerpo.
¿Qué piensan y hacen las y los jóvenes chinos frente a sus políticas públicas? Tomemos en cuenta que se trata de hijas e hijos únicos en su mayoría; se quejan de no tener hermanos, y otros de no tener ni tías ni tíos, algunos me dijeron sentirse solos y desear tener en el futuro hijas, al menos dos. Otra joven, que estudia turismo, me compartió el sentido de ventaja que ve en el desequilibrio sexual: ella tiene una amplia gama de hombres para escoger novio o marido. Basta pararse en un centro nocturno de Shanghai o en un salón de salsa de Hangzhou para certificar la fluida expresión sexual juvenil.
De acuerdo con las encuestas, la sexualidad se debate en los medios y no se habla en familia; 3 por ciento conversan al respecto con su madre y uno por ciento con su padre, pero más de 30 por ciento señalan a la Internet, la televisión, las revistas y los libros como su fuente de información sexual, y a partir de 2002 un porcentaje similar ha recibido informacion sobre VIH/sida en las escuelas. Para más de la mitad es normal tener relaciones sexuales durante la adolescencia, y toda vez que el acceso a los anticonceptivos y al aborto ha recibido más apoyo gubernamental que una educación sexual amplia, casi dos terceras partes de los y las jóvenes de entre 20 y 26 años han utilizado anticonceptivos, menos de 10 por ciento han utilizado el condón (que apenas empieza a promoverse), más de la mitad han tenido que recurrir al aborto (seguro, legal y obligatorio); 40 por ciento de este grupo son mujeres solteras y la mitad han debido interrumpir un embarazo en dos ocasiones.
En relación con el aborto se entiende sin mayor dilema que en la vida uterina no hay un ser humano y se reconoce la necesidad de disminuir esa tasa de incidencia como un problema de salud pública. Para casi todos los y las jóvenes es claro que más vale abortar que traer al mundo un hijo sin bases económicas, y están más preocupados por las infecciones sexuales, así como por los daños afectivos, las depresiones y los posibles suicidios relacionados con los desencuentros amorosos.
Esta amplísima población juvenil, que se transporta en bicicleta, trabaja los siete días de la semana y ha descubierto los placeres sexuales antes de casarse, está retando los estrictos sistemas de control perpetrados por tantos siglos en China. Los márgenes de libertad que se rompen con el movimiento de los cuerpos son sobre todo expresiones de resistencia que pueden derivar en propuestas alternativas y potenciar, aún más, una de las más dinamicas economías del mundo.