A 67 años de su muerte, sigue siendo el sostén para los habitantes de Espinazo, Nuevo León
El Niño Fidencio, esperanza para miles de enfermos sin seguridad social
Centenares de ''cajitas'' ofrecen sus servicios de curación durante la fiesta en su honor
Las personas encuentran aquí algo que no hay en los hospitales, el trato humano: Ibarra López
Ampliar la imagen Un creyente del Ni�idencio es sumergido en las aguas de El Charquito FOTO jose carlo gonzalez Foto: jose carlo gonzalez
Monterrey, NL., 28 de octubre. El Niño Fidencio, a 67 años de su muerte, es artífice de la multiplicación de las "cajitas" o "materias", más de mil seguidores, principalmente mujeres, algunas hasta niñas, que se dicen recipiendarias de sus poderes curativos, y atienden a miles de enfermos, desamparados del sistema de salud pública.
Polémicas aparte, un milagro al menos sigue haciendo José Fidencio Síntora Constantino: que sobreviva en el semidesierto la antigua estación ferrocarrilera de Espinazo, una pequeña población situada a 120 kilómetros de Monterrey, en los límites de Nuevo León y Coahuila, que ha cobrado fama por la existencia y propagación del fenómeno del fidencismo.
Los habitantes de Espinazo se sostienen de la venta de estampitas, camisetas, fotografías, llaveros, comidas preparadas y hasta botellas de vidrio o plástico para llevar las aguas lodosas y pestilentes de El Charquito, donde muchos de los visitantes suelen bañarse, en la creencia de que sanarán de sus males y dolores físicos, porque ahí mismo el Niño Fidencio realizaba sus curaciones.
Pero así como miles, provenientes de Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas, Durango, San Luis Potosí, Guanajuato y hasta de Texas, acuden a buscar curación con los "cajitas", el lugar ofrece la opción de pomadas, ungüentos para dolores, jabones para la caída del cabello y toda suerte de "remedios alternativos" que, como dice el propagandista a través de un altavoz, son "para todas aquellas personas malas de los riñones, que, oiga usted, las manos se le adormecen, se le acalambran, se le deforman, tienen paño en la cara, ardores en los pies, calambres, hinchazones, ardor al orinar, con mal olor, con mucha espuma".
El trabajo y la misión
Juan Rodríguez, un "diabético, hipertenso, neurítico", como se define al presentarse, alienta a quienes entran a la Iglesia Fidencista Cristiana a brindarle aplausos al "niño". A ver, les dice, "con ganas, vamos a echarle una porra: siquiti boom a la bim bom ba...".
Comenta que lleva 40 años predicando las bondades del Niño Fidencio, "es una cosa muy hermosa, muchas veces somos criticados por otras iglesias, dicen que esto es malo, cosa diabólica; es difícil creer esto, pero es que el niño es muy poderoso, desde 1938, que faltó físicamente, se ha vuelto más elevado, tenemos muchas opiniones y personas en contra, pero aquí está la gente, esto es lo que vale".
Afirma que hay muchas personas que lucran con su nombre, "que Dios las bendiga, yo respondo por mí, fui 28 años trabajador federal, pero el trabajo es una cosa y la misión es otra".
Víctor Sierra, quien llegó desde Torreón, hace su agosto en octubre, al vender a 20 pesos el cd de grabaciones fidencistas. No hace más que "fusilarse" la música de canciones populares a las que adapta la letra con los temas que interesan a los asistentes. Con la música de Dos coronas a mi madre, de los Cadetes de Linares, Sierra y su guitarra interpretan: "Dos coronas a Fidencio, al panteón voy a dejar (...) Cada 18 de octubre, crece más mi amor por ti, aunque se que es imposible, siempre estarás junto a mí, Fidencito Constantino, nunca me olvido de ti. Aquí te dejo estas flores, dos claveles para ti, recordando los momentos cuando me curaste a mí...''
Otro que sabe aprovechar bien el momento y beneficiarse de la idiosincrasia popular, es el comerciante Lorenzo Rivera Valdez, quien llevó a vender 300 camisetas que tienen impresa a la altura del pecho la fotografía del Niño Fidencio. Recientemente estuvo en Real de Catorce, donde la figura central fue, por supuesto, San Francisco de Asís, y en Parras, Coahuila, durante la Feria de la Uva, el diseño de las camisetas correspondió a un racimo de la jugosa fruta, responsable de los placeres del dios Baco.
A la regiomontana María Idalia, parecen no pesarle sus 78 años de edad, pues baila con singular gusto levantando polvareda a orillas de las vías del tren El Pávido Návido, mientras arroja a la multitud que la rodea dulces, bombones, gomitas, mazapanes y paletas. Ya distribuyó un bote de barbacoa y la correspondiente dotación de tortillas.
Con la voz que haría una niña de tres o cuatro años, o un chinito hispanoparlante, cambiando las erres por eles, dice que esta es una forma de llevar alegría a los que sufren de alguna enfermedad y de compartir el espíritu del Niño Fidencio, así que saca a bailar al centro de la improvisada pista a hombres y mujeres, grandes y pequeños por igual, unos y otros con los ojos cerrados, como si estuvieran en trance. Esa es su forma de "curar".
Más adelante, un anciano mayor de 70 años, renuente a dar entrevistas o permitir fotografías, con ambas manos realiza "pases" sobre la cabeza y otras partes del cuerpo de quienes hacen una larga fila, con la esperanza de ser curados de sus males. Otro "cajita", reza, mientras sus pacientes yacen sobre el suelo, cubiertos de pies a cabeza con una capa roja. Impresiona la fe con la que se someten a dichos procedimientos y el respeto con el que los mirones aguardan su momento.
La fiesta
Desde el 17 de octubre, cuando se festeja el nacimiento espiritual del Niño Fidencio, y hasta el 19 del mismo mes a las dos de la tarde, cuando ocurrió su deceso, llegan peregrinaciones de Monterrey, Torreón, Monclova, Irapuato, y desde varias ciudades texanas. Los herederos del mito y la leyenda del personaje estiman que anualmente acuden más de 300 mil personas a este pueblo aislado.
Llegan cada vez más en camiones de redilas, en la caja de camionetas pick up, en autobuses fletados especialmente para la ocasión, en autos particulares y a pie. Acudirían muchos más, dice Sonia Ibarra López de la Fuente, quien se presenta como "sobrina del niño Fidencio", pero lamenta que el gobierno federal haya suspendido el servicio de trenes de pasajeros, que era uno de los principales medios de transporte de las clases humildes.
No es gratuito que, por eso, los mayores contingentes de "fieles" de Síntora Constantino provengan de lugares que en el pasado estuvieron conectadas por ferrocarril, así que la tradición de este peregrinar se ha transmitido de generación en generación.
Cuando ya están en Espinazo, no faltan en ninguno de esos grupos quienes hacen el recorrido rodando por el suelo o arrastrándose como gusanos, avanzan de rodillas o caminan de manos.
Llama la atención la presencia de numerosos homosexuales, situación que es explicada por uno de los herederos del fidencismo como resultado de una identificación con el personaje, a quien se le atribuían dichas tendencias, por su voz delgada, el rostro lampiño, además de que permaneció célibe hasta su muerte. "Fuera de aquí los gays son repudiados, vistos como escoria de la sociedad, en cambio en Espinazo son respetados y vistos como líderes", sostiene el entrevistado.
La calle principal de Espinazo tiene a lo largo de unos 400 metros puestos con vendimias de todo tipo, desde pan de pulque hasta medicinas naturistas, sin faltar las pequeñas imágenes conocidas como "milagros", que representan al cuerpo humano o sus partes, y que compran los visitantes para llevarle a Fidencio y agradecerle los "favores recibidos".
También hay imágenes de otros personajes que, aunque no están en sus terrenos, son muy solicitados por el público: se trata de llaveros, cuadros y estampas con las imágenes de Francisco Villa y Jesús Malverde, el llamado santo de los narcotraficantes, que, según quien los ofrece, "son igual de milagrosos".
La mujer, proveniente de Monterrey, a quien el departamento de Pisos de Mina le cobra 150 pesos por metro cuadrado por los cuatro días que dura la fiesta popular, asegura que Pancho Villa le sigue en ventas a Fidencio, pues hay quien asegura que en sus correrías revolucionarias estuvo en El Pirulito, uno de los lugares que los fieles del "niño" consideran "sagrados".
La fiesta de Espinazo inicia el 17 de octubre, pues durante la madrugada del día siguiente y hasta el amanecer, los fieles de Fidencio le cantan Las Mañanitas, ya que se conmemora su nacimiento "espiritual". La música y el jolgorio, mezclado con rituales de curación realizados por decenas de "cajitas" distribuidos aquí y allá, culmina el 19 de octubre, a las 2 de la tarde, cuando ocurrió su deceso físico, hace 67 años.
Los métodos de curación
Hugo Enrique Ibarra López de la Fuente, director de una escuela secundaria en Mina, y nieto de Enrique López, el hacendado que adoptó a Fidencio como su hijo, dice que su abuelo fue el complemento ideal para que surgiera el fidencismo, "era bien cabrón, como la gente lo obedecía, le organizó al niño un ejército de ayudantes", entre los que se hallaban médicos reconocidos.
Cuenta que según testimonios de sus ancestros, Fidencio atendía casos de cáncer, lepra, cataratas, ceguera, y recibía por igual a paralíticos, mudos y enfermos de la piel. Para realizar las operaciones utilizaba vidrios, a pesar de que alguien le regaló un bisturí, y de acuerdo a diversas fuentes, apenas terminó la primaria.
Otras herramientas o medios de curación eran el columpio, donde mecía fuertemente a los sordomudos, para hacerlos hablar. Dichos pacientes tenían como tratamiento alternativo el encierro con un puma desdentado y sin garras, sin que ellos supieran esa condición del animal.
Pero quizá uno de los tratamientos más populares para dolores y otros males, era meter a los enfermos a El Charquito, una hondonada con agua lodosa, supuestamente curativa, porque en ella se había bañado el "niño". El Charquito prevalece y para que no se seque, es alimentado con agua desde una manguera.
Niños y adultos se meten sin consideración a sus ropas ni al qué dirán, y se embarran el rostro con lodo. Cindy Mercado, con apenas 10 años de edad, da masajes sobre las partes enfermas de los pacientes que hacen fila para ser atendidos.
Acude desde hace cinco años a Espinazo acompañada de sus padres y otros familiares; lleva año y medio siendo "cajita", que según explicación de los seguidores de Fidencio, quiere decir que es recipiente o contenedora de los poderes curativos y espirituales del niño. A pesar de llevar el rostro cubierto de lodo, Cindy no deja de sonreír, parece una "cajita" feliz.
El trato humano
Aunque Fidencio trabajaba hasta 22 horas al día y era común que realizara jornadas de 48 horas continuas atendiendo a sus pacientes, a tal grado que se asegura que la causa de su muerte fue por cansancio, nunca abandonó su carácter travieso y juguetón, lo que se mostraba también en sus terapias.
Desde la azotea de su casa arrojaba sobre la multitud que se agolpaba enfrente todo aquello que pudiera usarse como proyectil, y que por haber salido de su mano, pensaban los enfermos que llevaba poderes de sanación, así que se disputaban los ''proyectiles'', que eran huevos, jitomates, manzanas y demás comestibles, que eran donados por los propios fieles fidencistas.
Su sobrino, Hugo Enrique, sostiene que José Fidencio no era materialista, pues sus servicios eran gratuitos y todo lo que recibía lo usaba para atender a los mismos enfermos, pero aún así era muy criticado por algunos, sobre todo médicos, que lo consideraban un charlatán, porque les quitaba la clientela.
El caso es que, según dicen, ''sí curaba muchas enfermedades, porque tenía conocimientos de herbolaria, dones de adivino y un gran poder de sugestión, pues cuando hacía incisiones con pedazos de vidrio para sacar tumores no requería anestesia''.
Desde luego, señala Hugo Enrique Ibarra, a Fidencio se le morían pacientes, pues acudían con él muchos desahuciados, y no sólo pobres e ignorantes, "como erróneamente dice Carlos Monsiváis", y prueba de ello es que hasta el entonces presidente Plutarco Elías Calles fue a Espinazo el 8 de febrero de 1928 para que lo curara de la lepra.
Admite, sin embargo, que la gran mayoría de los que van a Espinazo a tratar de curarse enfermedades tan simples como mezquinos, amibiasis, o tan difíciles como un cáncer, una parálisis o una cardiopatía, encuentran ahí algo que difícilmente hallarán en cualquier hospital público o privado, para ricos o pobres, y que no es otra cosa que el trato humano.
"Cuando una 'cajita' los toca y los abraza, lo primero que hacen es llorar; creen en algo y obtienen una confianza que ningún médico les da. Eso quizá inicia su proceso de curación y, en otros casos, aunque no sanen, su actitud ante la enfermedad es otra, por eso el Niño Fidencio organizaba obras de teatro con sus enfermos".
Precisamente, el "teatro nacional", es otro de los lugares a visitar en la antigua casona de los Ibarra López, que comparten con sus primos los González López, quienes se ostentan como iniciadores de la Iglesia Fidencista Cristiana, con registro de asociación religiosa, otorgado en 1993 por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
Fabiola López y su hijo Gerardo González, afirman que los "cajitas" que están registrados en la Iglesia Cristiana Fidencista son más de mil, pero estiman que en todo México, sobre todo en el centro y el noreste, hay más de 20 mil, que han instalado en sus casas o comunidades altares en su honor.
A pesar de que ya no hay tren de pasajeros, cada vez acude más gente a Espinazo, dice por separado Hugo Enrique Ibarra, quien admite que la razón principal, es que muchos compatriotas no tienen otro recurso para procurarse salud, y "seguramente si hacemos una encuesta, veremos que la mayoría no tiene seguridad social y ni siquiera seguro popular". Así que, polémicas aparte, hay Niño Fidencio para rato.