El cadáver de la novia
Ampliar la imagen Fotograma de la cinta de Tim Burton El cad�r de la novia
Encuentro inesperado entre el realizador Tim Burton y el ilustrador mexicano José Guadalupe Posada, valga decir, un homenaje muy deliberado a las calacas de Día de Muertos y su visión festiva de un Más Allá, caricatura de nuestra realidad más cercana. Carlos Grangel, el diseñador madrileño de los personajes de El cadáver de la novia (Tim Burton's corpse bride) ratifica esta inspiración y el gusto por una parodia ácida en su humor negro y al mismo tiempo dulce como un cráneo de azúcar. La combinación es excelente. Tim Burton renueva aquí la calidad fantasmagórica de las imágenes de El extraño mundo de Jack (The nightmare before Christmas, 1993), obra anterior de animación realizada en mancuerna con el director Henry Selick.
El matrimonio de los Van Dort, vendedores de pescado súbitamente enriquecidos, arreglan con una pareja de aristócratas venida a menos, los Everglot, el matrimonio de conveniencia entre sus hijos, el torpe y apocado Víctor (voz y figura animada de Johnny Depp) y la poco agraciada Victoria (voz de Emily Watson). Por encima de los intereses familiares, la pareja se enamora al momento de conocerse, rebosantes ambos de una sensibilidad artística de la que sus padres carecen por completo. La torpeza de Víctor echa a perder la ceremonia nupcial, por lo que decide practicar el ritual en un cementerio, profiriendo al aire una promesa de amor eterno y colocando el anillo en una pequeña rama de árbol, en realidad falange de una novia asesinada, quien de inmediato acepta el juramento arrastrando a Víctor hacia el mundo de los Muertos.
El despliegue escénico es a partir de este momento exuberante. El Hades de Tim Burton es un lugar colorido, poblado de personajes estrafalarios. El contraste con el mundo gris de los seres vivos, en el Allá Arriba victoriano, y el encanto y belleza de Emily (voz de Helena Bonham Carter), su novia inesperada, seduce al joven Víctor, aun cuando permanece fiel a su prometida terrenal. En este territorio, Burton despliega su imaginación paródica. De la cuenca ocular de Emily surge un simpático gusano con la voz de Peter Lorre en El halcón maltés, alusión jocosa que contrasta con el rostro adusto del padre de Victoria, muy cercano en gestos al actor Edward G. Robinson (El pequeño César). Hay la referencia a una escena culminante de Lo que el viento se llevó y un repertorio de guiños paródicos más sutil que el exhibido en Charlie y la fábrica de chocolates, la cinta anterior de Burton.
Víctor encuentra en el mundo de su novia macabra a su fallecido perro Scrabs, y al poco tiempo los muertos deciden irrumpir en el mundo de los todavía vivos para reanudar, por breve espacio necrófilo, los goces y amoríos interrumpidos.
En un continuo desplazamiento, la acción combina las apuestas estilísticas de Burton: los diseños góticos en tonos grises y verduzcos del triste mundo de las convenciones sociales, con lúgubres paisajes de cementerios y bosques hechizados, y una fantasía surrealista que se permite todos los caprichos, desde un bestiario fantasioso, con arañas viudas negras de miradas seductoras y un perro renuente ya a volver a "hacer el muerto", hasta cadáveres llenos de lozanía, descuartizables y rearticulables, que partiéndose a la mitad ceden el paso, unos enteros, otros a deterioro medio, unos más vueltos calacas, los hay frescos, rancios, escuálidos y obesos, parecidos en todo, menos en la rigidez de los prejuicios sociales, a sus pares sobrevivientes, que en el mundo de Tim Burton muestran muy pálida figura. El Más Allá que descubre Víctor, primero con aprensión, luego con regocijo, es un espacio de libertad y anarquía, lo más cercano a un mundo infantil finalmente recobrado.
Con su laborioso y preciso trabajo de animación stop motion, cuadro por cuadro, El cadáver de la novia rompe con la serie repetitiva de trabajos de animación por computadora, vehículos a menudo de mensajes harto convencionales. Tim Burton vuelve festivo cualquier escalofrío de ultratumba y mortífera toda solemnidad que se pretenda trascendente. En cartelera, una malicia deliciosa.