¿LA FIESTA EN PAZ?
Bravura y edad, no kilos
OTRO FANTASMA RECORRE lo que va quedando de la fiesta de toros, no sólo en México sino en el resto de los países taurinos: la tentación simplona de sustituir el temperamento y la casta del toro de lidia por el kilismo, animales con media tonelada de peso o más, en España con hermosas y amenazantes encornaduras; en nuestro país con las astas absurdamente reducidas, pero en ambas naciones con un comportamiento animal mayoritariamente soso, dócil o semiparalizado, con el que no hay posibilidades de emoción y menos de faenas importantes.
EN LA TEMPORADA 1946-47 en la Plaza México, con Silverio, Manolete y otros toreros grandes, el total de corridas lidiadas no rebasó, en promedio, los 445 kilos de peso. Toreros cuya personalidad y sentido de competencia bastó para abarrotar la enorme plaza -en una ciudad que entonces no rebasaba los 2 millones de habitantes- sin que nadie protestara por los kilos de los toros, ya que éstos contribuían a un espectáculo a partir de su acometividad y comportamiento fiero, no de su romana.
ES REGLA QUE cada vez que un torero "sube" en la preferencia del público, los toros que enfrenta "bajan" en edad y trapío. Si en España, desde la época de Manuel Benítez, El Cordobés, no ha vuelto a surgir otro fenómeno de los ruedos, es evidente que la primera figura taurina en aquel país es el toro con edad y trapío, como principal atractivo. Si en México, desde la primera retirada de Manolo Martínez, en 1982, no ha habido un diestro que tome la dictatorial estafeta dejada por el regiomontano, lo menos que se le puede ofrecer al público, a falta de carácter y sello en los alternantes, es un animal con bravura, edad y trapío.
ASI, AUNQUE EN México bajó el torero, es decir, la intensidad de su expresión y la regularidad de sus triunfos, el toro siguió igualmente "a la baja", sin suficiente bravura, edad ni trapío, como si en los ruedos siguiera habiendo personalidades capaces de sustituir dichos factores. Tanto abuso no podía durar mucho.
AHORA, EN LAS reses de lidia mexicanas todavía se puede obtener el elefón, ejemplar entre el elefante y el ratón, lo que deberán tomar muy en cuenta los ganaderos dizque prestigiados a la hora de "poner" sus encierros para la próxima temporada grande. Tras el desfile de ratas variopintas que la autoridad aprobó la temporada anterior, es obligación de los criadores de bravo, antes que de los jueces, empresarios o apoderados, presentar un toro de lidia digno, no su caricatura.
MAS LO QUE hay que repetir hasta el cansancio: mientras las principales plazas y empresas de los estados no atinen a coordinarse con las empresas de la capital y viceversa, para que los triunfadores justifiquen su presentación en la México, los toreros con posibilidades seguirán navegando en el mar de la impotencia, los desengaños y la desmotivación, en tanto que los señorines adinerados continúan aumentando, más que sus utilidades, la dependencia taurina de México con respecto a España.
SI LOS INEFABLES taurinos no entienden de una vez por todas que el protagonista principal de la fiesta es el toro bravo, no el novillote menso, quizá asistamos a una de las últimas temporadas de la Plaza México antes de que sea convertida en otro siniestro centro comercial.