La
primera vez sentí miedo no sé bien de qué, yo
creo que de no poder, porque luego de veras no pude. Los otros me decían: “órale,
tú eres nuevo, así que te toca primero”. Hasta
me temblaban las piernas: ni sabía bien cómo. A la chava
la tenían agarrada entre dos y ya la habían calentado, ¿no?
O sea que la habían madreado, pero todavía se retorcía
y pues me la hacía más difícil.
No, pues la mera verdad que iba a pensar en ella, si ahí todos nomás
estaban mirando. Que a ver si la trajinaba, y medio se burlaban, ¿no?
O que si a lo mejor no era yo machito. La verdad es que yo ya tenía
mi problema, ¿no? Desde antes. Que era eso de la esa... circuncisión, ¿no?
Yo ni sabía que era eso, yo decía que era mi problema. Yo
nomás veía como que era diferente. Como que no me salía
bien.
A los otros qué los iba a mirar si hasta cuando iba a orinar me
tapaba, me daba vergüenza. Cuando lo de esa chava hasta me retiré de
los amigos, sentía coraje porque no pude y ellos se burlaban.
Un día de raya un compa me dijo: “tírate, compa, vamos
a lucir la luz a Garibaldi”. Le llegamos al baile en un antrito con
chavas; la mía dijo que si traía varo nos íbamos al
colchón; yo la verdad sí traía ganas, estaba bien
caliente con el lime de la bailada, pero pues de plano mejor le explique
mi problema, ¿no? Ya estaba con muchas chelas, yo creo que por eso.
La chava me dijo “¡ay como eres pendejo, y eso qué tiene
que ver!”
Yo no le creía; la pura verdad que tenía miedo, pensé que
ni iba a poder, pero dije: “chingao, ya vas”. Yo creo de borracho, ¿no?
Y ora que sí voy pudiendo. Luego pues ya iba a buscarla cada raya.
Pero un día no estuvo y dije “pues con otra” ¿no? ¡Y órale!
Y que digo, “van a ver hijos de su puta madre”, y que me voy
allá al cerro de la Estrella con aquellos cuates y que les digo: “cabrones,
a ver si no soy machito”. Y pa pronto que le bajamos la gatita a
un tira. Ya se la tenía a la fuerza casi encuerada en una cueva;
y había dejado la pistola y la gorra a un ladito y con su misma
pistola le dijimos: “ora te discutes con la vieja un rato, luego
te la dejamos ya cogida, vergüenza te había de dar siendo la
autoridad”; y que lo echamos para fuera en calzones con los pantalones
bajados. La chava creía que la habíamos salvado. Y empezó a
vestirse sus ropas y a decir que muchas gracias. Yo hasta sentí ganas
de dejarla que se pirara. Como que me entró lástima, pero
no se trataba de eso, ¿no? Si no, qué iban a decir los compas,
que cuál machito, ¿no? Y que le digo: ‘“no, mamacita,
ora nos tienes que dar un premio”. Yo sí pensaba, “nomás
donde no se me pare van a andar diciendo luego que soy puto” y dije “nomás
donde ésta no se deje va a estar más cabrón”.
Así que mejor la convencí. Le dije que si no se dejaba le
metíamos la pistola a ver si así se ponía más
blandita y pues sí quiso, ¿no? Le dije que nomás yo
iba a pasar por ella, que los otros no. Pero todavía así me
costó el resto, porque hasta ella misma se desvistió, ya
con la convencida y se acostó, pero nomás cerraba los ojos
y tenía bien apretadas las piernas, así como un costal, ¿no?
Y pues así como que no me hacía nada. Y los otros que nomás
me gritaban: “machín, machín, chin, chin”. Yo
ya no sabía ni qué decirle: así como que le costaba, ¿no? ¿Nomás
se imagina? Pues no se podía allí. Y que le digo “ora
puta, hija de la chingada, que me gusta que me miren cuando cojo. O te
aguadas o te carga”. Abrió los ojos para el techo... Y pues
sí pude, ¿no? Nomás para ayudarme me puse a acordarme
de la puta y sí pude. Los otros también pasaron luego por
ella.
Cada sábado nos íbamos en bola a discutir al cerro ¿Qué cuántas
veces? Uy, pues ya hasta perdí la cuenta, le entré como de
18 y ya pasé de los 21.
Yo no veo la diferencia, las putas y las que van al cerro son lo mismo.
Si se andan ahí dizque paseando con el novio, y peor si salen solas,
pues se la buscan, ¿no? Si estuvieran planchando y cosiendo en su
cantón no les pasaría nada, ¿no? Para mí que “el
macho al jalón y la vieja al cantón”. Ora que dicen
que la independencia, ¿no? Por ahí se lo buscan. A lo mejor
es castigo de Dios, ¿no? ¿Usted cómo cree?
Testimonio recabado como parte del estudio realizado
por el Colectivo Cine-Mujer para el mediometraje documental Rompiendo
el silencio (Rosa Martha Fernández.
México, 1979), producido por el Centro Universitario de Estudios
Cinematográficos. Tomado del artículo “La violación
en México”, El machete, número 2, junio de 1980.
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