Continuó en la Plaza México el desfile de los mejores toros mansos del mundo
Descastado encierro de Teófilo Gómez echa a perder otro cartel de relumbrón
Jorge Gutiérrez, luchón
Nueva toreografía de Ponce
José Mauricio, en torero
Ampliar la imagen Jos�auricio ante el astado de su alternativa FOTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza
A cinco años de que no viene a la México el prestigiado hierro de Los Encinos, y otros más de probada bravura con calidad, la empresa (?) de la plazota de Insurgentes continúa con su nefasta política de "Tobi y sus amigos (ganaderos)". Son mis cuates, independientemente de que no tengan idea de lo que es criar toros bravos, parece decir la mancuerna promotora.
Soso, débil, a veces pasador, siempre sin trasmisión, el encierro jugado ayer en la sexta corrida de la temporada grande, enviado por el ganadero Teófilo Gómez, salió sobrado de kilos y de mansedumbre.
Con él su criador intentó borrar, sin conseguirlo, el bochornoso capítulo que protagonizó hace un año con motivo de la infausta confirmación de alternativa del Capeíta, atolondrado júnior del otrora Niño de la Capea, quien en acomplejado paternalismo exigió una vergonzosa novillada de Teófilo para que su niño jugara a ser torero.
Aquella ocasión el maestro salmantino escupió sobre su trayectoria en ruedos mexicanos; esta vez, el maestro valenciano Enrique Ponce reiteró, una vez más, que en vez de ser amigo de la historia ha preferido ser amigo de... Alemán Magnani y Herrerías, es decir, de un mangoneo caprichoso para cambiar toros, de mexhincados chicos de la prensa, de encierritos cómodos con los cuales endosar tedioso toreo de salón y, lo peor, de faenas efectistas y zalameras ante caricaturas de toros bravos.
"Basura", le llamaba en su tierra a ese tipo de ganado el inolvidable cronista español Joaquín Vidal.
Incorregible en su concepto de la crianza de reses como bravas, Teófilo consideró ahora que el peso podía sustituir a la casta, por lo que envió una dispareja corrida en la que prevaleció el kilismo y en algunos hasta la cara o tipo de toro con edad. Pero nunca en la historia de la tauromaquia tonelaje ha matado bravura. En fin...
Recibió la alternativa el joven José Mauricio, que tan buena impresión dejó en la pasada temporada novilleril. Alto, de buen tipo, con un valor sereno, una elegancia sin afectaciones y una inspirada cabeza, el toricantano o matador primerizo estuvo toda la tarde en torero, con más sitio en su mente que en su trayectoria, acusando las explicables deficiencias de quien apenas se inicia en tan difícil profesión, y no me refiero sólo al peligro de las bestias de cuatro patas.
Lo más verdadero de la tarde lo realizó con su primero, Tres tordillos, muy bien armado, sosillo pero pasador, con el que cuajó importantes e intensas series con la diestra, sin que pudiera evitar adelantar la suerte y sufrir un puntazo. Con su segundo, peor que el que abrió plaza, volvió a derrochar entrega y buena técnica. Si los promotores de los estados le dan toros, en poco tiempo tendremos otra nueva carta fuerte.
Jorge Gutiérrez, apenas con 27 años de alternativa, ausente de la México el año pasado, no agravió a nadie con un brindis de trámite sino que se dedicó, empeñoso como es, a torear por el derecho, con más voluntad que calidad, a su primero, otro bobo de remate, al que mató de certero y limpio volapié por el que el emponzado público apenas lo sacó al tercio.
Su segundo, para variar manso y débil, el hidalguense lo brindó a José José, sólo para repetir la faena derechista con una sosería compartida entre él y el burel. Con la plaza semivacía se animó a regalar un séptimo del mismo hierro y vuelta a las series con la derecha al enésimo débil, que pasaportó de dos pinchazos y media.
Lumbrera chico rebautizó al divo de Chiva como Enrique hamPonce (no confundir con la Honesta Asociación Mexicana de Poncistas Contumaces y Empresarios), quien le tiene tomada la medida a un villamelonaje capitalino que hasta los estornudos le corea ante toritos-basura, descastados pero pasadores; histrionismo seudoclásico, trasteos kilométricos en los que cantidad diluye intensidad y una espada deficiente, realizó dos faenas "de las suyas" ante sendos remedos de bravura. Lo bueno es que el público lo obligó a meterse al callejón cuando intentaba dar la vuelta tras el chou con su primero.
¿Habrá una tarde en que Ponce, superando ventajismos y coloniaje empresarial, se decida a desplegar en la México su incuestionable maestría ante una corrida de toros, no su aproximación? Dejaría de ser amigo de la comodidad para volverse protagonista de la dignidad.