Presenta su libro Diáspora: tierras natales en el exilio, en el Palacio de Bellas Artes
Frédéric Brenner ofrece un registro de los múltiples éxodos del pueblo judío
''Todas las identidades son inventadas'', señala el artista francés
Expone fotografías que tomó durante 25 años, en los centros de Arquitectura y Diseño y el de la Imagen
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A lo largo de 25 años el fotógrafo francés Frédéric Brenner vivió con la compulsión de fotografiar al pueblo judío.
La gran mayoría sabe cómo murieron los judíos; el proyecto Diáspora, finalizado hace tres años, tiene que ver con cómo viven esas personas.
Brenner se encuentra en México para presentar Diáspora, que consiste en exposiciones, en el Centro de Arquitectura y Diseño y el Centro de la Imagen; en la proyección de un documental (ayer en la Sala de Arte Público Siqueiros) y la presentación del libro Diáspora: tierras natales en el exilio; fotografías-voces, hoy a las 19 horas en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
En 1983, recién terminada la primera serie de fotos, Brenner las expuso en el Consejo Mexicano de Fotografía.
De este proyecto que lo llevó a más de 40 países, Brenner afirma que una de las grandes ventajas de ese ''viaje increíble" es que lo condujo al mismo enigma de la vida: la identidad, algo que considera ''pura ficción".
Asegura: ''Todas las identidades son inventadas. Mira cómo un pueblo ha pasado dos mil años si uno toma Roma como el comienzo de la diáspora en la que aún viven los judíos. En vista de que esas personas han asumido tantas identidades, una tras otra, una encima de la otra, intercambiándolas, sin duda la identidad es una ficción. Esta capacidad de volverse otro y aun permanecer uno mismo, es lo que distingue al pueblo judío".
-¿En eso consiste la gran enseñanza del proyecto?
-Es una de las cosas que aprendí. Diría que este viaje me permitió abordar ciertos asuntos. Cada día vivimos más en una cultura de reciclaje y el presente proyecto es una invitación a pensar en términos de la complejidad. Las tres palabras claves de este viaje son la misma noción de paradoja, ambivalencia y discontinuidad.
Guiado por la intuición
Al comenzar el proyecto, Brenner tenía en la cabeza una imagen de lo que era un ''judío auténtico": ''blanco, askenaze y occidental".
Pronto advirtió que esos judíos representaban sólo un pequeño fragmento de lo que se trata el judaísmo. La primera imagen tomada por Brenner fue en 1978, en un vecindario ultraortodoxo de Jerusalén. Sus protagonistas se visten con el abrigo del siglo XVIII que usaban los polacos aristócratas y católicos.
Fue entonces cuando el fotógrafo se dio cuenta de que su fascinación no era tanto por la Tierra Santa, sino por la ''la diáspora en Jerusalén". Cómo estas personas recreaban un pueblo de Europa de Este en el corazón de Medio Oriente. Ya editado el libro, Brenner se vio en la necesidad de viajar a Polonia, a finales de 2002, donde fotografió a ''polacos católicos que se ataviaban como judíos", situación que describe como ''la inversión invertida".
A lo largo del proyecto Brenner se dejó guiar por su intuición, aunque alimentada por el diálogo con una amplísima gama de personas. Intuyó, por ejemplo, que la creación del Estado de Israel, en 1948, cambió totalmente la configuración de la diáspora.
Explica: ''Muchos judíos emigraron o fueron llevados a Israel, de modo que muchas personas dejaron diásporas anteriores para seguir con otras nuevas. Advertí que esos grupos iban a desaparecer, entonces decidí registrarlos''.
Máquina del tiempo
Hoy día 80 por ciento de los grupos fotografiados han desaparecido, ya sea de la ex URSS, India, Marruecos, el último grupo de maranos en Portugal. ''No murieron, sino que se fueron a otras diásporas. Así que este proyecto en realidad se trata de las muchas reconfiguraciones de Israel, como un pueblo que lleva a cuestas un proyecto singular, de modo que el espectador puede ver las muchas nuevas identidades que se adquieren".
Al respecto, Brenner ve su proyecto como una especie de ''máquina del tiempo" que congela momentos en el espacio. Aquí surge la pregunta sobre qué tienen en común el general y su esposa en la ex URSS con un niño y su abuelo en una cueva en Yemen, o con unos hombres retratados en la frontera con China. Más bien se trata de sus diferencias.
Una vez más, explica Brenner, la noción de la diferencia es la llave para este proyecto: ''Mientras el multiculturalismo se ha vuelto la clave de nuestro tiempo, lo que encierra este proyecto no es tanto reconocer al extraño entre nosotros, sino de reconocer lo extraño en cada uno de nosotros. Esta es en verdad una lección en la tolerancia".