Usted está aquí: miércoles 7 de diciembre de 2005 Política Indígenas deuterocanónicos

Carlos Martínez García

Indígenas deuterocanónicos

Desde fuera y en varias instancias les niegan su indigeneidad. Lo mismo desde agrupaciones de activistas mestizos -convertidos a las causas indias- que en algunos círculos académicos, o en posiciones de liderazgo de organizaciones de los pueblos originarios, se señala a los indígenas protestantes que atentan contra la identidad indígena y se les tiene por amenaza a la continuidad de las comunidades en que viven.

En esa descalificación concurren varias ideas, tal vez estereotipos, de lo que es ser indígena. Quien se aparta de esa definición canónica (es decir, válida, aceptada y buena), forjada en los espacios antes señalados, es un indio o una india deuterocanónico (de segunda, de dudosa identidad y hasta enemigo de los verdaderos indígenas). Uno de los componentes de lo que algunos conciben como indígena de a deveras, es que practique la religiosidad tradicional, que en el caso mexicano es una mezcla de creencias prehispánicas (o forjadas y transmitidas en las comunidades por siglos) y el catolicismo. Si esto es parte constituyente e irremplazable de la definición de lo que es ser indígena, entonces automáticamente los indios e indias evangélicos quedan fuera de la canonicidad fijada de una vez y para siempre. La cuestión es que las identidades son cambiantes y tienden a ser más flexibles en la medida que existe un intercambio epistemológico entre lo de adentro y lo de afuera, de lo endógeno con lo exógeno. En este sentido, quien esté libre de contaminaciones exógenas a su ámbito natural que arroje la primera piedra. Por lo mismo, la pretension de extender certificación de autenticidad indígena a unos, los que se acercan a la construcción imaginaria que de ellos se hace en diversos ámbitos, y negársela a otros, los indios supuestamente seducidos por un mensaje extranjerizante, es profundamente discriminatoria y un regateo de derechos, además de un desconocimiento de la diversidad que cruza hoy a los pueblos originarios de México.

A la definición estática del ser indio, que por otro lado nada más existe en la imaginación de los desinformados, los indígenas prohijan cotidianamente una definición dinámica, polisémica y enriquecedora de lo que son y aspiran a ser. En este sentido los indígenas evangélicos son expresión de ese dinamismo, que con su existencia, crecimiento y expansión en las comunidades muestran que hay otra forma de ser indígena sin, necesariamente, practicar la religiosidad tradicional. Esto ha sido muy difícil de aceptar tanto por la derecha conservadora como por una izquierda anquilosada que conceptualiza erróneamente al protestantismo. Mientras estas ópticas les niegan, o ponen en duda, su derecho a redefinir en su vida de todos los días lo que es ser indio, cientos de miles de hombres y mujeres en el México indígena han y están optando por convertirse al protestantismo evangélico. Recordemos que de acuerdo con el Censo de 2000, es más alto el porcentaje de quienes no son católicos en las poblaciones pequeñas que en las grandes ciudades. En la zona maya de nuestro país es mucho más alto el porcentaje de protestantes/evangélicos que en la ciudad de México, Guadalajara o Monterrey.

A las ya de por sí paupérrimas condiciones de vida que flagelan a los pueblos indios en general, los evangélicos tienen que agregar los hostigamientos que padecen a manos de algunos habitantes reacios a convivir con ellos, aceptando su diferencia y construyendo todos juntos nuevos puntos de coincidencia comunitaria que no descansen más en la religiosidad tradicional. Con todo y que en distintas partes del país continúan los ataques contra los indígenas protestantes, existen avances firmes en la tolerancia y aceptación de esos otros indios por parte de las poblaciones. Hoy podemos documentar cómo en los espacios más hostiles a permitir el asentamiento de los credos distintos al catolicismo tradicional, y/o a lo que se denomina "el costumbre", el rechazo se está resquebrajando para dar paso a la diversificación religiosa. Por ejemplo, en la otrora impenetrable cabecera municipal de Chamula, en los Altos de Chiapas, ahora realizan sus reuniones grupos de evangélicos y las autoridades se desentienden del asunto. No les dan facilidades, pero tampoco los multan, encarcelan ni los expulsan como antes. Hay casos individuales de persecución, pero la tendencia general apunta a cierta normalización de la presencia protestante en zonas anteriormente herméticas.

Paulatinamente van abriéndose paso investigaciones y estudios que documentan la pluralización del campo religioso en los pueblos indios de nuestro país. Van quedando atrás los estereotipos preconcebidos que de entrada estigmatizaban a los indígenas conversos al protestantismo evangélico, para analizar las evidencias que señalan el intenso involucramiento voluntario de esos convertidos, tanto en su adopción de la nueva fe como en su difusión y cambio de patrones de conducta.

El respeto a lo que el estudio de la realidad muestra, y dejar atrás el wishful thinking que confirma por anticipado los prejuicios, es una buena forma de reconocer la complejidad y varias facetas del mundo indígena.

 
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