El filme carece de la profundidad dramática que Jackson mostró en El Señor de los Anillos
En el estreno de la cinta proclaman en Nueva York el Día de King Kong
Nueva York, 6 de diciembre. King Kong regresó. El simio gigante procedente de una isla lejana dejó oír otra vez su estremecedor rugido la noche del lunes.
El estreno de la nueva película de Peter Jackson tuvo lugar en Nueva York, a sólo unas manzanas del Empire State Building, aquel rascacielos en cuya cima se desarrolla el espectacular final de la película King Kong.
Este miércoles, el equipo cruzará el Atlántico para asistir al estreno europeo en Berlín.
Unos 8 mil invitados vieron durante tres horas la superproducción épica de 207 millones de dólares en un complejo cinematográfico neoyorquino de 38 salas.
La policía cortó las calles, y a pesar del hielo y la nieve los curiosos se reunieron delante de las barreras para echar un vistazo a Naomi Watts, el objeto de deseo del mono en la película.
El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, proclamó el Día de King Kong, y Times Square estuvo presidida por un gorila de seis metros de altura. De todas maneras, este muñeco no alcanzó ni de cerca las dimensiones del gorila de la gran pantalla. El remake del clásico del género fantástico de 1933 es impresionante en todos los sentidos.
El público debe esperar al animal unos 70 minutos. Es el tiempo que se toma el director para presentar a sus protagonistas y ofrecer una imagen multifacética de la Nueva York de los años 30, marcada por la recesión y la pobreza, el falso glamur y la búsqueda desesperada de éxito.
Pero entonces por fin Naomi Watts puede gritar a gusto en una isla solitaria y comienza una salvaje cacería con todos las posibilidades técnicas de la acción digital y los recursos del cine fantástico.
No sólo hay brontosaurios que se pasean por la zona, sino toda una horda de bisontes salvajes que corren por una estrecha quebrada. En la lucha por la mujer blanca, King Kong no sólo utiliza su fuerza animal contra un tiranosaurio Rex, sino también contra toda una serie de monstruos: gusanos que comen carne, cochinillas viscosas y murciélagos gigantes habitan este cosmos primitivo.
Sin embargo, según las primeras críticas, a pesar del impactante gran final, aderezado con cierto humor, a la película le falta la profundidad dramática que Jackson desplegó en la trilogía de El Señor de los Anillos.
El director de Nueva Zelanda llevó al estreno un pequeño King Kong original del año 1933, con el que se rodaron en aquel entonces las innovadoras imágenes animadas.
Jackson vio la película a los nueve años y supo desde entonces que quería hacer cine. King Kong es para él un sueño hecho realidad. La nueva versión duplica casi en duración al original.