Del horror a la burla
La repulsión y el horror que producen los videos de la tortura y el asesinato a sangre fría dejan poco o ningún campo para la reflexión instantánea, pero hay que intentarla. Tanta brutalidad embrutece y el silencio en torno a ella, junto con los macabros duelos de palabras y gesticulaciones a que se han dado los funcionarios judiciales, crea un círculo hipnótico de impunidad y violencia que asedia cada día más a nuestra frágil, cuanto descontenta, ciudadanía.
En el fondo, la tragedia y la danza de especulación que este espectáculo sangriento ha desatado nos llevan a un punto donde priva el peligro inminente y abierto: dan aviso de que la corrosión de las ramas de la seguridad del Estado es más profunda y devastadora de lo que se pensaba, y que lo que tenemos enfrente, como sociedad y como democracia emergentes, es tiempo pintado de negro, no nublado sino tormentoso y electrizado. Del crimen y el ajusticiamiento de supuestos o reales delincuentes se puede saltar sin previo aviso ni permiso alguno al teatro de la política para mancharla de nuevo de sangre y fuego.
A estas tragedias que emanan del quiebre de los dispositivos judiciales y de seguridad, las acompañan ahora sainetes desagradables, de pésimo gusto y con grosería política extrema, que nos hablan por su cuenta de la frivolidad que embarga al Legislativo, en especial a los sobrevivientes del naufragio del PRI que se disfrazaron de diputados, quisieron imponer una absurda reforma fiscal regresiva, y ahora buscan continuar el desmantelamiento de las ramas de gestión y control de la economía y las finanzas que todavía le quedan al Estado. So pretexto de darles autonomía, lo que los diputados priístas y su presidente querían era debilitar al próximo gobierno en su salida, dejándolo sin instrumentos a la mano para, por lo menos, intentar un giro mínimo en la conducción pública de la economía.
Puede y deberá discutirse si el actual ensamblaje de organismos es el apropiado para un buen gobierno de una economía abierta y eslabonada institucionalmente a la globalización. Igualmente habrá que deliberar sobre el grado de discrecionalidad que sobre esos organismos, algunos de ellos vitales en las actuales circunstancias, deben tener los gobiernos. Tendrá que examinarse, sin duda, si no es ya necesario y conveniente darle al Congreso, en pleno o a alguna de sus cámaras, un mayor grado de participación que el que hoy tiene en la materia. Pero pretender, al cuarto para la 12 o, mejor, después de la una, darles autonomía constitucional y constituirlos antes de que la elección se resuelva y el país tenga un nuevo poder constituido es ir demasiado lejos y demasiado de prisa en una reforma del Estado por la vía del hecho y con el propósito poco escondido de quitarle fuerza a las de por sí mermadas capacidades de intervención del Estado en la economía.
Del crimen por televisión o Internet al escándalo menor, de la tragedia a la farsa sin intermedio, del horror a la burla institucional y reaccionaria en el sentido literal del término, porque lo que quiere es ir para atrás, así vive hoy el Estado su estabilidad y su democracia, su pertenencia al mundo cruel del libre mercado y la globalización del terror, la tortura y la violación sistemática de los derechos fundamentales. Mal empiezo y peor momento para tomar decisiones cruciales sobre la ciudadanía, el gobierno del Estado y la recuperación económica. Difícil imaginar situación más ominosa... pero la campaña, y hasta se presume de la otra con intelectuales no orgánicos y todo. La nave se mueve en círculos, a cual más vicioso.