Trasplante de ovarios
Ampliar la imagen Tamara, primera ni�acida por trasplante de ovario. Su madre hab�perdido siete a�antes la funci�v�ca a consecuencia de la quimioterapia recibida en el tratamiento de un linfoma
Los ovarios son estructuras claves en la sexualidad y la reproducción. Son el sitio en el que se producen las hormonas que guían el desarrollo sexual femenino. A partir de la pubertad, se incrementa la producción de estrógenos que hacen posible el surgimiento de los caracteres sexuales, y conjuntamente con otras sustancias, como la progesterona, participan en procesos maravillosos que se expresan en un ciclo sexual. Allí se encuentran además los óvulos, almacenados en folículos que llamamos primordiales, las cuales se liberan cíclicamente como resultado de un concierto en el que participan señales nerviosas y sustancias químicas del cerebro e involucra a todo el organismo. Los primeros años de este siglo anticipa cambios muy importantes en la sexualidad y reproducción humanas. Uno de los ejemplos más recientes es el trasplante de ovarios.
Como en todas las tecnologías de reproducción asistida, el trasplante de ovarios tiene una justificación que difícilmente se puede objetar. En mujeres en edad reproductiva que padecen algún tipo de cáncer (como linfoma o cáncer de mama), los tratamientos basados en la quimioterapia o radioterapia, producen daños casi siempre irreparables en la función ovárica. No solamente habría que pensar en la esterilidad; se trata de una menopausia precoz, con lo que se altera no sólo la vida sicosexual, sino la función de todo el organismo.
Una de las posibilidades que han surgido para enfrentar y revertir este daño es el trasplante. Es algo realmente muy reciente, de este siglo. Pero vayamos de adelante para atrás. En el número correspondiente a enero de 2006 de la prestigiosa revista Human Reproduction (que a pesar de la fecha ya está disponible en su versión electrónica), Jacques Donnez y su grupo en la universidad católica de Louvain, en Bruselas, Bélgica, demuestran que el trasplante de tejido ovárico restablece las funciones endocrinas tanto a nivel cerebral (recobrándose las cifras normales de hormonas del hipotálamo) como en la presencia de hormonas ováricas (estrógenos y progesterona) que ahora provienen del tejido trasplantado, con lo que se recuperan los ciclos ovulatorios.
Es indispensable detenerse en este punto para explicar las características del trasplante. No es como en el caso del corazón, en el que se sustituye el órgano completo con una cirugía aparatosa. Imaginemos una joven que padece algún tipo de cáncer. Antes de recibir la quimioterapia se obtiene con su consentimiento una parte de su tejido ovárico, que se preserva a muy bajas temperaturas. Una vez concluido su tratamiento y que el cáncer ha sido erradicado -lo que implica meses o años-, ella puede decidir embarazarse. Entonces, mediante un procedimiento técnico muy riguroso, se obtienen pequeños cortes del tejido almacenado, de aproximadamente 2 x 2 milímetros, los cuales, mediante un procedimiento quirúrgico limitado (laparoscopia), se llevan al interior de los ovarios que ya no son funcionales, o a regiones cercanas a éstos. Se trata en este caso de un autotrasplante, con lo que se eliminan los problemas de rechazo. El tejido trasplantado, como ya vimos, recupera su capacidad para la producción de hormonas, lo que influye en todo el organismo para el restablecimiento el ciclo sexual.
Además de la producción de hormonas, en el trabajo citado se observa claramente el desarrollo de folículos ováricos normales en el tejido trasplantado, aspecto que ya se había hecho evidente en estudios del mismo grupo, realizados en 2005. Estos datos permiten entender lo que ocurrió un año antes, en 2004, cuando Donnez y sus colaboradores sorprendieron al mundo al reportar, en la revista Lancet, el primer nacimiento exitoso de una niña, a partir del trasplante de ovario. Este trabajo tuvo además una característica muy importante: la fecundación ocurrió por medios naturales.
Como era de esperarse, el trabajo del grupo belga fue sometido a la crítica más despiadada. Se argumentaba, por ejemplo, que a pesar de la quimioterapia los ovarios podían haber conservado sus capacidades, por lo que el embarazo no se explicaría por la participación del tejido trasplantado. Pero en 2005 se produjo un nuevo informe: Dror Meirow y sus colegas del centro médico de Saba, en Tel Aviv, Israel, reportaron en el New England Journal of Medicine el nacimiento de otra niña, siguiendo un procedimiento semejante de autotrasplante, aunque en este caso la fecundación se logró no por medios naturales, sino mediante la fertilización in vitro. Ya no hay duda de que es posible la recuperación de la capacidad reproductiva mediante el trasplante de ovario.
Los trabajos en 2005 son variados y apenas estamos en los inicios. No solamente se han orientado al restablecimiento de la fertilidad en mujeres con cáncer, sino a otras metas, como el mantenimiento de la función hormonal posterior a la histerectomía radical (en la que se eliminan además del útero los ovarios, Kiran y cols. Fertil Steril, 84 (5): 1509), lo que lleva a pensar en su posible empleo a futuro en la menopausia normal, con lo que se prolongarían la producción de hormonas y la edad reproductiva (una especie de fuente de juventud eterna). Por otra parte, no sólo se ha ensayado el autotrasplante, sino de tejido proveniente de donantes, como en el caso reciente de gemelas idénticas en San Luis Misuri (Estados Unidos), en el que una de ellas cede una pequeña parte de sus ovarios a su hermana, que es estéril; o aun en personas con ambigüedad sexual, que reciben tejido ovárico donado por sus madres o hermanas.
Estos hallazgos, junto con otros avances en las tecnologías de reproducción asistida, permiten afirmar que el siglo XXI será el de la transformación radical de la reproducción en nuestra especie, cuyas consecuencias todavía estamos lejos de imaginar.