La cinta de Ang Lee fue premiada en Los Angeles y postulada a siete Globos de Oro
Brokeback mountain, amor gay que puede cambiar la historia del cine
Ganar la simpatía de los grupos convencionales y conmoverlos, una de las expectativas
Confían en que hará más real la relación entre dos hombres para miles de estadunidenses
¿Qué tanto se le antoja ver en pantalla un encuentro sexual entre Heath Ledger y Jake Gyllenhaal en Brokeback Mountain? ¿Lo hará sentir incómodo, transgresor, vadeando en las peligrosas aguas de la otra sexualidad? Si los actores fueran famosos homosexuales en la "vida real", ¿se sentiría más feliz de verlos, dado que su función, sentado en la butaca, sería un voyeurismo sin complicaciones? Pero, como los dos son famosos heterosexuales, ¿el atractivo de verlos acariciarse en la oscuridad, con los cuerpos desnudos discretamente en penumbra, radica en lo convincente de su actuación, o en preguntarse si las fronteras entre los dos tipos de sexualidad en su propia vida son más borrosos de lo que cree?
Sea cual fuere la razón, las relaciones entre el mismo sexo son el tema de moda en el cine. Mientras alguna vez las cintas que tomaban en serio asuntos gays y lésbicos se limitaban a las salas de arte europeas (la obra de Passolini, Fassbinder, Jarman) o a terribles cintas estadunidenses de segunda categoría, hoy esas narrativas se adueñan del cine comercial. Brokeback mountain -que trata de dos rancheros de Wyoming que se enamoran en 1962 y viven un idilio secreto mientras se casan con mujeres, procrean hijos y se divorcian a lo largo de 30 años- recibió el premio a la mejor película de la Asociación de Críticos de Los Angeles, y su creador, Ang Lee, se llevó el de mejor director. Además, acaba de ser postulada a siete Globos de Oro.
Por otra parte, Philip Seymour Hoffman fue nombrado mejor actor por su personificación de Truman Capote, el exquisito luisiano, en la cinta Capote. Existe mucha expectación por otros papeles de gays representados por heterosexuales: Breakfast on Pluto, tomada de la novela de Patrick McCabe, lleva a Cillian Murphy como un travesti norirlandés; The Dying Gaul presenta a Peter Sarsgaard en el papel de un guionista gay de cine, y en la muy elogiada Transamerica Felicity Huffman hace el papel de un hombre que se somete a cirugía transgénero.
La importancia de Brokeback mountain radica, no en sus controversiales y explícitas escenas de sexo, sino en que la relación central, con sus engaños y traumas, se presenta a públicos convencionales con la expectativa de que simpaticen con ella. "Conmoverá a cualquiera que esté abierto a ver los desafíos y dificultades de lo que en ese tiempo, y aun hoy día para muchos, es la necesidad impuesta por uno mismo y por la sociedad de vivir con deshonestidad", expresó Neil Giuliano, presidente de la Alianza Gay y Lésbica contra la Difamación, que da seguimiento a la forma en que las relaciones entre personas del mismo sexo se presentan en los medios y son recibidas por el público.
Punto de vista derechista
No todo el mundo comparte su entusiasmo. En el noticiero Good Morning America, el crítico derechista Michael Medved declaró: "Será una película muy difícil de vender. Para la mayoría de los hombres estadunidenses que no son gays, hay un factor de repugnancia".
¿De veras? La historia del cine está repleta de encuentros entre el mismo sexo que, si bien no implican intercambio de fluidos corporales, están pegajosos de tanto flirteo masculino. Como Stephen Boyd y Charlton Heston en Ben-Hur (con guión de Gore Vidal, quien luego se burló de la ingenuidad de Heston ante las cosas que le hizo decir). O el rejuego entre Montgomery Clift y John Ireland en Río Rojo, como dos jóvenes pistoleros que se prestan sus pistolas de cachas de concha nácar para acariciarlas (y disparar) y cambian de tema cada vez que una mujer entra en la conversación.
En las películas británicas la homosexualidad era un anatema, aunque el amaneramiento era aceptable. Pero fue la cinta británica Victim la que sentó un precedente para una consideración más seria de la homosexualidad, en un tiempo (1961) en que ser abiertamente gay podía conducir a prisión. El papel estelar lo llevó Dirk Borgarde, quien tuvo el valor de desprenderse de su caracterización usual de un romántico súper heterosexual para representar a un abogado gay chantajeado por un amante que se suicida. Cuando llega la policía, Bogarde elige decir la verdad y afrontar las consecuencias. Fue una cinta extraordinaria por dos escenas: en una el abogado explica a su esposa los detalles del deseo homosexual (¡...y lo deseaba! ¡Lo deseaba como un hombre desea a una mujer!") con un gesto de inusitada violencia. En la otra se presenta un club de elegantes homosexuales que beben jerez y hablan en voz muy baja de "los que son como nosotros", en una especie de francmasonería de esmoquin. Su insistencia en que había muchos iguales por todas partes prestó un servicio a la comunidad gay, pese a que su director, Basil Dearden, era un poquito homofóbico y llamaba a los gays "invertidos sexuales".
Las cómicas, con mejor recepción
En el curso de los años, las cintas gays de corte cómico (Flamencos rosas, La jaula de las locas, Víctor/Victoria, Priscilla, reina del desierto) han tenido mejor recepción del público que las que ponen en primer plano las relaciones homosexuales. En los años 60 y 70, estas últimas tendían a ser grotescamente sarcásticas y llenas de odio de los personajes hacia sí mismos (Los chicos de la banda, Cruising, Tarde de perros, La escalera -con Rex Harrison y Richard Burton como dos peluqueros gays de Brixton.)
En 1993 se dio un parteaguas con Filadelfia, importante producción sobre el sida que presentaba a un astro de Hollywood, Tom Hanks, como el infectado Andrew Beckett, la cual apelaba al gran público examinando los temas en torno de la enfermedad sin exigir simpatía especial por el problema del personaje principal. Recaudó 77 millones de dólares en Estados Unidos y llamó la atención de los directivos de los estudios hacia la recién descubierta ausencia de homofobia en un gran sector del público del país. Activistas pro derechos de los gays han invocado Filadelfia, como el filme que derribó barreras, y esperan que Brokeback mountain lo haga también.
Algunas películas recientes con componentes gays no han hecho mucho favor a los derechos homosexuales. En Belleza americana, Lester Burnham (protagonizado por Kevin Spacey) recibe un tiro en la cabeza porque rechaza las proposiciones de su vecino, un coronel retirado del ejército estadunidense -castigo alarmante por no aceptar un coqueteo-, en tanto la proyección en primer plano de la sexualidad conquistadora del mundo de Colin Farrel en Alexander, la cinta épica de Oliver Stone, fue recibida por la mayoría de los críticos con mofas y acusaciones de vulgaridad.
Está por verse si Brokeback mountain logrará poner fin a 45 años de estereotipos, o si los cines de Estados Unidos se llenarán de vaqueros de Arizona olorosos a cuero y rancheros de duro semblante de Utah secándose una lágrima de hombre cuando Ennis penetra a Jack por primera vez. Pero en definitiva obliga a los estadunidenses comunes y corrientes a echar una nueva mirada a sus prejuicios sobre la orientación sexual y el amor humano. "Estoy seguro de que, por primera vez, hará más real el amor entre dos hombres para decenas de miles de estadunidenses", señaló Matt Foreman, del Grupo Nacional de Trabajo Gay y Lésbico de Estados Unidos. "Hacer que personas que no entienden ni aprueban el matrimonio (entre el mismo sexo) lleguen a apoyarlo implica una serie de pequeños pasos... no muchos, pero sí dos o tres. Me parece que Brokeback mountain es uno de ellos."
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya