Usted está aquí: lunes 19 de diciembre de 2005 Opinión Protocolo de Kyoto muy a pesar de EU

Iván Restrepo

Protocolo de Kyoto muy a pesar de EU

Como le ocurre en Irak, Estados Unidos agotó sus argumentos y estrategias para justificar su negativa a firmar ciertos acuerdos internacionales destinados a proteger el medio ambiente. El más reciente episodio en que la diplomacia de nuestro vecino salió mal librado tuvo lugar en Montreal, donde acaba de celebrarse la decimoprimera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, a la cual asistieron 157 naciones, reconocidos científicos y agencias internacionales relacionadas con el tema.

Desde que ésta se inició fueron constantes las protestas contra la posición estadunidense, que se niega a firmar el Protocolo de Kyoto, alegando que perjudicaría su economía. Protestas más que justas, pues en la última reunión del Grupo de los Ocho el presidente Bush había prometido que su país concurriría a Montreal con el ánimo de "avanzar en el debate global sobre las futuras acciones ante el cambio climático", compromiso que oportunamente le recordó al mandatario el comisario europeo del Medio Ambiente, Stavros Dimas. Sin embargo, y como en Irak, la gran potencia mintió y en Montreal navegó en sentido contrario a como lo hacían el resto de las delegaciones presentes.

Ir contra los intereses ambientales globales se puso de manifiesto durante la desafortunada rueda de prensa en que la jefa de la delegación estadunidense, Paula Dubronsky, demostró carecer de argumentos veraces y convincentes para explicar la negativa a firmar el protocolo y unirse a la comunidad internacional en una tarea cada vez más urgente que exige medidas radicales. Mientras ella daba evasivas, en la calle miles de manifestantes exigían de los grandes países industriales, los que más contribuyen con sus emisiones de gases de efecto invernadero al calentamiento global, que fueran más a fondo en las medidas para evitar mayores daños ambientales. La casi totalidad de las referencias fueron contra Estados Unidos precisamente.

Peor fue el espectáculo de la señora Dubronsky al abandonar la cena que el gobierno de Canadá ofreció a las delegaciones presentes en Montreal. No pudo contener su molestia cuando el profesor David Suzuki, reconocido científico del país anfitrión, se tomó la libertad de mencionar en su discurso lo ocurrido en Nueva Orleáns apenas tres meses antes con motivo del paso del huracán Katrina.

Suzuki explicó a los presentes, y en general a la opinión pública mundial, cómo los científicos le habían advertido al gobierno de Estados Unidos lo que podría pasar con los huracanes en el sur del país, y muy especialmente en la región donde se ubica el principal puerto de importación y exportación de mercancías de toda América. Y ya en el colmo, el gobierno de Bush trató de bloquear un discurso del ex presidente Bill Clinton en el que pidió realizar "acciones significativas" para combatir el calentamiento global.

En la soledad, sin apoyos de otras potencias, como Japón, Francia, Alemania, Inglaterra, Rusia y China, nuestro vecino no pudo oponerse a las dos decisiones que marcaron esta conferencia: el llamado "Plan de ruta y de acción" del proceso para discutir el futuro del Protocolo de Kyoto cuando éste expire en 2012 (se plantea que después haya limites obligatorios más estrictos sobre las emisiones de gases de invernadero) y el reforzamiento de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, asuntos que estuvieron negociándose durante todo el año.

No arribar a estos dos acuerdos hubiera significado un notable retroceso en lo hecho hasta hoy y de alguna manera dar alas a la posición estadunidense, que alega tener otras formas de luchar contra el calentamiento global y el cambio climático, sin necesidad de afectar su economía. Pero en realidad lo que busca es continuar con su derroche energético y no tocar los intereses de sus grandes trasnacionales, de manera destacada los de las petroleras que ahora gobiernan en la Casa Blanca.

En fin, Estados Unidos, que genera una cuarta parte de las emisiones de gases invernadero de todo el mundo, no pudo enterrar el Protocolo de Kyoto, que, pese a sus limitaciones, sigue "vivito y coleando".

 
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