Pastores... justicia como la que Jesús quería, se presentó en el Teatro de la Ciudad
Pastorela sin peregrinos ni Reyes Magos el LTCI ofreció su visión del género
Ampliar la imagen Escena de la pastorela presentada por el Laboratorio de Teatro Campesino e Ind�na FOTO Roberto Garc�Ortiz Foto: Roberto Garc�Ortiz
La conquista militar de América por Europa, a pesar de su violencia, no significó la imposición total de un mundo sobre otro. Ganadores y perdedores se conocieron, se influyeron entre sí y cada uno guardó algo del otro.
Como género teatral de evangelización, utilizado por los misioneros para hacer que los indígenas dejaran su fe y abrazaran el catolicismo, las pastorelas también formaron parte de esos intercambios culturales, que dieron lugar a sincretismos con elementos indígenas y españoles.
La obra Pastores... justicia como la que Jesús quería, del Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena (LTCI), es una muestra de la forma en que diversos elementos culturales se mezclan para dar lugar a algo distinto: una pastorela sin peregrinos desorientados, ni diablos, ni Reyes Magos, ni estrella de Belén... ni estructura tradicional de pastorela.
Las dos únicas funciones se realizaron con buena asistencia del público la noche del pasado sábado y domingo en el Teatro de la Ciudad (Donceles 36, Centro Histórico) en el contexto del festival Navidad en el Distrito Federal, de la Secretaría de Cultura del gobierno capitalino.
Bajo la dirección de María Alicia Martínez Medrano, el LTCI ha ganado reconocimiento por sus montajes en espacios abiertos.
Sus obras han merecido 37 premios nacionales e internacionales y se han presentado recientemente en Central Park de Nueva York y la Plaza de Toros México, donde escenificaron el clásico de Federico García Lorca Bodas de sangre (La Jornada 30/09/05).
Esta vez buena parte del interés residía en ver el debut de la compañía en un teatro cerrado, aunque sus integrantes tienen formación académica en estas lides. Más de 40 actores, bailarines, coristas y zanqueros participaron en la obra, cuyo esquema está dividido en tres actos.
La primera parte se desarrolla como un encuentro entre dos grupos de hombres y mujeres que reflexionan en voz alta sobre todos los "caudillos, gobernadores y jefes" que han aprovechado su poder en la historia de México para enriquecerse y oprimir al pueblo, y hacen una analogía entre esta situación y la atormentada vida de Jesucristo.
Con intención al mismo tiempo didáctica y divertida, el segundo acto muestra cómo los poderosos manipulan como títeres a los sucesivos presidentes que ha tenido el país, aunque rescata la memoria de Francisco I. Madero, Benito Juárez y Lázaro Cárdenas, además de otros personajes como Gandhi, Cristo, Jacinto Canek, Martin Luther King y el Che Guevara.
La conclusión de la pastorela es un mosaico de imágenes realizado con un ritmo solemne y lento -tal vez demasiado-, al parecer buscando la máxima plasticidad en cada gesto y movimiento.
En un inmenso altar católico-indígena, todos los participantes del montaje se acercan para ofrecer al niño dios los elementos que los identifican como pueblos. El espacio se llena de flores, incienso, frutas, danzas, artesanías y cantos en diversas lenguas, como una alegoría de la diversidad cultural de los pueblos originarios.
En entrevista al final de la función sabatina, Martínez afirmó que la intención de la obra, cuyo proceso de investigación y ensayo llevó dos meses, es mostrar al público que los indígenas "tienen sus pastorelas, siempre con devoción y solemnidad. No es la pachanga y la piñata, sino el rezo para salvar al líder que hablaba de humildad, democracia, justicia y dignidad".