Los de Manuel Martínez acabaron con los sueños de El Cuate Espinoza y Casasola
Amo y señor de los tres tercios, José Luis Angelino cortó otra muy merecida oreja
Mandón, relegado por el juez Cardona, resultó el mejor de la octava fecha del serial
Ampliar la imagen Jos�uis Angelino dict�tedra en banderillas FOTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza
No habían transcurrido 20 minutos después del paseíllo cuando saltó a la arena Añorado, un cárdeno de morrillo enchinado, cabeza pequeña y cornicorto, típico de la vacada de Manuel Martínez, con 460 kilos en el pizarrón. Vestido de azul y oro, José Luis Angelino lo recogió por verónicas en tablas para saludarlo y conocerlo. El bicho le fue de largo al caballo y recargó con fuerza pero el picador aflojó la puya, para que el diestro poblano lo sacara de la suerte bregando con el percal a una mano antes de pegarle una señera serpentina en los medios.
Con el público de su parte, Angelino empuñó las banderillas y clavó dos pares de poder a poder con mucha verdad y entrega, asomándose al balcón entre los pitones y no a toro pasado como El Fandi. Dueño de la situación en todo momento, brindó en el centro del redondel y citó desde allí para pegar dos veces el péndulo a pie firme aunque ahulando las corvas para aumentar la distancia entre la carne y el cuerno.
Prosiguió su trasteo con una tanda por la derecha, colocándose muy bien después del tercer tiempo del muletazo para ligar el siguiente pero sin domar la bronca naturaleza del peludo. La segunda serie, por la misma mano y con el mismo rigor, corroboró que la cosa no iba a ser nada fácil. Pero la faena se fue para arriba cuando tomó el paño con la izquierda y lo llevó muy toreado milímetro a milímetro, aguantándolo cuando se le quedaba a media embestida y quitándose los derrotes al tocarlo con la pierna contraria.
En ningún momento Angelino logró el paroxismo sino el respeto de una plaza vacía de villamelones, que entendía su labor y supo premiarla con la demanda mayoritaria de la oreja cuando el muchacho hundió la espada, muy ligeramente desprendida, pero hasta los gavilanes. El juez Miguel Angel Cardona no dudó en otorgar el apéndice.
Si derrochó sitio, valor y talento para poderle a esa especie de marrajo, sin duda le habría cortado el rabo y las orejas al que debió ser el segundo de su lote, un tal Mandón, cárdeno botinero y paliabierto, de 460. Sin embargo, por la mañana, antes del sorteo, al juez Cardona le pareció que se había bajado mucho de peso y ordenó que lo guardaran como primera reserva, merced a lo cual sería regalado como séptimo cajón por el neoleonés Enrique Espinoza El Cuate, quien por desgracia todo lo que consiguió fue desperdiciar su excelente estilo, noble, claro, emotivo y repetidor.
En remplazo de Mandón, el juez ordenó que el encierro de Martínez fuese parchado con un novillote de Fernando de la Mora que llevaba siete semanas en los corrales y salió con el nombre de Azteca, sin morrillo y culiseco, con los pelos parados, descarado de cuerna y de elevada estatura pero sin asomo de trapío, para que Angelino lo banderilleara con la misma eficacia y belleza del turno anterior, y lo pusiera en su lugar con la muleta antes de meterle una media que primero lo dejó quieto y después lo derribó con las cuatro patas rígidas, como si fuera de cartón y lo hubiese tumbado el aire.
Con el senador Jesús Ortega en barrera de primera fila de sombra y el gran actor José Angel García en primer tendido de sol, la Monumental Plaza Muerta (antes México) vendió menos de mil boletos para la octava fecha de la temporada un poco menos chica 2005-2006, en la que El Cuate, de obispo y oro, y Leopoldo Casasola, de oro y bugambilia, lucieron empeñosos pero del todo impotentes.
Al Cuate la salió Señorón, cárdeno nevado de 464, con genio pero con clase que llevaba una línea en torno de las orejas que decía "córtese aquí", misma que él nunca vio y terminó aburriendo al bovino. Con Artista, cárdeno cornichico, de dizque 502, manso perdido ante el caballo y que soseaba ante la muleta, aburrió al escaso público. Y con el multicitado Mandón de regalo, al que le pegó más de 100 muletazos sin emocionar a nadie, ni siquiera a él mismo, se despidió de su agotada condición de promesa del toreo para entrar en las abultadas listas de los que nunca pasarán de perico perro.
Casasola salió después del triunfo de Angelino y con la gente en contra estuvo luchón pero inexpresivo ante Figura, negro zaino de 490 con el que oyó un aviso. Y con Regio, precioso cárdeno de dizque 510, que en todo momento fue superior a él, se llevó un pisotón en el empeine izquierdo, dolorosísimo, y muchos aplausos por sus molinetes efectistas y despegados, antes de matar de un bajonazo en el pulmón derecho y robarse la vuelta al ruedo con tanto descaro como si fuese un hijo más de la señora Marta Sahagún.