Usted está aquí: jueves 22 de diciembre de 2005 Opinión Inteligencia, aunque sea artificial

Cuauhtémoc Valdiosera

Inteligencia, aunque sea artificial

E L ENFOQUE DE inteligencia artificial basado en la biología recibe el nombre de la escuela ascendente. Este planteamiento se inspira no sólo en los insectos, sino también en la rica variedad de estructuras complejas que se encuentran en biología y en física: por ejemplo, los ojos de las ranas, las neuronas y las redes neuronales, el ADN, la evolución y los cerebros de los animales. Y quizá uno de los enfoques más singulares (y prometedores) tenga su origen en la física cuántica de los átomos.

Los muchos enfoques de la escuela ascendente comparten una característica común: dejan que las máquinas aprendan de cero, del modo que lo hacen los organismos biológicos. Como un niño recién nacido, aprenden a partir de su propia experiencia. Esta filosofía puede resumirse a grandes rasgos en una frase: el aprendizaje lo es todo; la lógica y la programación no son nada. Primero se crea una máquina que pueda aprender y después ésta aprende por sí misma las leyes de la lógica y de la física, golpeándose contra el mundo real.

El progreso científico en el futuro será impulsado por la intensa interacción entre la física cuántica, la biología molecular y las computadoras. Después de años de estancamiento en el campo de la inteligencia artificial, la revolución biomolecular y la revolución cuántica comienzan a producir una avalancha de ricos y nuevos modelos de investigación.

Una de las consecuencias más extrañas de esta estrecha interacción entre las tres revoluciones es de orden sociológico: la migración de los físicos teóricos (que normalmente trabajan en temas arcanos, como la teoría de las supercuerdas, intentando unificar las leyes del universo físico) hacia la investigación del cerebro, aplicando sus formidables conocimientos de física cuántica a la comprensión de su funcionamiento, tratando a las neuronas como átomos.

Si bien las computadoras de hoy ya superan a la inteligencia humana en un amplio tipo de dominios, como el ajedrez, el diagnóstico médico y la compra y venta de acciones y la orientación de misiles, la inteligencia sigue siendo mucho más sutil y flexible, pues las computadoras son todavía incapaces de ver y describir lo que observan, hacer un resumen de una película, distinguir entre un caballo y un camello o reconocer el estado anímico de alguien, tareas sencillas y comunes para el más simple de los humanos.

Una razón de tal disparidad es la capacidad de nuestras computadoras más avanzadas que sigue siendo sumamente inferior: alrededor de un millón de veces más simples que nuestro cerebro y, de acuerdo con Kurzweill, se estima que para el año 2019 las computadoras alcanzarán la capacidad de memoria y la velocidad de cálculo del cerebro humano.

Hay una multitud de posibilidades creíbles en cuanto a lograr que la máquina llegue a tener una inteligencia de nivel humano. Seremos capaces de evolucionar y poner a punto un sistema que combine poderosas redes neuronales masivamente paralelas con otros paradigmas como el software de la inteligencia, a fin de comprender el lenguaje y el conocimiento modélico, incluso la capacidad para leer y comprender documentos escritos, llegando en la segunda década del siglo XXI a ser capaces de leer por sí mismos, comprender y hacer un modelo con lo que han leído. Entonces podremos hacer que nuestras máquinas lean toda la literatura del mundo: libros, revistas, publicaciones científicas y todo el conocimiento textual disponible, reuniendo conocimiento por su cuenta y aventurándose en la consulta de todos los medios y bases de conocimiento y compartiéndolo entre ellas.

Una reacción natural a la afirmación que las computadoras competirán seriamente con la inteligencia humana consiste en despreciar esta posibilidad con base en su capacidad actual. Después de todo, cuando interactuamos con nuestra PC, su inteligencia nos parece muy limitada y frágil. Pero la tecnología informática ha demostrado no ser estática, hoy hay computadoras con una capacidad que hace 20 o 30 años se consideraba imposible, los ejemplos incluyen: su capacidad de transcribir rigurosamente el habla humana continua, comprender el lenguaje natural y responder a él inteligentemente, reconocer modelos en procedimientos médicos tales como electrocardiogramas y análisis de sangre con una precisión que rivaliza con la de los médicos y, por supuesto, competir con campeones mundiales de ajedrez y vencerlos.

Algún día la potencia de los microchips se acercará a la capacidad de cálculo en bruto del cerebro humano. Pero, ¿significa esto que el cerebro humano es una computadora? Nuestras computadoras han superado ya la velocidad de cálculo del cerebro de ciertos animales. Una computadora SUN-4 típico puede procesar información a una velocidad aproximada de 200 millones de bits por segundo, lo que iguala la capacidad de cálculo del cerebro de un caracol, que contiene 100,000 neuronas. La Cray-3, una de las computadoras más grandes del mundo, puede procesar información a una velocidad de 100,000 millones de bits por segundo, comparable ya con el cerebro de una rata, que contiene 65 millones de neuronas.

En comparación, los científicos estiman que el cerebro humano puede calcular a una velocidad de 100 billones de bits por segundo, lo que más o menos es mil veces más rápido que la Cray-3, lo que de continuar la tendencia actual en la evolución de los microprocesadores se estima que para el 2020 deberemos de ser capaces de fabricar computadoras tan rápidas como el cerebro humano y que contengan tanta información como éste, y ya para el 2030 las computadoras de escritorio superarán la capacidad de cálculo del cerebro. Aunque crear computadoras más rápidas con el fin de igualar el cerebro no sea la solución definitiva, se avanza ya hacia una complejidad creciente de los entes autómatas inteligentes.

En la segunda década del siglo XXI será cada vez más difícil establecer una diferencia clara entre las capacidades de la inteligencia humana y la de las máquinas más avanzadas. Las ventajas de la inteligencia de la computadora en términos de velocidad, precisión y capacidad serán totalmente clamorosas y, por otra parte, cada vez será más difícil distinguir las ventajas de la inteligencia humana.

Para el periodo comprendido entre los años 2020 y 2050 es probable que entremos a la cuarta fase de la informática, en la que autómatas inteligentes comenzarán a andar sobre la tierra y a poblar Internet. En esta fase veremos el surgimiento de robots con sentido común capaces de aprender, desplazarse e interactuar inteligentemente con los seres humanos. Mas allá del 2050 es probable que entremos a la quinta fase de la informática, con los comienzos de los robots dotados de conciencia, y de conciencia de sí mismos.

Es preciso no olvidar que el progreso de la inteligencia informática se nos vendrá encima poco a poco, y así durante las próximas décadas la competencia de las máquinas inteligentes rivalizará y finalmente superará cualquier habilidad humana particular que se nos ocurra, incluida nuestra maravillosa capacidad para insertar las ideas en una inmensa diversidad de contextos.

Hemos contemplado la evolución como un drama de miles de millones de años que condujo inexorablemente a su creación más grandiosa: la inteligencia y la conciencia humana. El surgimiento, a mediados del siglo XXI, de una nueva forma de inteligencia en la Tierra que compita y finalmente la supere, significativamente, será un acontecimiento más importante que cualquiera de los que han dado forma a la historia humana. No será menos importante que la creación de la inteligencia que la creó, y tendrá profundas implicaciones en todos los aspectos del quehacer humano, incluso en la naturaleza del trabajo, el aprendizaje, el gobierno, la guerra, las artes y el concepto de nosotros mismos.

Cuando esas computadoras logren un nivel de complejidad comparable -e incluso mayor- dado que, al menos en parte, derivan cada vez más de modelos humanos de inteligencia, también ellas utilizarán necesariamente metas con valores y emociones implícitas, aunque no es forzoso que presenten los mismos valores y emociones que presentamos los seres humanos.

Y cuando este advenimiento inexorable ocurra se plantearán un cúmulo de problemas filosóficos: ¿Realmente piensan las computadoras o sólo calculan? Y a la inversa. ¿Piensan los seres humanos o sólo calculan?.

Debemos de recordar que el cerebro humano sigue las leyes de la física, de modo que de alguna forma también es una máquina, sólo que increíblemente compleja, y que el problema de la conciencia tal vez se reduzca al funcionamiento de nuestras interacciones neuronales.

Así la pregunta esencial para visualizar lo que sin duda sucederá en el siglo XXI es: ¿Puede una inteligencia crear otra inteligencia más inteligente que ella misma?

 
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