ENTORNO TECNOLOGICO / VIDA ARTIFICIAL
La nueva robótica cambiará al mundo
Tal vez en los próximos 50 años, como comenta James McLear y sin hacer ningún ruido, un día dejaremos de ser los seres más inteligentes
Ampliar la imagen Los nuevos tiempos nos hablan del advenimiento de la era de las m�inas pensantes FOTO Archivo Foto: Archivo
Los tiempos del nuevo milenio nos hablan ya del advenimiento de la era de las máquinas pensantes anunciadas por literatos, visionarios, profetas tecnológicos y digitalistas, y que hoy ya se perfilan como una viable realidad con los espectaculares avances de la nueva robótica homínida, la escuela ascendente de la inteligencia artificial, la nanotecnología y el conocimiento avanzado de la neurobiología y las ciencias del cerebro sobre el fenómeno de la conciencia.
Y así, tal vez, en los próximos 50 años, como comenta James McLear y sin hacer ningún ruido, un día dejaremos de ser los seres más inteligentes de la Tierra.
Sin remontarnos a las épocas históricas, donde los intentos resultaban prematuros en relación con la tecnología disponible, se puede considerar que el camino hacia la construcción de máquinas inteligentes comienza con la segunda guerra mundial, con el diseño de computadoras analógicas ideadas para controlar cañones antiaéreos o para navegación. De este modo, combinando las nuevas teorías sobre la retroalimentación, los avances de la electrónica y los conocimientos disponibles sobre los sistemas nerviosos de los animales, se comenzaron a construir máquinas capaces de responder y aprender como los animales. Un ejemplo clásico es la tortuga de Grey Walter, que guiada por un sonar y un ojo fotoelectrónico era capaz de encontrar un conector para alimentarse.
En los años 50 se diseñaron los primeros programas que permitían a una computadora razonar y jugar al ajedrez, y hacia 1960 se acuña el término de inteligencia artificial, la cual se puede definir como "la interesante tarea de lograr que las computadoras piensen, para crear máquinas con mente en su más amplio sentido literal" o "la automatización de actividades que vinculamos con procesos de pensamiento humano, tales como la toma de decisiones, resolución de problemas, aprendizaje, memorización, etcétera, o "el estudio de cómo lograr que las computadoras realicen tareas que por el momento los humanos realizan mejor".
Debido al auge que en su momento tomaron estos desarrollos, se creyó que en una década más tarde se conseguiría construir una máquina realmente inteligente, pero en la actualidad las computadoras son miles de veces más potentes que las de aquella época, aunque no han resultado más inteligentes.
El rápido progreso de la inteligencia artificial culminó en los años 70 con la introducción de los sistemas expertos, programas en los que se codifica el conocimiento de expertos en una cierta materia (diagnóstico de enfermedades, cálculo, diseño...) en forma de reglas de decisión. El problema que presentan éstos es el abordaje de las tareas del mundo real, donde la información que se presenta es masiva, imprecisa y distorsionada. En busca de una solución a esto han surgido paradigmas como: las redes neuronales, los algoritmos genéticos, los sistemas borrosos o la computación evolutiva.
Así, las máquinas inteligentes deberán de ser capaces, entre otras cosas, de procesar un lenguaje natural, para poder establecer una comunicación satisfactoria con los humanos; representar el conocimiento para guardar la información obtenida; razonar automáticamente para utilizar la información almacenada; responder preguntas y obtener conclusiones, y capacidad de autoaprendizaje para adaptarse a nuevas circunstancias. La gran pregunta es: ¿Seremos realmente capaces de construir máquinas que emulen al ser humano?.
La base de esta inteligencia y de nuestra conciencia de ser radica en el cerebro, esa maravilla natural, integrada por más de 100 mil millones de neuronas, con un promedio de 1,000 conexiones por neurona, lo que nos da un total de 100 billones de conexiones, de lo cual casi no conocemos nada en profundidad y cuya complejidad y entendimiento apenas estamos emprendiendo como uno de los retos más decisivos del milenio, pues a final de cuentas es la madre de todas las computadoras por venir.
Los poco menos de 1,500 gramos de neuronas que llevamos sobre los hombros constituyen quizá el objeto más complejo que existe en el sistema solar, quizá en este sector de la galaxia que habitamos y, mientras no se confirme lo contrario, tal vez del universo.
Aunque cuando podamos sostenerlo en nuestras manos y desmontarlo neurona a neurona, sólo tenemos un conocimiento superficial del mismo.
Los avances que vendrán son sorprendentes: para el año 2009 se estima que un computador personal de mil dólares pueda ejecutar cerca de un billón de cálculos por segundo; las computadoras estarán ya incorporadas en las ropas y en las joyas. La mayor parte de las transacciones comerciales corrientes se realizarán entre un ser humano y una personalidad virtual; los teléfonos traductores serán de uso común y los músicos humanos se mezclarán habitualmente con músicos cibernéticos...
Según los trabajos de Ray Kurzweill, autor de La era de las máquinas espirituales, para el 2019 un aparato informático de 1,000 dólares tiene ya la capacidad equiparable a la de un cerebro humano. Las computadoras son en gran parte invisibles y van incorporadas dondequiera. Pantallas tridimensionales de realidad virtual montadas en gafas y lentes de contacto proporcionan la interfaz primaria para la comunicación con otras personas, la red y la realidad virtual. La mayor parte de la interacción con la informática se realiza a través de gestos y comunicación oral bidireccional en lenguaje natural. Ambientes visuales, auditivos y táctiles realistas y omniabarcantes capacitan a las personas para hacer prácticamente cualquier cosa, independientemente de su proximidad física. La gente comienza a tener relaciones con personalidades automatizadas, como compañeros, profesores, cuidadores y amantes...
Para el 2029 la unidad informática de mil dólares tendrá la capacidad de cálculo de aproximadamente 1,000 cerebros humanos, las vías neuronales directas han sido perfeccionadas para una conexión al cerebro humano en una banda de gran amplitud. Cada vez se tiene más acceso a un abanico de implantes neuronales para potenciar la percepción y la interpretación visual y auditiva, la memoria y el razonamiento. Las computadoras ya han leído toda la literatura y todo el material multimedíatico disponible que han engendrado el hombre o las máquinas. Se da una discusión cada vez más intensa acerca de los derechos legales de las computadoras inteligentes y sobre que es un ser humano. Las máquinas proclaman que son conscientes y sensibles, y afirmaciones como ésta gozan de gran aceptación.
Para el 2050 esperamos que los sistemas de inteligencia artificial dispongan de una modesta gama de emociones. Los sistemas inteligentes serán entonces omnipresentes y animarán muchos de los objetos que nos rodeen e incluso compartirán algunos de nuestros sentimientos. Internet habrá evolucionado para convertirse en un verdadero "espejo mágico", capaz no sólo de acceder a toda la base de datos del conocimiento humano, sino también capaz de platicar o bromear con nosotros.
Para el 2099 ya habrá una marcada tendencia a la unión del pensamiento humano con el mundo de la inteligencia de la máquina que la especie humana creara inicialmente. Ya no hay distinción clara entre los seres humanos y las computadoras. Las entidades más conscientes carecen de presencia física permanente. La inteligencia basada en máquinas y derivada en modelos extendidos de inteligencia humana se proclaman humanas. La mayor parte de estas inteligencias no están ligadas a una unidad específica de procesamiento informático. La cantidad de seres humanos con soporte de software supera a los que siguen utilizando el cálculo neuronal natural a base de carbono, e incluso entre estos últimos es normal el uso de tecnología que aumenta notablemente las capacidades de percepción y de conocimiento. Los seres humanos que no recurren a esos implantes son incapaces de dialogar con los que se valen de ellos. La esperanza de vida ya no es un término válido en relación con los seres inteligentes. Las máquinas inteligentes reflexionan sobre el destino del universo.
Mas allá del 3000, quizás entraremos a un mundo posbiológico, en el que el género humano ha sido arrastrado por la marea del cambio tecnocultural, usurpado por su propia progenie artificial, y cuando esto suceda nuestro ADN se encontrará fuera de lugar, pues habrá perdido la carrera evolutiva ante un nuevo tipo de conciencia, fruto de su propia innovación y ambición tecnológica.
Es tal vez probable que lleguemos a ser mascotas de nuestras propias computadoras inteligentes y que llevemos una vida consentida como perritos falderos, pero se confían en que, como dice Arthur C. Clarke, también conservemos la capacidad de tirar del enchufe, por si se nos apetece.